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Entrevista a la cantante Sés

“Hay muy pocas mujeres que se suban al escenario a atreverse a ser ellas mismas”

“Hay muy pocas mujeres que se suban al escenario a atreverse a ser ellas mismas”

María Xosé Silvar bebe café solo. Con hielo, aun estando en pleno mes de febrero. Pero ella es un ciclón: el ciclón gallego, y como tal, no hay condición meteorológica adversa que la acobarde. Bajo las mangas de su jersey asoman los tatuajes que se dibujan a lo largo de sus brazos, y junto a ella, a sus pies, descansa su fiera guitarra. El ciclón gallego tiene nombre de mujer.

María Xosé Silvar, Sés, nace en A Coruña en 1983, pero sus raíces se extienden por los pueblos de piedra húmeda de A Costa da Morte, donde se empieza a forjar como música, entre foliadas y muiñeiras. De ahí, de las raíces más arraigadas y las tradiciones populares, nace su música. Con tres discos a sus espaldas, la diversidad se ha convertido en una de sus señas de identidad: de pronto se marca un blues, como entona una milonga o sorprende a ritmo de ranchera. Todo enmarcado en unas labradas letras en gallego –"porque yo entiendo la música gallega en lengua gallega"– que la erigen como una de las grandes promesas del panorama musical en Galicia.

Para ella, la importancia de la música como forma de preservar culturas es indiscutible. La música es, al fin y al cabo, "el arte más social, el que la gente más siente, y el que se puede alzar más fácilmente como un marcador diacrítico de identidad, como un elemento cultural con el que la comunidad humana se relaciona, con el que mantiene un vínculo emocional". De ahí que Sés haga música de tradición gallega con espacio para todo tipo de géneros, apuntando a "una globalización alternativa en la que no tengamos que renunciar a nuestras identidades, diferentes, educando para vivir en igualdad desde la diversidad". Esa es, probablemente, una de las explicaciones de su éxito en Galicia, en América Latina y en Madrid.

El bullicio de la muchedumbre monopoliza el Círculo de Bellas Artes madrileño, el mismo patrón que se repite en las calles de la capital durante las horas puntas. Es miércoles y la sección del tiempo de los telediarios pronostica lluvias. Es 24 de febrero de 2016, el 179 aniversario de la poetisa gallega Rosalía de Castro, " una militante social a favor de la inclusión de la mujer en la creación artística" y a quien siempre "se vendió con una actitud de víctima", de forma "consciente, para despolitizarla".

Precisamente es otra mujer, otra poeta, la que abre el disco que justifica la presencia de Sés en Madrid, Tronzar os valos -Romper los muros. "No, romper no, los muros hay que tronzarlos"-. Sés recupera para su último trabajo unos versos de Gloria Fuertes: La gente dice: / "Pobres tiene que haber siempre" / y se quedan tan anchos / tan estrechos de miras, / tan vacíos de espíritu, / tan llenos de comodidad.

"Creo que se está olvidando, ya lleva mucho tiempo haciéndose, la humanidad", dice. Lo que describe Fuertes en su poema refleja, para Sés, "una manera de eludir toda la responsabilidad, de creer que no hay nada en mi actitud que vaya a trascender para mejor a nivel social". Se pone seria, de pronto, porque el compromiso por derribar los muros de la desidia es implacable.

Igual de implacable que su lucha feminista, la que abandera su voz inmensa sobre los escenarios –y fuera de ellos–. Porque "hay muy pocas mujeres que se suban al escenario a atreverse a ser ellas mismas". Para Sés es una cuestión de doble rasero: están los muros, y está la falta de voluntad por derribarlos. "Yo soy una persona que vive bajo una superestructura política e ideológica que me domina, que dice que a poder ser estaría bien que pesara 40 kilos, que hablara español en Galicia, que fuera sumisa. Sí, pero puedo hacer lo que me salga del culo. Esta es la verdad. La verdad es que puedo hacerlo".

