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Catatonia contra Espantania: la novela del 'procés'

Infierno, Purgatorio, Paraíso

Jordi Ibáñez Fanés

Tusquets (Barcelona, 2021)

A pesar del título que lleva esta reseña, la narración que nos ocupa no trata solo del procés, sino que aborda sobre todo sus antecedentes, la confrontación entre dos personajes. Clotas (el acusador, la voz crítica de quienes no comulgan con el nacionalismo) y Capgràs (el acusado), la víctima y el verdugo, y de sus consecuencias: el desastre que ha supuesto para los ciudadanos de Cataluña la injustificada radicalización del nacionalismo, que aunque llegó a su punto culminante en el 2017, con el intento de golpe de Estado, fue cuajándose, en sus peores perversiones, desde la llegada al poder de Jordi Pujol.

Si con él empezó a empollarse el huevo de la serpiente y se institucionalizó la corrupción, sus sucesores, Maragall, Montilla, Mas, Puigdemont, Torra y el triste Aragonès, no han resultado ser mejores líderes. El primero, que tantas esperanzas había concitado entre sus votantes progresistas, entre los que me incluía, tras la denuncia de la exigencia del 3% de las obras, por el partido de Pujol, acabó cayendo en un radicalismo nacionalista semejante al de su predecesor. No en vano, un buen número de sus consellers pasaron pronto a alinearse con los independentistas, empezando por su propio hermano Ernest. En fin, si el cargo no lo hubiera ocupado antes Tarradellas, habría que pensar que tamaña radicalización resultaba inherente a él, pues ya en la II República padecieron más de lo mismo.

No en balde, casi todos ellos, si bien en diversos grados, se han mostrado radicales, corruptos, racistas, intolerantes, incompetentes y con complejo de superioridad (Montilla aparte, claro). Los cuatro últimos presidentes han utilizado a conveniencia la legislación vigente, saltándosela a la torera cuando les convenía. Todos, además, incluidos Maragall y Montilla, sin excepción, han ignorado a esa otra mitad de ciudadanos de Cataluña que no comulgaba con el nacionalismo obligatorio.

Estamos, por tanto, ante una lúcida sátira política, que cuenta la historia de estos años recientes con una complejidad y brillantez mayor que las numerosísimas crónicas periodísticas que se han dedicado a estos hechos, de ahí la cita inicial de Juan Marsé, muy crítico siempre con el nacionalismo, y más aún con el independentismo catalán, y ante lo que ha supuesto, para Cataluña y para el resto de España, el nacionalismo radical que hoy atesora todo el poder en su comunidad autónoma.

La novela se divide en las tres partes que ya se anuncian en el título, y que simplificando podrían entenderse como un proceso de gradación que —digamos—transcurre de lo malo a lo bueno. Todas ellas se complementan, pues los personajes son casi los mismos, y la acción continúa o se anticipa, como suele suceder en los relatos de ficción, aunque no siempre los vemos juntos en escena, en un movimiento que va del presente al pasado. O como Clotas comenta en la novela: “el futuro es un pasado anterior (…), el pasado se ha incrustado en el presente y el futuro es cada vez más antiguo…” (página 68). Incluso podría decirse que nos encontramos ante una divina comedia catalana, donde se alude a una conocida frase de la obra de Dante: la avara poverta dei catalani, que se cita a medias (página 72).

En la primera parte, en el Infierno, titulada El futuro anterior, se cuentan los avatares del viaje de Jordi Martínez (es probable que los lectores se pregunten qué tiene este y otros personajes, como Clotas y Blassi, del autor), el narrador protagonista, a “un país de muertos”. Se trata de un lugar devastado, “Un mundo que se acababa”, tras un “largo proceso de degradación, el esfuerzo de la mentira y el autoengaño, esa lluvia ácida de intoxicación y manipulación que nunca podré perdonarles”, señala Clotas, durante la acción que sucede en un “tiempo cuántico” (páginas 16 y 70-72), pues el viajero no parece ser consciente de cuánto ha transcurrido, mientras se dirige en taxi a Villa Bellesguard, donde ha sido invitado a cenar, la residencia de Clotas, coprotagonista del relato y su amigo y maestro, un tipo cosmopolita que ha vivido en París o Madrid y confiesa haber sido feliz en Zurich. Este le contará a Jordi Martínez que, tras el accidente que sufrió en un taxi en el 2004, se cuenta en el comienzo de la novela, los sucesos transcurridos durante esos años que se han borrado de su memoria, cómo se llegó a la catástrofe actual.

