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Cultura

'Atentado': lo que hay detrás del terrorismo

La actriz Eva Rufo en 'Atentado', dirigida por Xus de la Cruz y Félix Estaire.

Estamos en un importante museo de Europa occidental, no se nos dice cuál exactamente. Acaba de producirse un ataque terrorista, y Helen y Marc buscan refugio en un cuarto de la limpieza. La primera es jefa de comunicación de un partido político; el segundo, instalador de las cámaras de la pinacoteca. Este es el planteamiento de Atentado, obra de Félix Estaire, codirigida por el propio autor y Xus de la Cruz, que se representa en el Teatro Español de Madrid del 16 de enero al 16 de febrero. Y poco más se atreven a contar porque la obra es, ante todo, un thriller —aunque los directores discuten sobre si se adecúa verdaderamente al género o no— que explora lo que hay detrás de la superficie. Detrás del fenómeno político y social del terrorismo. Detrás de los discursos del poder sobre los atentados. Detrás de la puerta camuflada que Marc abre en una de las paredes del museo para esperar a que todo acabe. 

"Se trataba de reflexionar en torno a los atentados: qué se llama atentado en según qué territorio", explica Estaire. No es solo, por tanto, una obra interesada en el relato de supervivencia de sus personajes, en las consecuencias vitales de los actos terroristas, sino en sus causas e incluso en su significado. Y no solo. Xus de la Cruz añade otra capa a las intenciones de la pieza teatral: "Hablamos también del poder que tienen los medios de comunicación para transmitir distintos puntos de vista o no, para ser fieles a la verdad, si es que es posible, y el poder que le damos a las palabras en la sociedad de la imagen". En la escenografía, obra de Alessio Meloni, que reproduce la sala de un museo, además de una Judith y Holofernes y algún otro lienzo célebre, figura, como si fuera una cartela, una cita de Eduardo del Estal: "Mirar, no es solo organizar lo que se ve, sino determinar lo que es visible. (...) Este principio de visibilidad es a su vez un principio de exclusión, en tanto que determina lo que no hay que ver, lo invisible, lo imposible, lo inexistente...". 

Ángel Ruíz y María Morales en Atentado, una obra dirigida por Xus de la Cruz y Félix Estaire. / Geraldine Leloutre

Porque Atentado se ocupa, en palabras de Xus de la Cruz, de "lo que aparentemente puede ser un hecho y lo que hay detrás". Lo que es un acto de terrorismo y lo que hay detrás: cómo se generan, por qué se generan, si los actos del poder económico y político tienen consecuencias". Algunos de los personajes están muy cerca de estos últimos: Helen (María Morales) es la responsable de prensa de un partido que parece estar en el Gobierno, mientras la Jefa de informativos (un personaje sin nombre interpretado por Eva Rufo y que no está en el museo durante el ataque, sino que pertenece a otro plano de la realidad) se debate sobre su rol dentro del sistema de los medios de comunicación. Marc (Ángel Ruíz), por su parte no es lo que parece: tras el instalador del sistema de cámara de seguridad se encuentra un profesor de Comunicación que ha perdido pie en el mundo académico tras la crisis de 2008. Todos están en escena para tratar de dar respuesta a una situación "incomprensible" para el equipo: la de la violencia política. 

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Tanto el dramaturgo como los directores y los actores insisten en que su trabajo parte del "respeto a cualquier situación donde haya habido víctimas". Por eso, han preferido establecer cierta "lejanía con cualquier caso real". Sin embargo, el espectador podrá encontrar ciertas referencias, que los creadores admiten. La imagen de víctimas encerradas en un espacio pequeño para escapar del ataque, mientras afuera los terroristas continúan matando, podría aludir al atentado de la sala Bataclán de noviembre de 2015, cuando unos atacantes islamistas abrieron fuego en esta sala de conciertos de París. "En los ensayos sí hemos hablado de lecturas que hemos hecho sobre las personas que sobrevivieron", cuenta la codirectora. Entre ellas podrían estar algunos relatos que han acabado convirtiéndose en libros, como Paz, amor y death metal, de Ramón González. "Tenían sus teléfonos activos", recuerda Xus de la Cruz, "pero no sabían si llamar, si no llamar, quién les iba a responder si llamaban... Algunos, incluso, hacían bromas, de la propia desesperación". A lo mismo se enfrentan Helen y Marc.

De igual modo, para abordar la relación entre medios, poder y terrorismo, Félix Estaire no podía sino recordar los atentados de Atocha: en marzo 2004, el Gobierno de José María Aznar mintió sobre la autoría del ataque que dejó más de 190 muertos, atribuyéndoselo a ETA y no Al Qaeda, teoría que los principales medios dieron por buena en ese momento. 

Tampoco se localiza el país ni el museo en el que sucede la acción, igual que no se nombra al partido al que representa Helen, ni al medio para el que trabaja la jefa de informativos. Algunos detalles pueden dar ciertas pistas de las referencias sobre las que se construye el texto: si la Judith y Holofernes de la que se habla es Judit decapitando a Holofernes, de Artemisia Gentileschi, podríamos estar en la Galería de los Uffizi, en Florencia, pero si se trata de Judit y Holofernes, de Caravaggio, podríamos estar en la Galería Nacional de Arte Antiguo, en el Palacio Barberini, en Roma, aunque el texto parece hacer un guiño a las aglomeraciones que se forman frente a La Gioconda, en el LouvreLa Gioconda. Allí fue, de hecho, donde Félix Estaire tomó la idea de situar la acción en una pinacoteca: "Es tan simple como que tengo un primo que trabaja allí y me enseñó una puerta camuflada que se abre en medio de la pared. Detrás, había azulejos blancos y fregonas. Creo que tiene que ver con el tema de la apariencia y la realidad". Dice, de nuevo, Eduardo de Estal: "Una cultura cesa cuando cesa su imagen, cuando su mundo ya no es visible".

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