Juzga el panorama musical como un torrente de "mujeres que se suben al escenario para ser divas, para perpetuar una imagen de feminidad que aunque parezca inocua, no lo es, porque sigue imponiendo un rol que está generando las cifras que está generando en los telediarios". Sés se rebela ante esa figura, transgrede a través de su discurso. Y sin embargo no se considera especial: "Yo soy una mujer más. Yo puedo hacer lo que estoy haciendo, evidentemente renunciando. Pero muchas de ellas también renuncian, renuncian a su dignidad, yo renuncio a otras cosas. ¿Que aún así es difícil? Claro. ¿Que aún así vas a caer mal? Sí. ¿Que no vas a ser tan bien acogida en todos los contextos? Por supuesto. Pero es que tú eliges a qué renunciar", dice quien una vez eligió non ser fada nen princesa –no ser hada ni princesa–porque prefirió "vivir sin perdón, a vivir sin libertad".

La portada de Tronzar os valos es toda una declaración de intenciones. Una imagen de la cantante con los labios cosidos sobre un muro de fondo, y unas tijeras, firmes, apuntando al hilo que intenta enmudecerla. La gallega arremete así contra un "sistema penal preparado para que todo lo que salga por esa boca sea penado por ley". Escucharla hablar ratifica la intuición que a uno le surge cuando la oye cantar: Sés no tiene límites, es lapidaria. Sobre todo cuando se trata de su idioma materno.

Está harta, dice, de que le pregunten por qué canta en gallego –en "ese dialecto", llegaron a espetarle una vez–, que cuestionen si tiene estudios, si tiene el graduado escolar, por hablar en su idioma. "La ignorancia y el gallego no son sinónimos", dice, y aquí se pone firme, rotunda. "La pobreza y el gallego fueron sinónimos, el gallego y las clases populares fueron sinónimos, y como en todo el mundo las clases populares eran pobres. Y hubo gente que se deslomó para que yo tuviera unos estudios, y lo mínimo que le debo a todo ese colectivo del que no sólo heredé la sangre, sino también todo el conjunto cultural del que tan orgullosa me siento, es dignificarlo. No con militancia, con resistencia. Porque yo ya soy gallega, no tengo que militar, lo que tengo que hacer es resistir".

Sés evidencia la importancia de cantar en gallego, no sólo como forma natural de virtualizar una identidad propia, sino también como acto político: "No hay vergüenza de ser catalán en Cataluña, de ser vasco en Euskal Herría, pero sí hay vergüenza de ser gallego en Galicia. Sí la hay".

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La cantautora apunta, con cierta complicidad, que "en las generaciones que más duele es en la nuestra. Nosotros no somos nuestros padres, nuestros abuelos, somos personas que tuvimos acceso a la cultura. Yo no me puedo identificar con la incultura ligada a ser gallego hablante porque soy una de las personas con más nivel académico que conozco. Y esto no es prepotencia, es reclamar lo que es nuestro, y empoderarse". Por eso, continúa, se niega a que ese tópico resista, "y si para eso tengo que ser prepotente, sin problema. Porque prefiero ser prepotente que esclava".

Sés sabe de la crudeza de su discurso, pero no renuncia a él. "Me encantaría que todo el mundo fuera feliz, que tuviese para comer, para vivir, y que no tuviese que pelear, me encantaría, pero no es este el mundo que tenemos, y para cambiarlo primero hay que diagnosticarlo y denunciarlo, entonces toca ser un poco la aguafiestas", admite.

Nadie diría que Sés es una aguafiestas; más bien todo lo contrario. Pero ella lo asume así: "Es el san benito que te cuelgan, y claro, no gustas. Hombre, ¿cómo vas a gustar? ¿Cómo me vas a presentar a mí como nuera?", ríe, de nuevo, con cierta complicidad. Es natural y dice las cosas como las siente, sin filtros. Las escupe, tal y como ella misma reconoce. Es el resultado de haber roto hace tiempo los hilos que intentan acallar bocas, de haber derribado muros a golpe de canciones. Y de alegría. Porque "para hacer una revolución cultural se necesita alegría", y de eso, a la cantante gallega, le sobra.

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