Violencia
Quienes no condenan la dictadura militar que disparó en la nuca a miles de compatriotas –sin importar sexo ni edad–, quienes temen que las fosas comunes demuestren la impune barbarie franquista, quienes militan en la mafia cuyo fundador acuñó la frase “La calle es mía”, quienes siguen ciegamente al único criminal de las Azores que no ha pedido perdón, quienes azuzan a sus hordas contra la otra España al grito de “¡¡A por ellos, oé!!”, quienes legislaron una mordaza para reprimir, quienes hacen de la política un estercolero de odio, sectarismo y extremismo radical… esa gente habla de violencia en la Vuelta a España para justificar un infame ge-no-ci-dio y lava su conciencia oyendo misa sin confesar.
Los aparatos de la propaganda mediática y política han ofrecido en bucle imágenes de las protestas entre las que se han deslizado algunas que merecen una reflexión: 1: Golpes gratuitos con la porra a una señora mayor en la espalda y a un señor, también mayor, en las gafas. 2: Empujones y forcejeos de policías en las vallas que los separan de manifestantes y banderas palestinas y la reacción de éstos. 3: Ciclistas sorteando durante la carrera a los manifestantes y la caída de un corredor al tropezar con alguno. 4: Entrevistas a participantes y mandamases del evento que exigen seguridad y la no “politización” del deporte, eslóganes repetidos por una mayoría de periodistas y por los políticos de derechas.
1: El trastorno explosivo intermitente (TEI) de algunos policías evoca la memoria reciente de bofia y picoletos pateando civiles en Catalunya, de una tanqueta reprimiendo a currantes del metal en Cádiz, los porrazos a STOP Desahucios siguiendo el método Desokupa. En una memoria no muy lejana, retumban el caso Almería, los GAL y las fechorías de presuntos criminales, condecorados y no condenados, como Conesa y Willy el Niño. Estas memorias de la democracia dan continuidad a la brutal represión policial durante la dictadura.
2: Empujones y forcejeos son un clásico en las manifestaciones, origen de la mayoría de las cargas policiales desproporcionadas. Son ilustrativas las hostias, por policías uniformados, a un agente de paisano infiltrado entre manifestantes de Rodea el Congreso a pesar de sus gritos “¡Que soy compañero, coño!”. Fue un escándalo la ruptura del cordón policial que “protegía” el Congreso por policías y guardias civiles que se manifestaban, ante la pasividad y el aliento de sus compañeros de servicio. No pasó desapercibida la foto de una pija rubia con bandera preconstitucional sonriendo y posando con agentes de la Policía Nacional encantados con la escena. Policía y emigración merecen un negro capítulo aparte.
Da grima escucharle exhibiendo una cabeza amueblada en el Wallapop o el Ikea del pensamiento: muletillas y frases hechas unifican discursos que poco difieren de los de otros deportistas
3: Son memorables, y comprensibles para Pericos, Castaños y Pedreroles, las imágenes de la afición acosando a los sufridos ciclistas en pleno esfuerzo de ascensión, maillot abierto y codos destilando sudor, a un puerto de montaña. También habituales son las caídas, de uno o varios participantes, por imprudencia de aficionados, coches de la organización o motos de periodistas y guardias civiles. Ha habido corredores ensangrentados evacuados en ambulancia y ha sido tratado el incidente como una tétrica anécdota “que no debiera repetirse” por el periodismo que hoy clama rabioso contra los denunciantes del genocidio.
4: A toque de corneta, el ciclista, y la mayoría de deportistas, balbucea lo que ordena la voz de su amo. Da grima escucharle exhibiendo una cabeza amueblada en el Wallapop o el Ikea del pensamiento: muletillas y frases hechas unifican discursos que poco difieren de los de otros deportistas. En caso de que alguno articule un discurso elaborado, no faltarán compañeros, periodistas y portavoces del equipo que los señalarán y afearán sus palabras porque “... donde tienen que hablar es en el campo, en la pista, durante la competición”. Nadie señalará la estandarizada política cómplice del silencio y la evasiva.
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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.