Librepensadores
Iglesias, atrapado en el Gobierno de coalición
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaban el 30 de diciembre de 2019 el acuerdo programático en el que se sustentaba el primer Gobierno de coalición de la democracia. Con esta firma se ponía fin a una nueva etapa de bloqueo político, la anterior fue en 2016, y en ambas ocasiones Pablo Iglesias tuvo un indiscutible papel protagonista.
Con la entrada de Unidas Podemos en el Ejecutivo, Pablo Iglesias alcanzaba un objetivo político que perseguía desde las elecciones generales de diciembre de 2015. Es ya agua pasada, pero conviene recordar que, en 2016, como consecuencia del fracaso de las negociaciones entre el PSOE y Podemos y las dificultades para alcanzar un acuerdo con Ciudadanos, Pedro Sánchez no consiguió la investidura y se repitieron las elecciones. Unas elecciones en las que el PP salió fortalecido y en las que Unidos Podemos, coalición formada en ese momento por Podemos, Izquierda Unida y otras organizaciones de izquierda, no consiguió el ansiado “sorpasso” al PSOE. El resultado de esa larga etapa de bloqueo fue un gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy.
Pero volviendo al momento actual nos encontramos con un Gobierno de coalición en el que afloran las diferencias entre los dos partidos que lo conforman. Que haya diferencias entre PSOE y Unidas Podemos es normal, y por este motivo, desde que comenzó a andar el nuevo ejecutivo, se acordó celebrar los lunes reuniones de coordinación, conocidas como maitines, para “limar asperezas” y reconducir a puerta cerrada los posibles conflictos de los dos socios del gobierno. Sin embargo, el nivel de conflicto actual entre ambas formaciones se sale del cauce de relativa normalidad en el que estaba hasta ahora. Resulta evidente que Pablo Iglesias tiene un interés especial en airear los conflictos con Pedro Sánchez y las diferencias con los ministros del área económico
Pero para entender la aparente crisis actual del Ejecutivo hay que hacer referencia a lo que subyació en la estrategia de Unidas Podemos para entrar en el Gobierno de coalición, así como los objetivos que persigue Pablo Iglesias desde que finalmente la formación morada está en el Consejo de Ministros. Hay motivos para pensar que tras la pérdida de escaños que experimentó Podemos en las elecciones de 2016, y especialmente en las de abril de 2019, -en las que Unidas Podemos perdió 29 diputados- Pablo Iglesias se planteó la entrada en el gobierno como una especie de trofeo para ofrecer a sus votantes y compensar así el fracaso electoral. Además, era sin duda la mejor forma de rentabilizar políticamente los casi cuatro millones de votos que obtuvo Podemos en esos comicios. Resultan ilustrativas en este sentido las siguientes expresiones de Pablo Iglesias en la fiesta del PCE de 2019: “Nosotros no nacimos para regalar cuatro millones de votos a Pedro Sánchez”; “los cuatro millones de personas que votaron a Unidas Podemos merecen estar representadas en el Gobierno".
Pero a veces los grandes triunfos, tanto en política como en la vida, tienen efectos no previstos o deseados. Y así ocurre que, aunque en virtud del acuerdo programático firmado por ambos partidos se han aprobado medidas de gran calado social propuestas por Unidas Podemos, como la subida del salario mínimo o el ingreso mínimo vital, hubo otros temas como el retraso en la derogación de la reforma laboral o la regulación de las pensiones de jubilación que fueron foco de conflicto en el Gobierno. Esta situación ha defraudado, sin duda, las expectativas del electorado de Unidas Podemos. Buena prueba de ello fue el fracaso de la coalición de izquierdas en las elecciones gallegas y vascas del pasado mes de julio. En Galicia se quedaron sin representación parlamentaria y en el País Vasco perdieron la mitad de sus escaños. Cabe deducir que esta debacle electoral se convirtió en una señal de alarma que ha llevado a la formación morada a cambiar su estrategia en el seno del gobierno de coalición. Es decir, Unidas Podemos necesita aparecer ante su electorado como un partido de oposición al gobierno socialista del que forma parte. Las recientes elecciones catalanas fueron buena prueba de ello. En plena campaña electoral Pablo Iglesias espetó con total naturalidad que en España no hay “una democracia plena”. Evidentemente esto no fue un lapsus, fue algo medido y calculado para provocar la polémica, sobre todo porque pocos días después era detenido el rapero Pablo Hasél para cumplir su condena por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona. Los violentos disturbios que se han producido en Cataluña para protestar por la detención de Hasél están siendo otro foco de conflicto. Mientras que Pedro Sánchez ha condenado esta violencia callejera, Pablo Iglesias no lo ha hecho, al menos de una forma expresa y Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, publicó un tuit en el que apoyaba a los jóvenes antifascistas que protestaban por la detención de Hasél. Coincidiendo también con la campaña de las elecciones catalanas han alcanzado gran repercusión mediática las diferencias de los dos socios del gobierno en torno a la Ley Trans y a la Ley de Vivienda. Esta última ley, y en concreto la regulación del coste de los alquileres y el incremento de los alquileres sociales, se ha convertido en los últimos días en el punto álgido del conflicto entre el PSOE y Unidas Podemos.
Lo que parece evidente es que Pablo Iglesias necesita mantener este nivel de tensión o de conflicto con el gobierno, del que forma parte, si quiere recuperar a ese sector de su electorado que le ha abandonado desde que Unidas Podemos se integró en el Gobierno socialista. La formación morada tiene claro a estas alturas que estar en el gobierno y conseguir que se aprueben algunas medidas de política social, no le ha aportado la rentabilidad electoral que esperaba, más bien todo lo contrario. Por este motivo “pisaron el acelerador” en las elecciones catalanas e incrementaron en general el “ruido” mediático. Ruido al que se refería el Presidente del Gobierno en la última sesión de control al ejecutivo cuando, a pesar de hacer un balance “positivo” de la coalición, sugirió a sus socios que “bajaran los decibelios porque eso nunca viene mal”
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se reunirán en los próximos días para desbloquear la polémica Ley de Vivienda y unificar criterios en las iniciativas legislativas que se lleven al Congreso. Evidentemente esta reunión no va a evitar que se reproduzcan en el futuro conflictos como los vividos en los últimos meses, pero es necesaria para transmitir a los ciudadanos una mínima imagen de unidad. Dicho esto, hay una verdad incuestionable y que ambos mandatarios asumen, y es que el gobierno de coalición debe mantenerse contra viento y marea, porque si este “matrimonio político” se rompe y se convocan elecciones, la derecha, aunque esté fragmentada en tres bloques, tendrá muy fácil alcanzar una mayoría suficiente para gobernar. Iglesias lo sabe y por ello, aunque tense la cuerda con fines electorales, no llegará a romperla, tiene claros los límites. Límites en los que, de alguna forma, Pablo Iglesias está políticamente atrapado.
Rafael Sánchez Sánchez es analista político y socio de infoLibre
Nota: el autor modificó ligeramente su texto después de su publicación.