De 'Poquita fe' a Biznaga: cuando la crisis de la vivienda permea en todos los ámbitos de la cultura

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño en 'Poquita fe'

La única manera de mejorar Poquita fe es poniendo a Biznaga como banda sonora de fondo. Todo el tiempo. Porque rabia punk es precisamente lo que les falta a las penurias que con satírica resignación pasan Berta (Esperanza Pedreño) y José Ramón (Raúl Cimas) para encontrar un pisito donde caerse muertos. "Somos la generación que vivirá peor que sus padres, residuos de un sistema en sostenible destrucción", canta la banda madrileña en Lorazepam y plataformas, la canción perfecta para ese regreso a casa de los progenitores de ella que simboliza la derrota de tantos.

Porque Poquita fe es comedia, sigue siendo el humor su gran refugio antiaéreo, pero en realidad el fondo de lo que nos cuenta tiene poquita gracia (la forma, esa sí, es fantástica). Ahí están Berta y José Ramón, ya casi cincuentones, padeciendo en sus carnes cuando el casero les echa del piso lo que Biznaga resume en una estrofa de La imaginación política: "Sobre la cuestión habitacional, aquí y ahora no, prueba en Second Life. España, destino internacional, te echarán del barrio, pero en Cabify".

O en esta otra letra de La gran renuncia: "Coqueto piso por el que pagas la mitad de lo que ganas. Treinta metros, una ganga. ¡Y cuánto verde desde la ventana! Verde Codere, Vox y Tecnocasa". El grupo lo tiene claro y lo plasma así de combativo en El futuro sobre plano: "Si el plan urbanístico actual es privatizar, especular. Si cada puto metro cuadrado lo explota un buitre ya, si no hay vivienda social y la tierra cuesta más y más, y más, y más. Disputar este espacio, transformar la realidad, confiar en un cambio es proyectar sin miedo el futuro sobre plano. El derecho a la ciudad, el futuro sobre plano, habitar con dignidad".

Vivimos ahora un tiempo especialmente preocupante de usura, pero el acceso a la vivienda es una problemática eterna reflejada en multitud de películas. De vertiginosa actualidad está El inquilino, película española de 1957 protagonizada por Fernando Fernán Gómez, María Rosa Salgado, José Luis López Vázquez y Manuel Alexandre, recientemente restaurada muy oportunamente por la Filmoteca Española en una versión sin la censura franquista que sufrió en su momento ¿El argumento? Un matrimonio con cuatro hijos —esto sí que no es nada 2025— recibe la orden de desahucio, pues van a echar abajo el edificio, por lo que se ven obligados a buscar a toda prisa otro sitio donde vivir mientras el bloque se va derrumbando a su alrededor. Porque en la dictadura también mandaba y mucho la especulación del régimen.

Los desahucios son también el angustioso trasfondo en las vidas de muchas de las personas que viven entre nosotros pero, al mismo tiempo, fuera de la sociedad, esos a los que Juan Diego Botto miró en su primer film como director, muy elocuentemente titulado En los márgenes (2022), con un elenco encabezado por Penélope Cruz y Luis Tosar. Estrés económico insoportable, relaciones destruidas, pobreza, necesidad, soledad, falta de comunicación, pero también una historia de afecto y solidaridad como única solución colectiva para los que carecen de un techo bajo el que cobijarse con un mínimo de dignidad.

Tan reciente que se estrena el próximo 17 de octubre es La deuda, la tercera película como director de Daniel Guzmán, que se diferencia de las anteriores en pegarse absolutamente al asfalto del presente, retratando las consecuencias que tiene que un fondo de inversión compre el edificio en el que vive una anciana de 92 años en el centro de una gran ciudad como Madrid para hacer apartamentos turísticos. ¿Cómo pagar la deuda para conservar la vivienda y te dejen si acaso morir en paz? Esa es la cuestión que no vamos a desvelar de este thriller emocional en el que irrita especialmente la indiferencia y falta de empatía de los trabajadores bancarios

"No me dejaron acabar y decir lo que quería decir, así que lo grito por aquí: ¡Techo, comida, y dignidad para todos!", escribía en las redes sociales la actriz Natalia de Molina después de ganar el Goya a Mejor Actriz Protagonista en 2015 por Techo y comida (2015), cinta sobre una madre soltera y sin trabajo, que sobrevive gracias a la ayuda de una vecina pero se enfrenta a la desesperación más absoluta cuando el propietario del piso donde vive, igualmente asediado por las deudas, la demanda por no pagarle el alquiler. Una cuestión de subsistencia que ocurre más de lo que pensamos puerta con puerta, pues siempre acontece de puertas para adentro.

