'Historia del arte sin hombres': "No es que no haya mujeres artistas, es que no las conocemos"

'La caza de las mariposas' (1874) por Berthe Morisot.

La historia del arte está plagada de mujeres. Madres, hijas, reinas, princesas, costureras, diosas o prostitutas protagonizan las obras, en su mayoría realizadas por hombres. A lo largo de la historia hemos asistido a una “hipervisibilidad de la mujer como objetos de representación” a la vez que han sido invisibilizadas como sujetos creadores. Así lo afirma la historiadora feminista Patricia Mayayo en su obra Historia de mujeres, historias del arte. Las mujeres han sido durante siglos presentes como objeto y rara vez como sujeto. 

Ante este dominio masculino en el arte, historiadoras y feministas han criticado desde los años 70 la ausencia de mujeres en los manuales de arte y en los museos. El ensayo pionero que Linda Nochlin publicó en 1971 (¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?) expone precisamente cómo la historiografía dominante ha silenciado la creación de las artistas. 

A pesar de que han pasado más de cuarenta años desde que se publicó este ensayo, Katy Hessel, historiadora del arte, locutora y comisaria, considera que los cambios no “han sido suficientes”. Por ello, la escritora británica ha recogido en su libro Historia del arte sin hombres las obras y la vida de grandes mujeres artistas desde el Renacimiento hasta la actualidad. 

La historiadora española Mayayo sostiene que el recorrido de las mujeres en la historia “podría resumirse simplemente como un proceso de superación continuo de prejuicios y barreras, que las artistas habían conseguido ir eliminando poco a poco a lo largo de los siglos para llegar, a fines de nuestra centuria, al horizonte esperanzador de una plena integración”. Sin embargo, a día de hoy la integración sigue sin ser “plena”.

Los colegios, institutos y universidades no incluyen apenas mujeres en sus programas de arte. Incluso la llamada “biblia” introductoria a la historia del arte, La historia del arte, de E.H.Gombrich (que se publicó por primera vez en 1950) ha tenido que esperar a su decimosexta edición para incluir a una mujer artista. Las obras de artistas como Sofonisba Anguissola, Clara Peeters, Berthe Morisot, Edmonia Lewis, Hilma af Klimt, Dora Maar, Lee Krasner o Agnès Varda siguen siendo desconocidas por la mayoría. Hessel repasa en las 512 páginas de su obra las creaciones de más de 300 artistas, analizando sus obras y la aportación de sus figuras a la historia del arte. 

“El sistema ha puesto sus propias barreras a las mujeres”

Varias historiadoras han criticado la creencia generalizada de que existe una predisposición casi “innata” en los hombres para crear. Esto naturaliza la presencia de artistas hombres mientras que no se contempla la posibilidad de que haya mujeres. Hessel demuestra con esta obra que las mujeres han sido igual de capaces que los hombres, pero sus trabajos han sido silenciados o ignorados. La editora y traductora del libro, Claudia Casanova, añade que “el sistema ha puesto sus propias barreras a las mujeres”. 

El siglo XVI no fue un siglo fácil para las mujeres. Y sin embargo, destaca por la abundancia de artistas de gran renombre. Una de ellas es Sofonisba Anguissola. Esta mujer, que vivió entre 1532 y 1625, recibió educación artística y gozó de reconocimiento en vida, llegando a ocupar “el puesto más prestigioso de pintora en la Corte española”. Coetánea a esta artista se encuentra la boloñesa Lavinia Fontana (1552-1614), considerada la primera pintora profesional que dirigió su propio estudio. 

Puede que algo más conocida sea la italiana Artemisa Gentileschi (1593-1653). Esta pintora “se convirtió en una de las figuras más importantes de la pintura barroca” en vida y fue la primera mujer en ser admitida en “la prestigiosa Academia de las Artes del Diseño de Florencia”. Además, tuvo como mecenas a Carlos I y la famosa familia Médici. Esta pintora, además de ser una gran profesional, destacó entre las clases altas por alterar los relatos mitológicos originales “para realzar la fuerza de las mujeres decididas, como se ve en  Judit matando a Holofernes (1612)”. Esta artista también se caracterizaba por representar a las mujeres como protagonistas y nunca como víctimas. Además, la historiadora apunta que “sabemos por sus cartas que era una firme creyente en el trato y la remuneración justa de las mujeres”. 

