¿Privatizar? Buena solución... para algunos
La privatización puede ser una buena opción para la atención sanitaria, he oído decir en varios foros, incluso que la colaboración público-privada es la mejor solución. Ambas afirmaciones pueden ser ciertas, cosa que yo dudo, pero, en cualquier caso, necesitan muchas matizaciones.
Un buen hospital privado, dotado de los medios necesarios, puede dar una excelente asistencia, a quien lo pueda pagar, claro; pero, en mi opinión, no es ese el debate. El debate a plantear es si privatizar la sanidad mejora la atención que presta la sanidad pública, aduciendo que lo privado funciona mejor que lo público. Y aquí es donde yo defiendo que, por lógica, no puede haber nada privado que funcione mejor que lo público, salvo que se entienda que los empleados públicos –funcionarios– sean más incompetentes que los empleados privados. Si esto último es así, entonces, “apaga y vámonos”.
Supongamos que vamos a poner en marcha un hospital público, para ello se necesitará un terreno apropiado, a un precio de mercado, donde construir el hospital, posteriormente habrá que elegir una empresa que lo construya, seguidamente habrá que proporcionarle los medios necesarios para ponerlo en marcha, camas, quirófanos, equipos de diagnóstico, laboratorios, etc. Y por fin, habrá que dotarlo del personal adecuado, tanto administrativo como médico, personal formado y competente, al que habrá que pagar de manera digna. Hasta aquí, los requerimientos necesarios para poder poner en marcha un hospital público.
¿Por qué debe existir alguna diferencia para el paciente entre la atención pública o privada? No debería existir ninguna; pero hay que considerar otro parámetro que diferencia ambos casos, y ese parámetro se llama “margen comercial”, o sea, ánimo de lucro
Veamos ahora cuáles son los requisitos para poder poner en marcha un hospital privado. Creo que nadie dudará que no van a diferir en nada de los que se necesitan para el mismo fin, cuando el hospital es público. Los costes que implica la puesta en marcha y su posterior funcionamiento son los mismos: terreno, construcción, implementación de medios y personal. Hasta aquí, podemos decir que no existe ventaja alguna entre una u otra opción; si tenemos un terreno igual, un edificación idéntica, un equipamiento análogo y un personal en número y capacitación similar, ¿por qué ha de ser mejor una u otra opción? Ambas deberían ser iguales.
Según lo expuesto, ¿por qué debe existir alguna diferencia para el paciente entre la atención pública o privada? No debería existir ninguna; pero hay que considerar otro parámetro que diferencia ambos casos, y ese parámetro se llama “margen comercial”, o sea, ánimo de lucro; obviamente, cualquiera que se plantea crear una empresa, lo primero que tiene en cuenta es que debe producirle un beneficio; por tanto, si un hospital público requiere la misma inversión que uno privado y teniendo en cuenta que el privado quiere obtener un beneficio, cosa que en el público no existe, parece claro que el privado tendrá que reducir sus costes en alguno de los apartados que hemos expuesto; tendrá que tener peor emplazamiento, peores instalaciones, peores o menos medios, peores salarios o escasez de personal, salvo que sean las administraciones públicas las que aporten el dinero necesario que permita la rentabilidad de un hospital privado que dé servicio público o de un hospital público de gestión privada. Lo mismo que hablamos de un hospital, podemos hablarlo de cualquier servicio público privatizado.
En definitiva, las administraciones públicas, o sea todos los ciudadanos, deberán correr con el extracoste, deberán dedicar más parte de nuestros impuestos a la sanidad, cuando esta es privada, la parte que corresponde al enriquecimiento de unos pocos que, además, como parece ser que no tienen bastante, alargan las listas de espera, falsean los triajes, reutilizan material sanitario… o sea, juegan con la vida de los demás para que la suya sea mejor, ¡una vergüenza!
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José Ramón Berné es socio de infoLibre.