Carme Riera nos da las gracias y deja, en prenda, el mar
Gracias y Te deix, amor, la mar com a penyora - Carme Riera
Alfaguara (2025)
Cincuenta años. En un cómputo de tiempo histórico es poco, pero si hablamos de literatura concentrada en una sola persona, en Carme Riera, es mucho. Durante todos ellos, desde que publicara en la editorial Laia y en catalán, allá por 1975, su primer libro de cuentos, Te deix, amor, la mar com a penyora, hasta el momento actual, ha escrito numerosos libros de cuentos, novelas, ensayos, guiones y le han concedido numerosos premios, los más importantes, tanto a nivel estatal como en Cataluña y Mallorca.
Para conmemorar estos cincuenta años, Alfaguara publica dos libros simultáneamente: el primero que publicó, traducido al castellano, Te dejo, amor, en prenda el mar, y el último que ha salido de su pluma, con un título que me encanta: Gracias, una palabra que, como ella misma afirma, no tiene sinónimos, es única, con todo su significado. Lleva por subtítulo Cincuenta años después. Y con esta palabra agradece a sus lectores haber podido existir literariamente, pero además nos acerca a algunos rasgos autobiográficos, siempre relacionados con la literatura, así como alguna anécdota al respecto, tanto de su experiencia con sus personajes, de su experiencia como catedrática de Literatura impartiendo clases y de sus opiniones sobre lo que es la escritura, sobre Cervantes, etc. Léanlo.
Un estilo ágil y cercano, sin florituras, que no pretende sentar cátedra teórica sobre cómo escribir, sino acercarnos a lo que ella opina y siente, como cuando nos narra la relación con sus personajes, algunos de ellos le han hablado directamente, o lo que supuso su primer San Jordi, con su primer libro, del que sólo consiguió vender un ejemplar, hasta que el boca a oreja empezó a funcionar y con él las reediciones, pese a estar en catalán, en aquellos años del franquismo, pese a tratar temas que, sin saber muy bien por qué, pasaron la censura. Desde entonces, ha realizado toda una trayectoria literaria, con la presencia telúrica de Mallorca, con el mar por bandera y añoranza, con su escritura en mallorquín (o catalán, como ustedes prefieran) y su posterior traducción al castellano, realizada por ella misma.
El principio y el final, el primero y el último, alfa y omega. Junto a Gracias. Cincuenta años después, Alfaguara publica en castellano el primer libro, Te dejo, amor, en prenda el mar, ese del que solo vendió un ejemplar en su primer San Jordi. Esperemos que este gesto no signifique el fin de su camino y que nos siga prodigando con más literatura. Sorprende que su primer libro pasara la censura, por los temas que aborda, por el uso del mallorquín, por tantas historias de mujeres soterradas, escondidas, con la soledad de fondo, con esa crítica sutil a la sociedad de la época.
Me alegro de que lo hayan vuelto a publicar porque sorprende su rabiosa actualidad. Había leído otros libros de la autora, pero este se me escapó. Me ha pasado también con otras autoras, desconocidas para una joven como yo, que llegó de otro país en la adolescencia y que tuvo que entrar poco a poco a leer autores españoles para entender la vida de los años 50 o 60, los años de la posguerra, de todo lo que supuso vivir bajo el miedo que inoculó la dictadura. Recuerdo el impacto al leer Nada, de Carmen Laforet; Los hijos muertos, de Ana María Matute; La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda, o Montserrat Roig y su Tiempo de cerezas, por no hablar de la obra de Carmen Martín Gaite.
Volviendo al primer libro de Carme Riera, Te dejo, amor, en prenda el mar, he tenido la sensación de que es un libro-espejo, con relatos estructurados en dos partes que se miran entre sí y se complementan, donde está presente el mar, las mujeres, la pérdida, la soledad, los ojos de aguamarina y tantas sensaciones que me han ido acariciando sin querer que el libro se terminara. El cuento que da título al libro, el primero, traducido desde el catalán con toda sutileza para no desentrañar hasta el final de quiénes se está hablando en ese amor prohibido al que hay que renunciar, se refleja en la segunda parte en otro cuento, continuación de éste años después, cuando una de las protagonistas lo recuerda.
La memoria impenitente, la soledad de las mujeres, como en ¿Está Ángela?, o ¿Quién mandaba flores a Gloria? Los recuerdos siempre presentes, esa memoria que se empeña en no olvidar, en trastocar, en recordar de otra manera, se refleja también en los otros cuentos, la otra parte del espejo, las mujeres mallorquinas, populares, campesinas, contando su vida, sus quehaceres, sus limitaciones, con sus modismos, localismos, el lenguaje aprendido por tradición oral.
Universo femenino en su totalidad, con ese sabor a las narraciones de la abuela que tanto marcaron a la escritora, que le acercaron a la palabra, como el poema que su padre le recitó para que se lanzara a leer por su cuenta. Entre medias, como el biselado del espejo que lo adorna por los bordes, cuentos cortos, casi microrrelatos, como Asesinato, que podría ser perfectamente un crimen ejemplar de los que escribía Max Aub, con la misma estructura, hablando a la autoridad, explicando, o no, el motivo.
Carme Riera ha recibido muchos, muchísimos premios, y destacaré algunos:
Premio Anagrama de Ensayo por La escuela de Barcelona: Barral, Gil de Biedma, Goytisolo: el núcleo poético e la generación de los cincuenta (1987)
Premio Ramon Llull de novela por Joc de Miralls (1989)
Premio Josep Pla por Dins el darrer blau (1994)
Premio Nacional de Narrativa por En el último azul (1995)
Creu de San Jordi en el año 2000
Premio Nacional de Literatura de la Generalitat de Cataluña por Por el cielo y más allá
Premio Sant Jordi de novela por La meitat de l’anima (2003)
Premio Nacional de las Letras Españolas (2015)
Ray Bradbury, el descendiente de una bruja que no consiguieron quemar
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Carme Riera siente el catalán como su lengua materna y suele traducirse ella misma al castellano. Doble tarea, pero que implica el privilegio de ser bilingüe, de poder expresarse con la misma naturalidad en dos idiomas, de expresar mundos isleños y peninsulares con sus idiosincrasias específicas. Me da envidia esa capacidad, ese aprendizaje, ese abrir la mente que supone una perspectiva más amplia que los que sólo dominamos uno de los idiomas del Estado; por eso no entiendo los recelos e impedimentos a las expresiones en catalán, euskera o gallego. Solo lo puedo entender como una reminiscencia del franquismo, que los prohibió durante muchos años.
Carme Riera ha conseguido una carrera sólida como pocas, de amor por las letras, sin querer estar en primera fila mediática, pero siendo un claro ejemplo de lo que significa pertenecer a la comunidad literaria, algo mucho más interesante, que deja poso a largo plazo, que implica la necesidad de ir junto a otros u otras sin renunciar a las raíces, escribiendo desde ellas, y apoyando todo lo que puede el trabajo colectivo necesario para dignificar este oficio. No en vano es la presidenta de CEDRO y vicepresidenta de la Real Academia Española de la Lengua. No sé mucho de los entresijos de esta institución, salvo sus diccionarios, un edificio precioso, unas normas de lo que hay que decir y cómo, pero lo que sí sé es que ya va siendo hora de que la próxima presidencia sea ocupada por una mujer y, desde luego, mi candidata preferida es mi tocaya mallorquina.
*Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto' (Menoscuarto).