LA EMERGENCIA CLIMÁTICA

Urogallos, buitres negros y castaños centenarios: los daños de los incendios de agosto empiezan a aflorar

Estado de Las Médulas (Castilla y León), tras los incendios del mes de agosto.

Ha pasado más de un mes desde la mayor ola de incendios de España en lo que va de siglo y es ahora cuando se empiezan a medir las verdaderas consecuencias de las llamas. Decenas de especies de aves han perdido zonas imprescindibles para alimentarse y reproducirse, cientos de árboles centenarios han desaparecido, tierras fértiles corren el riesgo de desaparecer y es probable que en algunos puntos el agua deje de ser potable.

La organización ambiental SEO BirdLife acaba de publicar un informe que compara las zonas quemadas entre julio y agosto con los mapas de zonas de alto valor ambiental. Y su estadística demuestra que las llamas afectaron en un porcentaje muy superior a terrenos protegidos. En concreto, los fuegos quemaron el 0,8% de la superficie total del país, pero sobre el total de la Red Natura 2000 –espacios protegidos–, la cifra llega al 9,5%.

SEO BirdLife también ha creado una cartografía propia de lo que llama Áreas importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA), que es más exigente que la Red Natura 2000 y abarca una superficie mayor de la península, aunque esas áreas no están reconocidas oficialmente. De ese mapa, el 18,5% ardió este verano. "Si sumamos lo que se quemó entre Red Natura 2000 y áreas IBA, nos salen 156.000 hectáreas quemadas, el 43% de todo lo que ha ardido. Es un impacto muy alto en áreas claves", valora Mario Giménez, técnico de la ONG.

La ONG, especializada en la conservación de aves, también solapó la cartografía de incendios con los mapas de hábitats de aves ibéricas, y ha detectado que hasta 171 especies que se reproducen en España han perdido hectáreas de bosques a causa de las llamas. La mayoría de ellas se han quedado sin una fracción del área en la que anidan y se alimentan, pero las que se concentran en comunidades como Extremadura, Castilla y León o Galicia han sufrido un golpe importante. 

El grueso de especies de aves afectadas apenas ha perdido el 1% de su territorio, pero Giménez señala inquieto el impacto sobre el urogallo, una especie en peligro crítico porque solo quedan 209 ejemplares en la península: han ardido el 11% de las hectáreas donde habita. "Sabemos que no ha muerto ningún ejemplar, pero estamos muy preocupados porque necesita condiciones muy concretas para sobrevivir y no tiene otro lugar a donde ir", explica el experto. El buitre negro (en estado "casi amenazado") también ha visto arder el 2% de su territorio y se calcula que se han perdido entre 40 y 50 nidos en plena época de cría.

Las Médulas, con impacto "moderado-alto"

Los daños en la vegetación también son notables porque se han quemado enclaves como la Sierra de la Cabrera o los Montes Aquilanos (ha ardido más de un 30% de la superficie), la Sierra de Gredos y de Candelario (14%) o gran parte de la vegetación de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad.

Javier Madrigal, coordinador de riesgos forestales del CSIC, se encuentra ahora en Las Médulas coordinando diferentes equipos que evalúan los daños de las llamas, y afirma que entre el 60% y el 70% de la zona de bien de interés cultural ha ardido. "La vegetación tiene un daño moderado-alto y el suelo moderado-bajo, dependiendo de la zona", valora el experto.

Los castaños centenarios característicos de la zona eran una de las grandes preocupaciones, y Madrigal señala que el 14% está afectado por las llamas. Unos están completamente calcinados y es posible que se pierdan para siempre, mientras que otros ya están rebrotando apenas dos meses después.

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La calidad del agua de boca también preocupa en esta zona y un equipo de hidrólogos del CSIC está estos días evaluando si el acuífero que abastece a los pueblos de alrededor se ha contaminado de ceniza, un problema habitual en los incendios forestales. "Las cenizas pueden ser arrastradas por la escorrentía a lo largo de toda la cuenca y puede haber un problema tanto en el acuífero como aguas abajo, en los embalses; es común que ocurra", opina Madrigal. Por ahora, han tomado 26 muestras de agua, y están pendientes de recibir los resultados.

Otro activo que hay que abordar es el terreno. En total, en 2025 se han quemado casi 390.000 hectáreas en España, el equivalente a la provincia de Las Palmas (Fuerteventura, Gran Canaria, Lanzarote y La Graciosa). Cada metro cuadrado que ha ardido, explican los expertos, es un trozo de suelo que se puede perder durante generaciones si no se evalúa y se toman medidas.

"Un suelo perdido puede tardar 800 años en recuperar un centímetro de profundidad fértil", destaca Manuel Esteban Lucas, experto en restauración de ecosistemas afectados por incendios de la Universidad de Castilla-La Mancha. "No todo el suelo se pierde con un incendio, depende del tipo de terreno, del ecosistema, de si llueve, de si ha habido un cuidado previo… ahora lo que toca es evaluar a toda velocidad las zonas quemadas para ver si hace falta tratarlas", añade. Una medida efectiva para proteger zonas muy afectadas consiste en cubrir el terreno con mulch –un mantillo de restos vegetales– o con paja para que la tierra no quede al descubierto y haya un aporte extra de materia orgánica.

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