Librepensadores
Civismo y ‘mamandurrias’
El hombre –o mujer para no herir sensibilidades de género– definido por Aristóteles como Zoon politikón (del griego ζῷον, zỗion, "animal" y πoλιτικόν, politikón, político, (de la polis)", "cívico") es un ser social por naturaleza, también lo son los animales, pero solo el primero goza de la dimensión política, una capacidad indispensable para organizarse socialmente y ejercitar conviviendo con otros su necesidad de civismo.
Coloquialmente también utilizamos el término “animal político” para definir la capacidad para desenvolverse y sobrevivir como “pez en el agua política” –el término selva sería más preciso en nuestra actual coyuntura– de algunos políticos.
Repasando el actual animalario político, sería divertido asignar a cada político en activo su correspondiente pareja animal, seguramente la variedad natural zoológica, se reflejaría también variopinta en el espejo de la fauna política.
Pero tengo que confesar que dentro del muestrario actual, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa consorte de Bornos actual presidenta del PP en la Comunidad de Madrid y aspirante a su alcaldía en las próximas elecciones municipales, es en mi opinión un ejemplar único probablemente irrepetible y singular de animal político.
¿Y a qué animal asimilarían a la controvertida candidata designada digitalmente por la “mano blanda” -en realidad una zarpa– de Rajoy a “lideresear” en Madrid su alcaldía? Yo no sé ustedes, pero yo lo tengo claro desde siempre: “Esperanza Aguirre es un ejemplar único –políticamente hablando que quede claro, no me vaya a costar 18.000 euros la comparación como a algún impresentable bocazas de Intereconomía– dicho en latín de vulpes vulpes, en castellano… de zorra”.
Taimada, astuta, silenciosa, ladina, con olfato exquisito para ventear la desvergüenza y escándalos ajenos que no propios, defensora feroz del territorio que ella considera patrimonio exclusivo suyo, siempre al acecho, cruel con sus enemigos, vengativa con sus congéneres adversarios, Aguirre… es la versión zorruna de la política.
Aupada tras una traición política y por el conservadurismo más rancio al Olimpo del PP en la Comunidad de Madrid y con categoría de mito indestructible, Esperanza Aguirre se considera y autoproclama el paradigma del “liberalismo” y con su desparpajo –yo lo califico como descaro– habitual y con su dicharachero discurso. Aguirre trata de colarnos como tal lo que es simplemente un “despotismo económico” y un “moralismo retrógrado ”, dos ingredientes que combinados constituyen la esencia del “neoliberalismo”, versión degradada éste último de áquel y responsable de la crisis actual con la que la neoliberal Aguirre –liberal de falso cuño- trata de confundirnos.
Uno de los pilares del liberalismo es el desarrollo de las libertades individuales en el marco de un Estado de derecho donde cada ciudadano sea igual ante la ley sin privilegio alguno. Algo que Aguirre debía desconocer, olvidó o ignoró –siempre ubicada por encima del bien y del mal– el día de su incidente de tráfico en Gran Vía.
Ese fatídico día, Aguirre Gil de Biedma, doña Esperanza, no respetó la ley, no obedeció y huyó ninguneando el papel de los responsables de mantener el orden que ella en tantas ocasiones reclama, con formas en el límite entre la soberbia descontrolada y el umbral siempre ilegítimo de la violencia.
Pero lo peor… pasado el “calentón” inicial y en frío, al día siguiente, chulapona, desafiante e insolente, puso en duda la credibilidad y verosimilitud de la versión dada por los agentes municipales, mofándose entre chanzas públicamente de ellos.
Aguirre, acosada por su “falta” ¿delito? de desobediencia reabierto por la justicia, las irregularidades continuas de su entorno político cercano en la gestión de lo público y su promiscua y obscena relación con los negocios privados de allegados políticos o familiares, un denigrante lodazal de corrupción que borbotea a diario desde los titulares mediáticos donde arden las hemerotecas, provocó ayer un enfrentamiento con la jueza Carmena, un nuevo rifirrafe para esconder sus desvergüenzas y mantener en tensión electoral a su parroquia.
Es esta una campaña electoral que empieza a ser despiadada, una guerra entre animales políticos por dominar la selva electoral y lograr la correspondiente cuña de poder, Aguirre sentenció refiriéndose al asunto Carmena y sin despeinarse: “Que si Carmena estuviera en Inglaterra no sería candidata".
Esta referencia a la “ética anglófila” –protestante más bien- utilizada por Aguirre como argumento para descalificar a Carmena, contrasta con su farisaica “ética ibérica”, tan arraigada aún en la moral político social de raíz católica dominante en la vida pública de nuestro país.
No sé si Carmena podría ser candidata en Inglaterra, Esperanza Aguirre seguro que no podría, pero lo indignante del caso es que este ejemplar de “vulpes vulpes” política pretenda ser la que vigile y proteja los derechos del “gallinero madrileño” aupada al palo de la alcaldía increíblemente por su corte ciudadana de fieles, devotas y forofas gallinas.
Y una serie de reflexiones a los ciudadanos que se planteen la opción de elegir a Esperanza Aguirre -un modelo donde los haya de “civismo ejemplar”– como alcaldesa y garante de la defensa de los derechos y del cumplimiento de los deberes de todos los madrileños:
¿Donde queda la exigible ejemplaridad pública y ciudadana que debiera tener como cargo público, como presidenta y representante de un partido democrático estatal el PP, en la Comunidad de Madrid?
¿Dónde la obediencia y respeto debidos a los poderes públicos encargados de velar por el cumplimiento de las normas de convivencia plasmadas en las leyes y cuya presunción de veracidad y cuando le viene bien en su discurso ella tanto proclama a los cuatro vientos?
¿Dónde queda la mesura educada, cívica y respetuosa en sus manifestaciones públicas y que como alcaldesa que aspira a ser de todos los madrileños debiera constituir su norma de comportamiento para expresar respetuosamente los lógicos desacuerdos con los otros diferentes en política?
¿Dónde el respeto a todos -todos insisto- los ciudadanos del municipio que aspira a lideresear -sean electores afines o no y cuyos derechos debiera proteger y deberes exigir- y que por la honorabilidad de su contrato con ellos debiera ser su referente ético en cualquier asunto relacionado con el ejercicio del mismo?
¿Donde el nivel de autoexigente y autocrítica responsabilidad política y ética ante los casos de corrupción sean del político que sean y sea cuál sea el partido al que éste pertenezca?
En nada, lamentable y vergonzosamente... todo queda en nada.
Solo queda ella, incontinente verbal con su locuacidad provocadora y políticamente soez en ocasiones; siempre soberbia y díscola impenitente; farsante ética y populista a su pesar; populachera en los márgenes del verdulerío; con su desafiante, sectario y retrógrado, ejemplar según ella, liberalismo; su altiva arrogancia de condesa consorte de “la mamandurria” adjetivo que ella en otros tanto abomina.
Y lo más lamentable, lo más triste, lo más desEsperanzador, la baja calidad ciudadana de tanto hincha ideológico, ignorante voluntario de los deberes y derechos comunes acordados para la convivencia entre ciudadanos distintos, que jaleándola cuál palmeros políticos... volverán a apoyarla, volverán a votarla, olvidando que la libre elección de nuestros representantes, no es garantía y no nos asegura el acceso al poder de formas aberrantes de "demócratas" y de "democracia".
Amador Ramos Martos es socio de infoLibre