Librepensadores
Perder el miedo
El escenario político actual en España ha fracasado. Desde la Transición, el modelo de bipartidismo potenciado por el sistema electoral de nuestro país, se mantuvo “vivo” durante el tiempo en el que los contrastes ideológicos, reflejo de modelos distintos de entender la sociedad, la economía y los derechos individuales, mantenían perfiles bien diferenciados pero amortiguados, sin excesos que provocasen desequilibrios peligrosos, en un pacto que silenció el pasado reciente dando paso al nuevo futuro en un olvido –no sé si hubiese sido posible otra alternativa– voluntario.
El mundo bipolar ideológico con sus versiones benevolentes de socialdemocracia y de capitalismo social, pero bipolar en el fondo al fin y al cabo, mantuvo su civilizada confrontación hasta que emergió la versión aberrante del capitalismo. La irrupción en la escena política del modelo neoliberal Reaganiano y Thatcheriano en parte determinó el hundimiento del modelo alternativo, otra aberración en este caso del socialismo que acabó sucumbiendo ante el primero.
Desaparecido el modelo fracasado por monstruoso del socialismo, el péndulo ideológico se desplazó ya sin contrapeso, al extremo contrario del arco político, el modelo neoliberal capitalista, que sin adversarios y convencido de sus bondades, fue infiltrando el tejido político a nivel global a ambos lados del Atlántico desarticulando o al menos intentándolo el modelo de equilibrio pactado entre estado y ciudadanos
En Europa, la izquierda socialdemócrata en una actitud de dejadez incomprensible, quizás afectada de una versión política de un síndrome de Estocolmo ideológico, fue cediendo y renunciando a lo que quizás empezó a considerar su trasnochado, anticuado y añejo ideario. Finalmente, seducida por el exitoso discurso neoliberal acabó difuminada ideológicamente, participando como cómplice por abandono y confortable entreguismo, en una relación vergonzosa de promiscuidad política en el fraudulento intento de lograr la imposible fusión armoniosa entre neoliberalismo y socialdemocracia que supuso en Europa el auge de aquel y la tumba de ésta.
No olvidemos que, de Tony Blair, Margaret Thatcher comentó que era su mejor herencia. Pero para la socialdemocracia europea, Blair, la herencia de Thatcher, constituyó un regalo envenenado. Su consecuencia, la monstruosidad neoliberal la estamos pagando y lo seguiremos haciendo si no reaccionamos.
La crisis que estalló en el año 2007 es la consecuencia lógica del desbordamiento de la ideología neoliberal que al ceder los muros de contención de la socialdemocracia inundaron el tejido social y económico. Su lema: Reducir el estado a la mínima expresión y que la economía flotando libremente marque el futuro y las reglas de juego, ha resultado no un fiasco, si no un monumental, masivo y premeditado engaño.
Con la jibarización del Estado, el engrasado engranaje –siempre frágil y mejorable- de relojería entre los distintos ruedas de poderes sociales, políticos y económicos que mantenían sin grandes disfunciones un razonable estado de bienestar que marcaba nuestro tiempo histórico, comenzó a chirriar, hasta que finalmente, las incongruencias y desajustes de la ideología neoliberal ahora dominante griparon el engranaje. Bloqueado el mecanismo que mantenía las disfunciones del sistema dentro de unos límites tolerables, los poderes económicos y financieros fuera de control camparon a sus anchas y según sus intereses.
Las consecuencias de la desarticulación y descoyuntamiento del cuerpo social provocó el hundimiento del proyecto –contrato social– hasta ahora vigente, consensuado a duras penas y cuyos fines de redistribución, justicia , meritocracia, derechos individuales… ha sido sustituido por una situación de “anomia” donde las normas sociales compartidas han sido laminadas por la norma de un sistema neoliberal injusto ahora dominante.
Lo que no deberíamos como ciudadanos es dejarnos seducir fácilmente, ahora que se acercan tiempos electorales, por cualquier mensaje ni por cualquier mensajero que venga a vendernos su mágico “crecepelo de soluciones políticas” para acabar con nuestra “precaria calvicie” sin antes preguntarnos, cual fue su papel y responasibilidad en esta crisis que desembocó en nuestra brutal “alopecia económica y de derechos”.
No deberíamos olvidar que los dos grandes partidos políticos tradicionales españoles PP y PSOE tuvieron un papel destacado en el inicio, mantenimiento y explosión de la crisis que incompetentes, cómplices –o ambas posibilidades- fueron incapaces de predecir, o mirando hacia otro lado, no quisieron ver. El descontrol financiero estuvo en el origen y está en el mantenimiento de una crisis que los partidos entonces gobernantes no supieron, no quisieron o no pudieron controlar. Lo que evidencia que en la actualidad el poder político es incapaz de controlar al poder económico.
