Krasznahorkai, un Nobel de Literatura de escritura libre: "Sus frases no son simples porque él ama al lector"

Laszlo Krasznahorkai, ganador del Nobel de Literatura 2025

Tango satánico (1985, editada en España en 2017 por Acantilado), su primer novela, retrata la descomposición social y moral del campo húngaro tras la caída del comunismo. Melancolía de la resistencia (1989, traducida al español en 2001 también por Acantilado), habla sobre el colapso del orden social y la amenaza siempre presente del autoritarismo. Guerra y guerra (1999, en las librerías españolas desde 2009, siempre con Acantilado) explora la importancia de salvaguardar la memoria escrita ante a la violencia y la destrucción del mundo.

Tres títulos fundamentales para adentrarse en la obra del Premio Nobel de Literatura 2025, László Krasznahorkai (Gyula, Hungría, 1954), premiado este jueves "por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte", según la Academia Sueca.

Tres obras traducidas al español, como tantas otras hasta llegar a la decena, por Adan Kovacsics (Santiago de Chile, 1953), quien "muy contento" reconoce a infoLibre que traducir al autor húngaro es "una tarea importante". "Empecé en el 2.000, me he dedicado muchos años a la traducción de su obra, la conozco bien. La tengo bastante trabajada", comenta.

En este aprendizaje profundo de los textos de Krasznahorkai, aprecia Kovacsics cómo él va "avanzando" como autor en su escritura desde la fundacional Tango satánico, hasta otras más recientes disponibles en castellano gracias a su labor como Y Seiobo descendió a la Tierra (2008, editada por Acantilado en 2015) o El barón Wenckheim vuelve a casa (2016, editada en nuestro país también por Acantilado en 2024).

"Él va avanzando en su escritura, en su forma de escribir, y yo le he ido siguiendo todo este tiempo, conozco el aliento, el ritmo de su prosa", destaca el traductor, que considera esencial para disfrutar de su obra "entrar en esa sintaxis tan suya", que se caracteriza por larguísimas oraciones subordinadas con la intención de atrapar al lector en un universo tan singular como no precisamente para todos los públicos.

Un estilo de alguna manera contrario al devenir de los tiempos, que busca la atención total del lector incluso prescindiendo de los signos de puntuación. "Eso es porque él ama al lector y lo considera inteligente, no como otros que no lo aman, lo consideran tonto y por eso tienen que hacer frases simples", argumenta Kovacsics. "Sus frases no son simples porque él ama al lector", sentencia, animando en cualquier caso a acercarse a sus textos "sin asustarse por las frases, ni por nada". "Hay que seguir, hay que seguir el ritmo. Cuando uno entra, al cabo de un tiempo, ya la respiración del lector va siguiendo el ritmo de sus frases", subraya.

Desde la editorial Acantilado, su casa en nuestro país, califican a Krasznahorkai como "uno de los narradores más originales de la literatura europea", que ha creado a lo largo de los años una "obra singularísima", siendo por ello comparado a menudo con otros autores únicos en su especie como Kafka —su héroe literario-—, Gógol, Beckett o Bernhard

"La desolación, el apocalipsis y el absurdo, que constituyen el telón de fondo de su mundo narrativo, no están reñidos en su obra con la búsqueda de la belleza o el amor a la naturaleza como reflejo de la divinidad. Aunque Krasznahorkai haya afirmado que escribir es para él algo tan enigmático como 'bailar en el infierno', a los lectores su misteriosa danza nos parece mágica una y otra vez", remarca la editorial.

Directos al apocalipsis, pero con humor, en esencia, como señala Kovacsics al resaltar la parte "satírica" de su obra y hablando de dos vertientes esenciales en su producción: "Una es esa vertiente apocalíptica, a veces melancólica, pero con humor y con aspecto satírico novelístico. Y luego está la otra vertiente, esa apertura hacia otros mundos, hacia otras culturas, ese incorporar el mundo de oriente, que también lo hizo con mucha sabiduría".

Porque el escritor, nacido en la Hungría del comunismo más gris, se ha inspirado mucho en la cultura asiática, principalmente japonesa, para huir a su manera de la pérdida de valores del régimen soviético y, más tarde, de la civilización occidental en declive. "El comunismo ya fue. Él lo reflejó en sus primeras obras de una sociedad absolutamente decadente, lo que él describía en Tango Satánico o en Melancolía de la Resistencia o en sus relatos. Ese era el mundo comunista, y esa decadencia también vale para el mundo de hoy, porque sigue vigente esa decadencia y pérdida de valores", indica su traductor.

Relación con Extremadura

Encontramos, en su relación con España, un episodio tan singular como su universo literario. Y es que el escritor húngaro fue invitado por la Fundación Ortega Muñoz a visitar Extremadura durante doce días entre febrero y marzo de 2008 y, a partir de esa experiencia, escribió un intenso relato titulado El último lobo (2009, también con traducción de Kovacsics), primer libro de la colección Territorios Escritos de la entidad pacense.

"Fue un encargo que le hicimos porque se trataba de traer a Extremadura a personalidades de primer orden internacional del mundo de la cultura y de la filosofía, para que dieran una visión nueva sobre nuestra tierra", relata Granada Plaza a infoLibre como portavoz de la fundación: "Le acompañamos a visitar lugares que le parecían interesantes, parajes naturales principalmente, porque no queríamos que tuviera una visión turística o forzada de Extremadura, sino que él, en base a lo que iba viendo fuera tomando sus decisiones".

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"Le gustó mucho la Sierra de San Pedro, que es donde más tiempo pasó, y a raíz de su experiencia en esa zona surgió la publicación del libro, pues fue donde se inspiró para escribir El Último Lobo, que describe de una manera novelada y a la forma particular de su escritura su experiencia en ese territorio, porque quería ver dónde había muerto el último lobo ibérico en Extremadura, al sur del Duero, como él decía a raíz de un artículo que había leído", relatan desde la Fundación Ortega Muñoz.

La cinematográfica es otra vía para conocer a László Krasznahorkai, pues mano a mano con su amigo el cineasta también húngaro Béla Tarr ha llevado a la gran pantalla algunas de sus novelas. Destaca, claro Tango satánico, convertida en una película de 450 minutos (siete horas y media) en 1994 con guion adaptado del propio escritor, algo que la pareja repetiría con Armonías de Werckmeister (2000). En su fructífera relación de hasta cinco filmes como guionista y director, ya no adaptando sus propias novelas, encontramos también La condena (1988), El hombre de Londres (2007) o El caballo de Turín (2011).

El Nobel de Literatura que ahora recibe se suma a otros importantes reconocimientos previos. Porque Krasznahorkai en 2004 recibió del Gobierno húngaro el Premio Kossuth, uno de los más prestigiosos de su país, por el conjunto de su obra; en 2015, el Man Booker International; en 2021, el Premio Austríaco de Literatura Europea, y en 2024 el Premio Formentor de las Letras en España.

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