Como no podría ser de otra manera, llegan también al teatro las preocupaciones ciudadanas. En la sala Azarte de Madrid acaba de representarse (pronto en más lugares) Pongamos que hablo de Madrid, un retrato coral construido a partir de testimonios reales de habitantes de diferentes barrios y que pone en escena las preocupaciones, los anhelos y los conflictos que atraviesa la ciudad: la soledad de quienes han dejado de hablar con su portero o con la panadera, el desarraigo de quienes han llegado en busca de un hogar y la nostalgia de los que ven desaparecer los lugares que marcaron su infancia.

En España, la vivienda, con todas sus derivadas, es un verdadero problema de primer orden relacionado con el turismo masivo, los alquileres imposibles, la homogeneización de los barrios, la gentrificación de los centros urbanos, la especulación o la construcción cada vez más alejada de cualquier parte. Todo eso se trata en obras teatrales recientemente representadas en la capital como Ya no queda nada de todo esto, que pasó por el Teatro de La Abadía en junio; Teo encadenado, en la Sala Mirador; o Lavapiés, en el Teatro del Barrio.

El mensaje de unidad de Álex O'Dogherty tras rastrear su genealogía mundial: "No hay peligro en la diferencia"

El mensaje de unidad de Álex O'Dogherty tras rastrear su genealogía mundial: "No hay peligro en la diferencia"

A las librerías acaba de llegar Fondo buitre (AlRevés, 2025), la nueva novela de Paco Gómez Escribano, que sitúa la trama en un edificio de renta antigua de Canillejas sobre el que pone los ojos un fondo de inversión. Una historia de ficción sobre una cuestión que se trata mucho más en el ensayo a través de títulos que tratan de desentrañar motivos, causas y consecuencias de lo que pasa a nuestro alrededor. Aquí van unos cuantos: Vivienda, la nueva división de clase (2025, Lengua de trapo), de Lisa Adkins, Melinda Cooper y Martijn Konings; El problema de la vivienda (2025, Arpa), de Javier Burón; Tres millones de viviendas (2025, Debate), de Jorge Galindo; o El secuestro de la vivienda (2025, Península), de Jaime Palomera. Incluso La vida cañón (2025, Temas de Hoy), de Analia Plaza, que cuenta la historia de España a través de los boomers, indaga en la situación que tienen que afrontar generaciones más jóvenes al tratar de independizarse.

En la confluencia del cine y la música está Cerca de tu casa (2016), una película musical sobre los desahucios dirigida por Eduard Cortés y protagonizada y cantada por Silvia Pérez Cruz, que se llevó un Goya por Ai, ai, ai. Más ruidosos son Camellos, banda madrileña que dibuja en 1900 una estampa demasiado familiar para cualquier habitante de una urbe que va poco a poco perdiendo su personalidad: "Burbuja la que me estruja. Tú aquí podías aparcar. Este barrio tenía tiendas. Cambia el color de su corbata. El estanco ahora es mi portal. Cero parques, cincuenta inmobiliarias. Es una trampa, reseña de cinco estrellas [...] Mejor que un hotel en el centro, tienes que verlo, es muy coqueto. ¿Es el precio? Aquí dice 1900. O quizá es el año de su construcción".

Que la especulación inmobiliaria es un problema global lo demuestra que incluso el artista más global del planeta Tierra, Bad Bunny, haya dedicado su más reciente disco, Debí tirar más fotos (2025) a la pérdida de identidad de su Puerto Rico natal por el turismo masivo, la gentrificación y el colonialismo yanki. Y lo que vale para la isla caribeña vale para cualquier barrio del mundo, pues el ataque capitalista es la gran internacional del siglo XXI. "Quieren quitarme el río y también la playa. Quieren el barrio mío y que abuelita se vaya", canta el 'conejito malo', que todavía continúa: "No, no suelte' la bandera ni olvide' el lelolai. Que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawaii. Ten cuida'o, Luis, ten cuida'o. Aquí, nadie quiso irse, y quien se fue sueña con volver. Si algún día me tocara, qué mucho me va a doler. Otra jíbara luchando, una que no se dejó, no quería irse tampoco y, en la isla, se quedó. Y no se sabe hasta cuándo".

Más sobre este tema
stats