Cojera educativa
El sistema educativo español arrastra, desde los 50 del siglo pasado, cojeras crónicas en su diseño que afectan gravemente a la materia de estudio de las áreas de Historia, Literatura y Filosofía. Durante el franquismo, poco o nada que hacer, ensalzar el golpe de Estado y la dictadura eran contenidos transversales cuya letra entraba con sangre en las aulas, en los “partes” de la radio, en el NO–DO, en misa y en cualquier esquina donde te asaltara alguna bestia, con uniforme o sin él, para obligarte a cantar, brazo en alto, el Cara al sol. La poda de contenidos era salvaje, minuciosa y sometida a una constante y estrecha vigilancia.
Superado el franquismo, es un decir, el profesorado que impartía dichas materias no acababa de fiarse de una democracia cuyas instituciones, las educativas también, fueron colonizadas por los defensores del pensamiento único impuesto por el dictador ciclán (monórquido como Hitler) durante cuarenta largos y negros años. Tras varias décadas de democracia se ha asentado por cómoda inercia la costumbre de “no llegar” a la época contemporánea en la asignatura de Historia y tratar de forma rápida, esquemática, la Guerra Civil, la II Guerra Mundial y la dictadura, por si cayera en Selectividad, la EvAU o lo que sea.
Esta cojera crónica, común a las tres asignaturas, tiene su reflejo en la fragilidad del pensamiento crítico de varias generaciones. A estas alturas, son muchos los docentes que, dejándose arrastrar por las diferentes formas del negacionismo y por el revisionismo, rescatado por Aznar en España y por la extrema derecha a nivel global, están instalando en el alumnado y la sociedad la idea de que la dictadura no fue tan mala como la pintan, que el holocausto no fue para tanto y que la democracia puede ser perjudicial para la convivencia.
Olvido, bulos, desinformación y manipulación son las piedras angulares sobre las que se está construyendo una sociedad clónica de la del faraón egipcio, la del señor feudal, la del sudista algodonero y el KKK y la del campo de concentración. España, siempre different, santifica una transición consistente en pasar de la dictadura a la democracia como quien cambia de ropa interior dando la vuelta a las prendas sin lavar. Tan es así que fue el propio dictador quien decidió que la mejor manera era restaurar a los borbones, capaces de asistir a la conmemoración de los 80 años de la liberación de Auschwitz, en aras de la hipocresía, y ausentarse del cincuentenario de la muerte de Franco, en aras de la ideología.
La cojera pedagógica ha suscitado una cojera social y política alimentada por la prótesis educativa que son las redes sociales
La cojera pedagógica ha suscitado una cojera social y política alimentada por la prótesis educativa que son las redes sociales. Plutócratas y tecnócratas sin escrúpulos amenazan de nuevo al mundo con atrasar el reloj de la historia 80 años, en vista de que las jóvenes generaciones han decidido apoyar la ideología del odio sectario, con el atractivo seductor de la uniformidad (por ahora sólo de pensamiento) y la violencia (que hoy ya está pasando de verbal a física). La cojera explica la replica de un modelo social autodestructivo.
Dotadas de una quimérica y traicionera autosuficiencia, las jóvenes generaciones creen haber descubierto la vieja figura del autodidacta, adquiriendo el conocimiento en el caldo de memes e influencers y la personalidad en el ácido corrosivo del individualismo consumista. Son la carne de cañón 3.0 que cotiza a la baja en los mercados por un exceso histórico de oferta y la falta, también histórica, de alternativas. Han aprendido, y lo practican, a odiar al más débil, al diferente, sin percibir, porque desprecian el pensamiento crítico sin conocerlo, que son ellas y ellos los débiles, los diferentes para las élites que los controlan.
¿Sabe usted lo que cobra un/a concursante de Gran Hermano o La isla de las tentaciones? ¿Sabe usted lo que cobra un/a concursante de Cifras y letras o Pasapalabra? Pues eso.
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Verónica Barcina es socia de infoLibre.