En ese periplo, Jordi Martínez se encontrará con su amada Tana, protegida de Clotas; con el conjunto de expresidentes de la Generalitat, que aparecen como seres degradados, esperpénticos: Capgràs (trasunto de Jordi Pujol), a quien acusa de soberbio y de cultivador del victimismo; Capavall (Maragall); Puntilla (Montilla); Gas, el Astuto (Artur Mas), que fue quien nos llevó al infierno (página 78) y a quien tacha de sinvergüenza; el Yeti, también conocido como el Muy Abominable (Puigdemont), a quien Clotas llama idiota y payaso; y el Gran Bobo (Torra), un desequilibrado, según sus propios seguidores. A Pere Aragonès, el gris, gris, lo salva la cronología, pero ya se le pueden achacar unas tropelías y un empecinamiento semejante al de sus predecesores.

En la primera parte, pues, son tachados de muertos, según anticipa la cita inicial de Charles Cros, y como ellos mismos reconocen, al menos los más lúcidos, aunque todavía alguno no se haya percatado de su condición; así, por ejemplo, el fugado golpista de Waterloo, los indultados o la pintoresca presidenta del Parlament, conocida entre la población catalana como la geganta del Pi (un cabezudo que proviene de comienzos del XVII, y que en el siglo siguiente dio lugar a una canción popular que todavía se canta), encausada por varios delitos y muy amiga de amagar y no dar, de tirar la piedra y esconder la mano.

La segunda parte, Purgatorio, lleva el título de Un cuento navideño, claro que se trata de una más que peculiar narración de ese subgénero, con las hechuras propias de la novela negra. Aquí, Carles Blassi, subinspector de los mossos, investiga el suicidio del periodista Alfons Quintà, tras asesinar a su mujer, Victoria Bertrán, durante las Navidades del 2016. Unos hechos que la prensa aireó, sobre todo la catalana, y puntualizó Jordi Amat en un libro de mucho éxito. Lo más sustancial, sin embargo, donde todo se quintaesencia, es la conversación que el subinspector (sedado por un gorila del ya expresident) mantiene con Capgràs, aunque se trata más bien de un monólogo del político, quien apenas le deja meter cuchara en la conversación a su interlocutor.

La tercera parte, Paraíso, titulada Viaje a Citera (por su culto a Afrodita, la isla griega del amor, el lugar donde se cumplen los sueños, cuyo nombre nos remite a Baudelaire, Nerval y a unos cuadros de Wateau, para quien la isla era un lugar de libertinaje [“Peregrinación a la isla de Citera”, 1717; y “Embarque a Citera”, 1718], p. 372 —como curiosidad, que viene a cuento, en el siglo XIV la isla fue utilizada como base contra los catalanes, enemigos entonces de Venecia—), se centra en la conversación mantenida entre Clotas y Capgràs, viejos amigos cuya relación había experimentado grandes altibajos. Gran parte de la acción transcurre durante el mismo día en que el president confesó que había incumplido las leyes. El desenlace resulta más amable, pues se relata qué ha sido de los personajes principales. Se cuenta, además, la experiencia sadomaso de Giacomo, el hijo de Clotas, sobre cuyos paralelismos con la confesión de Capgràs ha llamado la atención Ródenas de Moya en su reseña en el diario El País.           

