Cinco series que experimentaron y triunfaron

Imagen de la serie 'Adolescencia'

Algunas series juegan a la vez a dos juegos, contar su historia y forzar algún límite estilístico mientras lo hacen. Varias de ellas salen airosas de los retos que se han impuesto y nos ofrecen la gratificante oportunidad de descubrir que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Ripley redescubrió el blanco y negro en televisión, Paquita Salas utilizó a un actor para interpretar a su protagonista femenina, The Bear cambia su estilo en algunos episodios especiales, que convierte en pequeños juegos. Pero las cinco siguientes series han arriesgado al todo o nada con su formulación, lo que les confiere un especial mérito artístico.

Mussolini: hijo del siglo

Recientemente recomendábamos en la sección esta serie limitada de ocho episodios que narra el ascenso del Duce desde que creara el fascismo hasta su llegada al poder. 

Dirigida por el británico Joe Wright, esta producción italiana se basa en un volumen de la monumental biografía del escritor Antonio Scurati. Grandilocuente, tremenda, muy teatral, consigue un lenguaje original que no se parece a ninguna otra serie.

La música histriónica, la cámara expresionista, el color desaturado nos teletransportan a los años veinte del siglo pasado sin dejar de resonar con fuerza en la actualidad.

La actuación de un soberbio Luca Marinelli en el papel del carismático y horrendo monstruo, unida a un guion apasionante hacen de esta serie una experiencia poderosa que exige poner un poco de nuestra parte y a cambio nos recompensa con un relato excepcional que puede verse en Sky Showtime y en Movistar +.

Adolescencia

El éxito de esta miniserie de Netflix prueba que innovar puede tener recompensa. Sus cuatro episodios están grabados cada uno en un único plano secuencia. No es la única propuesta en jugar con ello pero sí la que ha llevado más lejos su compromiso con este recurso estilístico.

Con el detonante del arresto de un niño de trece años por el asesinato de una compañera de estudios, el relato recorre algunos de los serios problemas en los que se encuentran los adolescentes varones en Reino Unido y por extensión en cualquier lugar.

El poder destructivo que puede contener el teléfono móvil para un niño, la falta de recursos del sistema educativo para detectar los problemas sociales y mentales del alumnado o las masculinidades tóxicas erigidas como modelos son asuntos que aborda con fuerza. Con más preguntas que respuestas.

Undone

Lo que parece sobrenatural al principio termina siendo una forma poética de indagar en los traumas de la protagonista en esta serie de animación que se presenta con una técnica poco utilizada en televisión, la rotoscopia. 

En este sistema se filma con imagen real y después se convierte en dibujos. Películas clásicas de Disney lo hicieron en ciertas secuencias para conseguir naturalidad en los movimientos. Entonces se calcaba cada fotograma.

En Undone (Prime video) se llega digitalmente a un resultado que solamente hemos visto en alguna películas como Chico & Rita o en el videoclip del tema Take on me del grupo A-ha. 

Sus creadores, Rahael Bob-Waksberg y Kate Purdy, aman la experimentación, como demostraron en su serie BoJack Horseman. Otra animación para adultos en la que el caballo humanoide protagonista presenta mayor sutileza psicológica que muchos personajes que se apoyan en la interpretación humana.

Undone sería interesante en cualquier formato, porque está maravillosamente escrita. Nos pastorea, no sabemos hacia donde, pero sí vemos que a algún lugar interesante, como efectivamente acaba pasando. Y eso siempre que ocurre es un placer.

Jury duty

Esta serie documental de comedia es en realidad un Show de Truman. Un reality en el que todo el mundo es cómplice de la producción menos su protagonista, Ronald Gladden.

Este es quizás el experimento más arriesgado de la lista, puesto que absolutamente todo el programa depende de un electrón libre. Nada podía garantizar que el comportamiento de Gladden bastase para sostener los episodios. 

Ronald es elegido miembro de un jurado y sus compañeros en la tarea y los trabajadores del juzgado lo colocan en situaciones complicadas o disparatadas. El joven responde siempre, al menos en lo que se ve en pantalla, con una entrañable bonhomía.

Los asentados guionistas de comedia Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky, que han trabajado juntos, por ejemplo en The office, se permitieron ir más allá en este proyecto. Lleva el falso documental de la serie sobre los trabajadores de la compañía Dunder Mifflin a un salto exponencial. Convierte una inocentada en una serie de ocho episodios.

Los ensayos

La veta del humor documental, o semi documental, que juega al despiste, es propicia para el experimento y la novedad estilística porque trata de mantener en vilo a una audiencia que no debe saber bien qué está pasando. Y para eso conviene no parecerse a nada anterior.

Los ensayos, del canadiense, Nathan Fielder, parte de la rebuscada idea de que la vida sería mejor si hubiéramos podido ensayar numerosas veces cada situación a la que nos enfrentamos. 

Y a partir de esa premisa extraña, la novedad de la serie radica en su producción aparentemente disparatada. El dinero se gasta en cantidades ingentes en propósitos que parecen la obra de un enajenado.

Cinco series distópicas, cinco lugares felices

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Esta contradicción es lo nunca visto. La televisión es un negocio serio. Los presupuestos se optimizan para dar lustre al resultado final. La horquilla de gasto del sentido común es bastante unánime. 

Hay que pagar a los mejores intérpretes al alcance, a buen equipo técnico y conseguir unos estándares de calidad iguales o mejores que el resto de la categoría a la que se pertenece.

Todo esto salta por los aires en Los ensayos. Es tal el dislate que mucha de la comedia viene del asombro y de subvertir la idea asentada de que no se deben matar moscas a cañonazos.

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