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Los libros

Crecer menos, crecer mejor

Portada de Riqueza nacional y bienestar social, de Albino Prada.

Antón Baamonde

Riqueza nacional y bienestar social

Más desarrollo con menos crecimiento

Albino Prada

Universidad de Vigo

Vigo

2021

El capitalismo ha sido, si no siempre, al menos desde la revolución industrial y la producción masiva de objetos, una enorme fábrica de sueños. Si atrapa a la gente, y si consigue que los individuos se ajusten al sistema es porque captura la imaginación: esa delgada línea en la que nacen las representaciones de la mente y en la que tan bien se acoplan y congenian ideas y deseos.

Esa desconocida raíz común se aliena a través de Instagram y otros dispositivos y máquinas deseantes. En medio de la aparente confusión de nuestro mundo misterioso el capitalismo nos asigna no tanto un lugar —que también— sino, sobre todo, una pantalla sobre la que se dibuja aquello que aspiramos a ser. Si algo nos muestra el reciente libro de Shoshana Zuboff acerca del capitalismo de la vigilancia es la razón que tenían y tienen las distopías al avisarnos sobre la posibilidad de un mundo sin pensamiento ni autodeterminación individual. Los datos que nos roban —es también la tesis de Eli Pariser— nos encierran en una burbuja narcisista, poblada de los reflejos de nuestras propias búsquedas en la red.

La fantasmagoría es pues el mecanismo central del sistema económico y son sus desarrollos los que nos roban el alma. Si por algo hemos de estar preocupados es por que se consume el vaciamiento espiritual del mundo. Lo que ha sucedido en las últimas décadas es un achatamiento del horizonte. La línea del horizonte se ha ido poblando de los fantasmas de la incertidumbre, el miedo y la ira. Volvemos a lo gótico. Ese es el caldo de cultivo de la extrema derecha y de ahí que sea urgente la reconstrucción de la seguridad y la alegría de vivir.

Sirva esto para encuadrar el nuevo libro de Albino Prada Riqueza nacional y bienestar social (Miscelánea, Universidad de Vigo, 2021). Como buen economista, el autor se mueve con ligereza entre índices, porque, al fin y al cabo, la economía ha de cuantificar el mundo. Lo hace para denunciar las aporías de un mundo imposible e insostenible. Si todos los países de la tierra siguiesen la senda de los cuarenta países de mayor crecimiento necesitaríamos, según nos informa, al menos otro planeta.

De ahí que no podamos confundir crecimiento y desarrollo. Y que el objetivo sea promover más desarrollo con menos crecimiento. La buena noticia es que “es posible acercarse al nivel de bienestar de algunos de los países más ricos del mundo sin igualar su nivel de producción y consumo”. Los capítulos del libro muestran, de modo empírico, cómo es posible más desarrollo social con menos crecimiento. Y, a la inversa, muestran cómo países con mucho crecimiento (Estados Unidos y China, ciertamente) tienen niveles mucho más bajos de desarrollo social.

Esa es la utopía posible. Un mundo en el que la producción de bienes sociales depare una mayor esperanza de vida, una menor natalidad fruto de la educación y el acceso al trabajo asalariado de las mujeres, una mayor igualdad e inclusión social y, a ser posible, una existencia feliz, no cegada por la persecución de cosas tales como mayores tránsitos aéreos o el consumo compulsivo, que destruye tantas mentes, de series en Netflix.

A Albino Prada le anima el combate por una sociedad decente (Sandel) en la que se realice el ideal de justicia de Rawls: que “la calidad de vida de todos y cada uno de los ciudadanos del mundo no dependa del país, la generación, la región, la familia o la herencia genética que a uno le haya otorgado el azar”.

Albino Prada nos informa de que en 2017 se alcanzaba la cifra de millonarios más alta de la historia, al mismo tiempo en que el MIT manejaba previsiones futuras de un desempleo global del ochenta por ciento: “despilfarro de riqueza en un lado y despilfarro de capacidades humanas en otro”. En ese mismo año en Europa se superarían los mil millones de pasajeros aéreos, “un medio de transporte altamente contaminante: nada menos que el triple de un automóvil y veinte veces más que un tren convencional”. No menos impresionante es esta otra cifra: cada niño estadounidense contempla cada año cuarenta mil anuncios publicitarios, sin contar los incluidos en los diversos programas de entretenimiento.

Son cifras que muestran un crecimiento económico ligado a un enorme despilfarro. La hipótesis de trabajo de Albino Prada va, sin embargo, en dirección contraria: es posible la mejora del bienestar y un elevado grado de desarrollo social sin (tanto) crecimiento de la producción y el consumo. La calidad ha de sobreponerse a la cantidad para no alimentar los colapsos ambiental, humanitario, de calidad de vida y social que amenazan nuestro tiempo.

En Riqueza nacional y bienestar social se analizan las no evidentes relaciones entre el nivel de riqueza y los índices de desarrollo humano y social tanto a escala mundial como en las regiones europeas. En lo que a Europa se refiere se nos muestra cómo Leipzig, Devon o Essex igualan el nivel de desarrollo social de Bruselas o Luxemburgo, regiones mucho más ricas. Equilibrar mercados, Estado y pro-común sería el objetivo, “en favor de la redistribución del tiempo de trabajo y de producir (menos) bienes y (más) servicios”. Es posible, según el autor, financiar lo público, para lo que avanza distintas propuestas. Una de ellas, la de Piketty de crear un impuesto mundial progresivo sobre el capital que evite la elusión y el dumping fiscal.

Territorio cómplice

Territorio cómplice

Que sea posible más desarrollo con menos crecimiento es no sólo una propuesta. Lo que muestra el texto de Albino Prada, que se acompaña de cifras y gráficos muy ilustrativos, es que esa posibilidad ya está ahí, ante nuestras narices, pero que hay que saber verla. Albino Prada nos ayuda a hacerlo porque es siempre claro, directo, pedagógico y no se anda por las ramas.. Queda en pie, sin embargo, el problema de cómo capturar la imaginación de la gente para que la justicia y la sociedad decentes no sean arrasadas por los tipos de impulso ciego y la fascinación por el consumo tecnológico que conducen a la gente a perder la perspectiva sobre su vida, aún a riesgo de perder también su lugar y su hogar en el mundo.

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Antón Baamonde es ensayista y profesor. 

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