El caso es que Clotas combate las sinrazones de Capgràs y desmonta con sólidos argumentos las excusas que vienen manejando sus partidarios y sucesores. Pero lo más grave de toda esta historia es que Jordi Pujol, su referente en la realidad, como hemos señalado, tras haber confesado sus delitos, sigue siendo admirado y homenajeado en Barcelona, lo que constituye una prueba más de la podredumbre que reina en una parte significativa de la sociedad catalana. También es necesario decir que el autor no se muestra más benévolo con la probada corrupción del PP, ni con la del PSOE andaluz, aunque como diría el propio Pujol, "avui, això no toca".

Podría decirse, por tanto, que estamos ante una novela de personajes, quienes reflexionan apenas sin descanso: Jordi Martínez, el narrador; Clotas (el intelectual lúcido, crítico, homosexual, rico y culto, pero que ha fracasado como empresario periodístico) y Pepe (su pareja); Xavier Claró, el filósofo que trabaja en la Generalitat, amigo de Clotas (¿trasunto de Rubert de Ventòs?), pero a quien tacha de “tonto de solemnidad” (página 86); Capgràs (Jordi Pujol), con ingredientes del personaje real, pero también del Ubú, de Alfred Jarry, y del de Boadella; el periodista Alfons Quintà; el subcomisario Blasi, en la segunda parte, quien investiga el suicidio del periodista y el asesinato de su mujer, etc.

Es también una narración en la que el diálogo, a veces convertido en casi monólogo, adquiere mucha relevancia, como ocurre, por ejemplo, en los capítulos segundo, entre Capgràs y Blassi, y tercero, entre Clotas y Capgràs. Pero se trata, en esencia, de una obra simbólica, con constantes referencias y alusiones a la tradición cultural, literaria, pictórica y musical, sobre todo, pues en sus páginas aparecen, además de Dante, músicos, escritores y artistas como Wagner, Alfred Jarry, Valle-Inclán, Kurt Schwitters, Canetti, Ballard, Gil de Biedma, Szymborska o Albert Boadella (quien no sale bien parado, páginas 74 y 75).

Y a este respecto, desempeña un papel significativo el cuadro de Sandro Chia que se reproduce en la cubierta y en la contra, titulado Troglodite Erudite. Se trata de uno de los componentes de la transvanguardia italiana (movimiento del que también formaron parte Francesco Clemente y Enzo Cucchi), cuyas imágenes alegóricas, las del cuadro citado, se comentan en la novela (páginas 45, 436 y 445). A diferencia de lo que ocurre con muchos pintores, Chia suele concederle importancia a los títulos de sus cuadros, a menudo de gran formato, en los que suele evocar momentos de su propia vida, utilizando figuras humanas monumentales, de aspecto heroico. En la narración se comenta que dicho cuadro está en Bellesguard, aun cuando no llegamos a saber si se trata del original o de una copia, dado que Giacomo, el hijo de Clotas, a quien se lo ha regalado, es marchante de arte, aunque no siempre actúe respetando la estricta legalidad. Se trata de un díptico que no se reproduce completo, pues en el otro panel, más pequeño, aparece escrito el título de la obra.

La novela ha aparecido simultáneamente en castellano y catalán, aunque según el autor, considera ambas versiones originales, y de hecho existen diferencias significativas entre la una y la otra. No sé si la lengua pretende singularizar el peculiar castellano que se habla en Cataluña, plagado de catalanismos.

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Esta es una novela muy ambiciosa, diría que excepcional, que se ocupa de un asunto complicado, poco grato, pues juega con el tiempo, predomina en ella la reflexión y el diálogo sobre la acción, no carece de humor, y cuyo autor demuestra conocer al dedillo los entresijos de los distintos avatares políticos que hemos sufrido por extenso los ciudadanos de Cataluña en las últimas décadas. Y si me permiten la simplificación, creo que podría leerse como la Patria catalana, una novela necesaria que muchos veníamos echando de menos, y cuyo valor estriba sobre todo, más allá de las opiniones políticas, en su excelencia literaria.

 

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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