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Teatro

Assange, Snowden y Manning: el coste de la verdad

Snowden, Assange y Manning, en la instalación 'Anything to say?', de Davide Dormino.

Julian Assange es el responsable de la organización Wikileaks, que ha filtrado más de 10 millones de documentos, muchos de ellos archivos clasificados del Gobierno de los Estados Unidos. Se encuentra asilado en la Embajada de Ecuador en Londres desde 2012. Chelsea Manning es una exoficial del Ejército estadounidense responsable de la filtración de varios documentos a Wikileaks. Actualmente cumple 35 años de condena en una prisión militar. Edward Snowden es un antiguo empleado de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que filtró cientos de archivos clasificados a la prens, demostrando la existencia de una trama de espionaje gubernamental en todo el mundo. Actualmente, se encuentra en un lugar indeterminado de Rusia mientras busca asilo en otro país. 

En inglés existe para ellos una palabra que todavía no tiene su equivalente en español: whistleblowers. No tiene las connotaciones negativas de chivato o soplón; es, digamos, un confidente más independiente de lo que esta palabra sugiere. Pero el director y dramaturgo Jorge Yamam-Serrano y la periodista Neus Molina tienen otro nombre para ellos: "profetas". Están preparando desde hace meses una obra llamada La santa trinidad digital, que tratará de llevar a escena el castigo impuesto por el poder a estas tres personas, a las que inscriben en una larga tradición histórica de "personas que se arriesgan en favor del bien común".

El escultor italiano Davide Dormino ya unió a estas tres figuras en Anything to say, una obra de gran tamaño que define como "monumento al coraje" y en la que cada uno de ellos son representados en pie sobre una silla. Una cuarta, junto a ellos, se ofrece al visitante. "Estos tres personajes, en algún momento de su existencia, han tenido la oportunidad de decir la verdad en perjuicio de sus propias vidas", defiende el director teatral, "Y lo han hecho". En uno de los primeros correos encriptados que Snowden envió en 2013 a la documentalista Laura Poitras —relatora de este proceso en el escalofriante documental Citizenfour, ganador del Oscar—, él mismo se muestra muy consciente que de sus acciones tendrán consecuencias: "Al final, si publicas el material, me veré immediatamente implicado. Esto no debe desalentarte de publicar la información que voy a proporcionarte".

La investigación que estos dos autores están llevando a cabo constituye gran parte del proceso de creación y ha incluido contactos con el entorno de los retratados, con Amnistía Internacional, con la organización Xnet y los responsables de su buzón de filtraciones, han tomado nociones sobre procesos informáticos que pertenecen más al día a día de un hacker que al de un usuario medio, y se han zambullido en la deep web —también llamada Internet profunda o Internet invisible—, la amplia sección de la red que no está indexada por los motores de búsqueda como Google. Yamam-Serrano le ha pillado el gusto a las historias de espías después de su experiencia con Camargate, la obra que llevaba a escena la conversación entre Sánchez-Camacho y la examante de Jordi Pujol Ferrusola que fue grabada por la agencia Método 3. 

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Allí se trataba de "hacer entendibles, interesantes y entretenidas" las tramas políticas subyacentes a la grabación en lo que el director llamó "una comedia pasada de vueltas entre Valle-Inclán y el programa Polònia". Y eso que la obra se limitaba a recoger la conversación real entre Alicia Sánchez-Camacho y Vicky Álvarez. Esta vez, las referencias son otras: el documental CitizenfourCitizenfour, las series Halt and Catch Fire y Mr. Robot... Nada de política local, mucho menos humor, muchísima más tecnología —mucha más que ese micrófono de La Camarga oculto en un ramo de flores— y un complejo entramado de empresas, Gobiernos, nombres y problemáticas muy lejanas para la mayor parte de los espectadores y que sin embargo moldean sus vidas.

La obra, que ha obtenido ayudas a la creación tanto de la SGAE como de la Generalitat de Cataluña, estará dividida en tres actos, cada uno de ellos dedicado a uno de sus protagonistas. Todos están construidos en torno al encierro físico, eco del aislamiento y la vigilancia producidos por el uso de la tecnología. El acto dedicado a Chelsea Manning —antes conocida como Bradley— estará ambientado en su celda de la prisión militar y utiliza como material dramatúrgico una carta que escribió durante su reclusión. El acto dedicado a Assange está extraído de Cuando Google encontró a Wikileaks, donde Assange transcribe la conversación de horas que mantuvo con Eric Schmidt, presidente de Google hasta 2011, y varias personas de su entorno. El de Snowden se sirve de Citizenfour —"no hay mejor thriller que este", argumentan— y el encierro de varios días en Hong Kong durante el cual el activista explicó toda su historia a Laura Poitras y los periodistas de The Guardian Glenn Greenwald y Ewen MacAskill.

Pero también están Sócrates y Galileo Galilei. Dos whistleblowers, a su manera, en palabras del dúo creativo. Dos personas que tuvieron que tomar una decisión sobre la verdad y la coherencia. Serán dos monólogos, durante los entreactos, que buscan contextualizar la figura del whistleblower. Del primero se recoge su Apología —redactada por Platón—, su discurso de defensa ante los que le acusaban de despreciar a los dioses y de corromper a sus jóvenes discípulos. Fue condenado a muerte, y lo aceptó. Galileo sirve de contrapunto algo vergonzoso frente a la entereza del filósofo. En su famosa abjuración, reniega de sus descubrimientos y acepta que la Tierra es el centro del mundo y que está inmóvil. Después, parece, diría aquello de eppur si muove, y sin embargo se mueve. Pero lo dijo bajito. 

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