Este es el nudo gordiano de la crisis despiadada que sufrimos y el desencadenante de una situación que nos ha hecho retroceder económicamente veinte o treinta años atrás. ¿Para qué sirve entonces la política? o mejor, ¿a quién y a qué intereses sirve la política? No voy a responder a la pregunta, pero que cada uno piense y reflexione bien su respuesta y saque sus conclusiones.
Lo cierto, es que por “acción ideológica” del PP, “sumisión-inacción” entre cómplice o acomodaticia del PSOE, por incompetencia de ambos o una mezcla de todo lo anterior, la crisis, se instaló brutalmente en España –pero no solo en ella el problema es global– y me temo que va a seguir instalada mucho tiempo entre nosotros.
Ante este panorama desolador, los ciudadanos hartos, indignados, empobrecidos, abandonados por el estado, despojados de derechos básicos hasta ayer indiscutibles, mermado su futuro personal, despojados de su condición humana y reducidos otra vez –quién lo iba a decir- a meras herramientas de trabajo… abandonaron la oferta –ya no creíble- de los viejos y acomodados partidos tradicionales y canalizaron su malestar en torno a otros modelos de organización y expresión ciudadana que han roto la cultura y esquemas políticos dominantes hasta hace bien poco.
La aparición de Podemos podrá gustar más o menos, se podrá estar o no de acuerdo con sus planteamientos, sembrará incertidumbres sobre el futuro, ¿tiene alguien claro el futuro teniendo en cuenta la situación que sufrimos estando en manos de quién estamos?, planteará nuestras dudas acerca de la viabilidad de sus propuestas, nos inquietará su inexperiencia en la práctica que no conocimiento de la política, le podremos poner todos los peros posibles. Pero si Podemos no hubiera cuajado como el partido que es ya y hubiese permanecido en el limbo político, ¿seríamos conscientes de que nada ni nadie habría denunciado el infierno económico que sufrimos como resultado de la incompetencia, complicidad, sumisión de nuestros políticos ante los poderes económicos-financieros, no lo olvidemos, los únicos que deciden el rumbo de nuestro futuro?.
Quizás si Podemos no hubiese aparecido sobre el escenario tampoco habría salido a escena un “inesperado” de última hora y que despierta curiosamente, tanta seguridad y complacencia social, económica y mediática... con un discurso más tranquilizador no será por su dilatada y madura experiencia política me imagino... Ciudadanos.
Nuestros políticos “de toda la vida”, en quién hasta ahora habíamos depositado nuestra confianza ciudadana, han sido desleales con nosotros, no sé si les molestará el oírlo o si tienen conciencia de ello, pero hay que decírselo.
Se acercan tiempos electorales y vendrá el PP con su discurso –increíble a estas alturas– a meternos miedo en el cuerpo para que todo siga como está y el PSOE a prometernos el cambio seguro para que solo se cambie lo justo.
Frente a estos discursos huérfanos de credibilidad y desprestigiados por los hechos, el discurso renovador, refrescante e inquietante para muchos de Podemos y el beligerante también pero menos por más académico de Ciudadanos, han provocado un seísmo político que plantea la posibilidad de un discurso conservador, el de Ciudadanos, que promete más honestidad en la gestión, más moderno en valores y moderado ideológicamente frente al ultraconservador y corrompido del PP y un discurso el de Podemos, más radicalmente socialdemócrata que devuelve al estado el papel de regulador y garante del Contrato Social olvidado en gran parte por la excesiva centralidad en la que hace tiempo que se ubicó confortablemente el PSOE.
Hay que perder el miedo a votar a las nuevas alternativas que han surgido frente a las alternativas cada vez más miméticas de siempre, hay que volver a delimitar las diferencias ideológicas, ya vemos donde nos ha traído la promiscuidad confusa entre las viejas siglas.
Hay que perder el miedo a votar a algo distinto al PP y al PSOE que han sido desleales en su pacto con nosotros dar satisfacción a lo pactado a nuestras espaldas con otros. Hay que perder el miedo, no votarlos sería enviarles el mensaje contundente y clarificador por si les sirve de algo, de que somos nosotros los ciudadanos –y no ellos- quienes– libres y libremente, podemos decidir y decidimos nuestros representantes y nuestro futuro.
Amador Ramos Martos es socio de infoLibre