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Macron inicia la Nueva Ruta de la Seda

Juan José Torres Núñez

Desde la primera conferencia internacional sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), celebrada en Pekín los días 14 y 15 de mayo de 2017, han pasado muchas cosas. En esa cumbre se habló de acuerdos y de inversiones multimillonarias en infraestructuras y China consiguió despertar grandes expectativas en todo el mundo. Sin embargo, de los 29 jefes de Estado y Gobierno que asistieron, de Europa solo había seis, entre ellos el Gobierno de España  (véase mi artículo, titulado Rajoy emprende la Ruta de la Seda).

Ahora las cosas han cambiado. La señora Angela Merkel, que siempre se ha opuesto a la IFR,  como Bruselas, se encuentra en la cuerda floja. Y si el principio de acuerdo con el partido socialdemócrata de Martin Schulz (SPD) prospera, los ciudadanos alemanes ya están pronosticando que Merkel no acabará su cuarta legislatura. Ha trabajado muy duro para evitar otras elecciones, sabedora de que su partido, la Unión Democrática Cristiana (CDU) seguiría perdiendo votos. Lo cierto es que los ciudadanos europeos están ya muy cansados de las políticas de austeridad y recortes que han llevado a las naciones europeas al empobrecimiento  y a la pérdida de sus soberanías. El sistema neoliberal de economías de casino ha empobrecido a la mayoría de los europeos. Los partidos de izquierda han quedado estancados en un estado de parálisis, sin aportar ideas y tampoco soluciones. En medio de este vacío que se ha creado, las derechas de toda Europa han salido reforzadas. En Francia, por ejemplo, el socialismo de Hollande casi ha desaparecido. En las campañas electorales se han presentado a su público descamisados y una vez sentados en el trono del poder, se han puesto la corbata y han actuado exactamente igual que los partidos de la derecha pura y dura.

Con este hastío generalizado, las élites financieras francesas se dieron cuenta de la situación y crearon un candidato de laboratorio en poco tiempo: el señor Emmanuel Macron. Un hombre que no es ni de izquierda ni de derecha, como él mismo ha repetido: una fórmula ideal para no pillarse los dedos. Este mismo ensayo de laboratorio se ha realizado en España con la creación del partido Ciudadanos de Albert Rivera. Desde el primer momento Macron se presentó a su pueblo, a Europa y al mundo con unos andares que parecía que iba pisando huevos: era el nuevo Napoleón. Y como tal, aparecía en algunos medios de comunicación con su sombrero de emperador. Pero el pueblo francés pronto se dio cuenta de las recetas de Macron y empezaron las huelgas a consecuencia de su reforma laboral, hecha para los empresarios y no para los obreros. Una reforma laboral como la del Gobierno español que, sometido a las imposiciones y a los recortes de Bruselas, el BCE y Berlín, nos ha llevado a la precariedad laboral con bajos salarios, a la exclusión social, al paro, a la desigualdad, al desmontaje de las políticas sociales y etc., etc.

Sin embargo, en medio de todo este estado de cosas, Macron ha tomado una decisión  inesperada que le ha catapultado de la noche a la mañana a líder de Europa. Su determinación de iniciar la Nueva Ruta de la Seda ha sorprendido a Europa y a Estados Unidos, obligando a Donald Trump a que deje de decir paridas y decida de una vez por todas si América se va a unir a los países que ya forman parte de la Ruta o no. Macron ha puesto a Trump en un aprieto porque el 30 de enero de este mes tiene que presentar a los estadounidenses el informe sobre el estado de la nación. Si Trump sigue con la visión del mundo unipolar del viejo paradigma, como ha declarado en su documento de Estrategia de Seguridad Nacional de EE UU (NSS, por sus siglas en inglés), con su America First y su geopolítica imperial, hará el ridículo porque las infraestructuras de Estados Unidos se encuentran en un estado lamentable, como demuestra el descarrilamiento de trenes que hemos visto en la televisión española. Le va a costar trabajo tomar una decisión  porque en el documento estratégico utiliza una lengua belicista hacia Rusia y China, a la que llama “país revisionista”. Rusia ya ha contestado que el documento tiene una “naturaleza imperial”. Y China ha dicho que tiene “conceptos obsoletos” y también “la mentalidad de la Guerra Fría”.  El tono del documento es de confrontación de principio a fin, dándonos una visión imperialista y esquizofrénica del mundo. Tratar de que América mantenga la hegemonía global, resulta muy peligroso.

