Arsuaga y Millás: "A todos nos viene fatal morirnos ahora, tenemos muchas cosas que hacer"

Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás

Muerte, vejez, longevidad y la utopía (o no) de lograr la vida eterna. Esa es la gran conversación que acometen el sapiens Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) y el neandertal Juan José Millás (València, 1946), convertidos en un equilibrado tándem que conjuga ciencia pura y sentido común para tratar de buscar respuestas a semejantes cuestiones. 

"El sentido común es el peor enemigo de la ciencia", le dice en un momento dado el paleontólogo al escritor en el libro. Una afirmación que resume la amigable confrontación entre la vertiente humorística y filosófica de uno y la irrevocablemente científica del otro, y que sintetiza esta brillante charla que es La muerte contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara, 2022). 

"Es un planteamiento de preguntas para buscar respuestas", apunta Arsuaga a infoLibre sobre esta segunda parte de La vida contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara, 2020). Primero vida y después muerte, efectivamente, pues ese es el orden natural de los acontecimientos, a través de un "libro personal" en el que ambos cuentan sus ideas y sus puntos de vista sobre temas que les preocupan a ellos y a todos nosotros.

Mientras discurren y discuten infatigablemente a lo largo y ancho de las páginas, Arsuaga busca respuestas en excursiones a lugares tan variopintos como Faunia, un desguace de coches, la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la consulta del cardiólogo Juan Antonio Corbalán, parques, gimnasios o restaurantes. Muchos y muy sabrosos restaurantes.

"Hemos tenido la suerte de hablar con muchos personajes de todas las profesiones", reconoce Arsuaga, mientras Millás, como en el libro, reconoce "ciertas tensiones e inquietudes" en las visitas a los doctores, porque "siempre piensas que te van a descubrir algo". "Viajar y hacer cosas es una manera de conjurar la preocupación por la muerte", señala Arsuaga, quien bromea con la envidia provocada en los lectores por esas suculentas comidas en las que profundizan aún más en todo tipo de cuestiones. Y remata: "Esto también está relacionado con eso que decimos todos de que no nos viene bien morirnos, de que nos viene fatal morirnos ahora porque tenemos muchas cosas entremedias por hacer".

Ambos coinciden en rechazar, como es lógico, una vida eterna en estado de decrepitud, pero sacan a relucir su sentido del humor al admitir que firmarían vivir como están ahora 200 años más "o por lo menos el que viene". "Porque nunca hemos envejecido tan despacio como ahora, es obvio, ya que las personas mayores somos muy activas y eso no había ocurrido nunca", remarca Arsuaga.

Este alargamiento de la longevidad se debe también a los avances médicos y a "cambios psicológicos" como aquellas "viudas que se enlutaban" y que considera una "aberración". "Ahora durante la jubilación ahora la gente viaja por todos los sitios, va a conciertos. eso es mejor que nunca", señala, para luego plantear la duda sobre la esperanza de vida que pueda alcanzar el ser humano en unas décadas: "Eso no se sabe, hay debate. Algunos dicen que la siguiente generación va a ser la que más viva de la historia y otros dicen que va a vivir menos que la nuestra por sus hábitos y demás factores".

"Lo que es un anhelo del ser humano es no morirse, porque somos una especie biológica y tenemos eso que se llama homeóstasis, que nuestro cuerpo está regulado para mantenerse activo y saludable. Lo que tenemos es un instinto de supervivencia", destaca, al tiempo que descarta que pensemos realmente en la inmortalidad: "El que está en la UCI piensa en salir de ahí, no en la inmortalidad, que es una reflexión filosófica. Pero nadie que esté enfermo o tenga un problema físico piensa en la inmortalidad, sino en que desaparezcan los dolores".

Tercia Millás en este punto del diálogo para indicar que también es "cierto que desde que aparece en el ser humano la idea de trascender se han buscado modos de inmortalidad que tradicionalmente han proporcionado las religiones, que te prometen la vida eterna". "Al menos en occidente, esas religiones ya han dejado de ser proveedoras de esa vida eterna, pero ahora empieza a prometerlo la ciencia", apostilla. 

Y prosigue: "Están los cuerpistas, que son los que criogenizan el cuerpo, y los transhumanistas, que aseguran que llegará el momento en el que se podrá pasar la conciencia a un ordenador y tu identidad podrá vivir eternamente ahí. El transhumanismo me interesa mucho como relato, aunque ahora sea ciencia ficción todavía. Me interesa esto de traspasar la información del cerebro a la máquina porque, como relato, tiene una carga de verosimilitud interesante".

Las compañías de seguros saben cuándo nos vamos a morir porque se juegan su dinero

"Las compañías de seguros saben cuándo nos vamos a morir porque se juegan su dinero", lanza en otro momento Arsuaga, quien compara la vejez de los aparatos tecnológicos con la de los seres humanos al argumentar que, llegado un momento de su vida útil, los segundos "siguen funcionando pero en un momento que ya no existe, así que nadie los usa". "Lo que pasa con la vejez se parece a esto. El mundo cambia y dejas de estar en condiciones", subraya.

De manera que, aunque uno pueda estar bien de salud, envejece irremediablemente, también por factores externos. Así lo resume Millás: "Yo me imagino la vejez extrema como la desaparición del paisaje de lo que era tu mundo, que va muriendo. Porque todo lo que pertenecía a tu mundo va cayendo. Desaparecen Galerías Preciados, tus padres, tus hermanos, tu amigo Juan. El paisaje se va quedando vacío. Aparecen adelantos tecnológicos a los que ya no te adaptas y desaparecen cosas y personas que para ti han sido muy queridas. Llega un momento en que el mundo sigue pero es otro mundo. Esa sensación que cuentan algunos viejos".

Retoma la palabra Arsuaga en este punto para subrayar que con las residencias de mayores "hemos añadido un período más de la vida" al aumentar nuestra longevidad. Porque, según remarca, antes estaban la infancia, casarse, tener hijos y la vejez hasta los setenta años. Pero ahora se vive más y eso nos ha llevado a una situación nueva que requiere "ajustes de todo tipo" en los cuidados o en las pensiones.

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El paleontólogo, como es lógico siendo tan activo, confiesa entre risas que pensar en acabar en una residencia le parece "desolador", aunque en su caso es lo más probable al vivir sus hijos fuera de España. "Si no me muero súbitamente, acabaré en una residencia, ese es nuestro ecosistema", asegura antes de que Millás desvele que él tiene otros planes.

"Yo tengo un grupo de amigos con el que imaginamos montar algo y marcharnos a vivir todos juntos a un lugar común, cada uno con su apartamento", relata, provocando la risa de un Arsuaga que apostilla que eso "lo hacen los alemanes en Tenerife". Ambos ríen y Millás remata: "Es un modo de seguir con tu mundo, de reproducirlo, una fantasía muy recurrente con la que nos entretenemos".

Antes de que tengan que plantearse este tipo de asuntos, lo cierto es que la pareja ha estado la mar de entretenida los últimos tres años con esta aventura literaria que, por ahora, no tendrá continuación porque, como decíamos al principio, todos tenemos muchas otras muchas cosas que hacer mucho mejores que morirnos. "Hacer estos dos libros seguidos nos ha obligado a posponer muchas cosas. Ha estado bien, pero tenemos tantas cosas pendientes que tenemos que ponernos al día", concluye Arsuaga.

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