El contexto dificulta pero no limita

En un intento de explicar o justificar la ausencia de mujeres en las artes plásticas, se ‘echa la culpa’ al “contexto social de la época” (sea esta cual sea), que impidió o limitó la entrada de las mujeres en el mundo del arte. Sin embargo, ya en el año 77 d. C. Plinio el Viejo, el procurador imperial romano, nombraba en su Historia natural a seis mujeres artistas del mundo clásico —Timarte, Aristarete, Olympia Calypso, Helena de Egipto y Iaia de Kyzikos—. Con su obra, Hessel también contribuye a demostrar que en todas las sociedades ha habido artistas mujeres. Considera que “si vemos el arte de una amplia variedad de personas, tendremos una imagen real de la sociedad, la historia o la cultura en su conjunto”. Por ello es tan importante la aportación de las mujeres artistas. 

Es cierto que el contexto ha marcado la creación de las mujeres artistas, puesto que durante siglos no se han encontrado en las mismas condiciones que los hombres ni han tenido acceso a la misma formación o las mismas oportunidades. Esto ha sido un obstáculo para las artistas, pero no les ha impedido crear. 

Es el ejemplo de las pintoras impresionistas Berthe Morisot (1841- 1895) y Mary Cassat (1844-1926). Si pensamos en pintores impresionistas se nos pueden venir a la cabeza Claude Monet, Edgard Degas o Edouard Manet, pero estas pintoras también hicieron grandes aportaciones al movimiento y fueron artistas reconocidas en su tiempo. Mientras que estos artistas pintaban al aire libre los paisajes tan característicos del impresionismo, las mujeres de la época aún tenían prohibido pasear por las calles sin compañía. Esto condicionó mucho la temática de las pintoras, que “estaban limitadas a dibujar sus experiencias y perspectivas personales en los tocadores privados y en la esfera doméstica”. Sin embargo, todos estos obstáculos no impidieron que las obras de ambas se expusieran junto a las de sus compañeros y que fueran “fundamentales en el desarrollo del impresionismo”. 

A pesar de que estas pintoras tuvieron reconocimiento en vida, la autora explica que “la contribución de las mujeres artistas tiende a desaparecer de los libros de historia y de las colecciones de los museos”. “No es que no haya artistas, es que no las conocemos”, puntualiza la editora de la obra a infoLibre. De hecho, Casanova asegura que no estudiar a las artistas en la historia del arte sería como “estudiar historia de la literatura sin Shakespeare, Cervantes o Molière”.

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Esto ha hecho que se pase por alto el trabajo pionero de las mujeres. En Historia del arte sin hombres se ponen varios ejemplos, como la creación del ready made —tipo de arte que utiliza objetos cotidianos ya existentes y los presenta como obras de arte—. La invención de esta clase de arte, llamada también arte encontrado, se atribuye a Marcel Duchamp, que en 1914 creó El botellero. Sin embargo, Hessel apunta que en realidad le precedió una mujer: la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927). Esta artista produjo en 1913 Ornamento duradero, “un viejo anillo de metal que declaró como obra de arte”. A pesar de que fue Duchamp quien acuñó el término histórico-artístico, von Freytag-Loringhoven habría sido la pionera. De hecho, la autora recoge que hay posibilidades de que “la baronesa fuera la creadora original de la idea” de La fuente, la obra más famosa de Duchamp. 

En definitiva, a lo largo de la historia del arte las mujeres se han enfrentado a una serie de obstáculos y prejuicios que les han impedido desarrollar y exponer su trabajo. La falta de acceso a la educación o los recursos, la subestimación de sus creaciones artísticas… Las barreras que han tenido que superar durante siglos las mujeres artistas han sido muchas. Sin embargo, muchas de ellas las han superado y han conseguido dejar huella en la historia del arte.

La editora de la obra destaca que libros como Historia del arte sin hombres son clave hoy en día para conocer la aportación de las artistas: “No se trata de reescribir la historia, sino de contarla propiamente”. Sin embargo, no es suficiente con leer un libro, “es necesario también el trabajo de los museos y galerías”. “Su función debe ser volcarse en la difusión de las obras de estas artistas” para que poco a poco se vayan conociendo. Además, concluye que para cambiar el discurso tradicional de la historia del arte es también clave “el apoyo de los medios de comunicación y los pequeños medios de difusión”. 

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