Macron ha ido a China como un estadista y como representante europeo del nuevo paradigma del mundo multilateral y multipolar en que vivimos. Ha hablado con autoridad y ha comprendido que la Nueva Ruta de la Seda no va solo de intercambios comerciales y de inversiones multimillonarias. No. Esto va de conectividad y de cooperación. No se trata, pues, de confrontación como Trump muestra. En realidad, lo que vemos en el contenido del documento estratégico es la victoria de los neoconservadores con el lema tradicional: la paz por medio de la fuerza. La IFR, sin embargo, busca una paz verdadera, basada en el respeto mutuo y en la cooperación entre naciones. No es un juego de suma cero en donde unos pocos países se lleven todo y el resto se quede sin nada, como está pasando con la globalización. El modelo del sistema que China ofrece es para ganar todos. Está basado en tres pilares fundamentales: paz, desarrollo y cooperación (véase en este medio mi artículo Xi Jinping y el sueño chino). Para iniciar esta Ruta, Macron ha tenido un maestro que le ha indicado el camino, el candidato a las elecciones francesas en mayo de 2017, Jacques Cheminade, que consideró a la primera conferencia internacional sobre la IFR como “un evento decisivo para la paz mundial”.

Con un discurso que duró más de una hora en la ciudad de Xian, la puerta de la antigua Ruta de la Seda, Macron la calificó como “un tesoro de la civilización”. Reconoció el sueño de China al haber sacado de la pobreza a 700 millones de sus ciudadanos. Al hablar del modelo económico chino, del gana-gana, no podemos olvidar que Xi Jinping ha señalado varias veces que “nadie se puede quedar atrás”. Se necesita, pues, una distribución de la riqueza, pero esta idea de compartir se contradice con nuestro modelo neoliberal de economía de mercado, de sálvese quien pueda. Macron observó que “por definición, esos caminos se comparten”, porque “la IFR funciona en ambos sentidos”. Helga Zepp, la fundadora del Instituto Schiller de Alemania, ha comentado que “el mensaje de Macron desde China provocará ondas de choque por todo el mundo” porque la política de cooperación de China, en donde todos ganan, “representa un vuelco total a la doctrina imperial de la geopolítica”. Si Europa y Estados Unidos siguen de verdad “el espíritu de la Ruta de la Seda”, puede que entremos en “una nueva dinámica que forje la política en el mundo” –ha puntualizado.

Un año de 'Macronomic' o el fin del equilibrio

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Para esta nueva dinámica, Trump tiene que derrotar a los neoconservadores y convencerse él mismo de que la confrontación geopolítica solo conduce a la guerra termonuclear. Macron habla de la necesidad de reformar Europa. Todos estamos de acuerdo. Pero en Europa hay muchos gobiernos en contra de la Nueva Ruta de la Seda porque temen que las rutas puedan convertirse en “una nueva hegemonía que convierta en vasallos a los países que atraviesa”. Estas palabras, sacadas de su discurso, reflejan las sospechas europeas. La agencia oficial china, Xinhua, ha contestado que “China representa una oportunidad y no una amenaza para Francia y Europa en general”. Los gobiernos de Europa tendrán que cambiar porque el compromiso de Francia de colaborar con China en Eurasia y África ya ha empezado a llamarse el gran Marshall Plan chino.

Macron no puede reformar Europa para que todo siga igual. Iniciar una Ruta para que las élites financieras que lo crearon sigan amasando fortunas ingentes y los trabajadores sigan con las huelgas para conseguir una justa reforma laboral, es un camino que no lleva a ninguna parte. La reforma empieza con la firmeza de acabar con la hipocresía de Europa (véase mi artículo La hipocresía de la Unión Europea). Si China tiene previsto acabar con la pobreza de sus ciudadanos para el año 2020, Europa tiene que hacer lo mismo porque aquí  también hay muchos pobres y nadie ha fijado una fecha para acabar con su miseria. Como comento en mi artículo, después de dos malditas guerras mundiales necesitamos un verdadero sueño europeo que nos traiga más solidaridad, más igualdad, más justicia social y más dignidad para vivir en paz. Esperemos que pronto Estados Unidos y Europa sigan la iniciativa de la Ruta de Macron y que no se equivoquen de camino. _____________

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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