David Uclés: "La situación actual es muy similar a la Segunda República en ideales y enfrentamientos"

El escritor David Uclés, autor de 'La península de las casas vacías'

Trece ediciones consecutivas acumula ya La península de las casas vacías (2024), la novela total sobre la Guerra Civil de David Uclés (Úbeda, 1990), convertido para su propio asombro en el escritor del que todo el mundo habla y al que todos reclaman con su tercera obra –las anteriores fueron El llanto del león (2019) y Emilio y Octubre (2020)–. La 'culpa' de esta atención desmedida la tienen las 700 páginas que narran nuestra terrible contienda en clave de realismo mágico, fruto de nada menos que quince años de escritura, trabajo, documentación, reescritura, investigación y más reescritura hasta que apareció la editorial Siruela para abrirle sus puertas y que todo, al fin, sucediera. "Agradezco públicamente a todos aquellos editores que no confiaron en el libro porque me hicieron un gran favor. Si lo hubiera publicado hace cinco años no habría sido lo mismo", apunta a infoLibre. Con el jienense charlamos.

Lo primero que llama la atención de La península de las casas vacías, antes incluso de acometer su lectura, es saber que es fruto de quince años de trabajo. Tres lustros.

Cada vez que lo digo luego reflexiono. Es verdad que empecé a escribir esta novela a los 19 años, y ahora tengo 34, de manera que no ha habido ningún momento de mi edad adulta en el que no estuviera trabajando en ella. Todas las parejas, las mudanzas, los amigos... siempre me han escuchado hablar sobre este libro. Una locura. Miro atrás y me asombro, no sé cómo fui capaz de ser tan constante. Probablemente, porque cuando no tienes editor, ni nada, piensas que nunca la vas a publicar. Yo hasta hace año y medio contaba con esa posibilidad, con que a lo mejor nunca suena la flauta. Por eso, trabajaba mucho en el libro, porque una de las posibilidades más posibles era que nunca lo publicara.

¿Cómo fue el proceso de documentación? Leíste de todo y viajaste incluso por toda España (Iberia, mejor, en este caso).

Es imposible leer casi todo lo escrito sobre la Guerra Civil, pero sí que lo más célebre y lo más famoso de nuestra literatura lo leí y lo subrayé. Leí muchísimos ensayos escritos aquí y fuera, vi documentales... la beca Leonardo hizo que pudiera viajar durante diez meses a todos aquellos lugares a los que habían ido previamente mis personajes por toda la península. Incluso luego me mudé a sitios para aprender sobre esas regiones y enriquecer el texto, por eso viví en Galicia, Euskadi, Cataluña, Madrid, Andalucía... La última mudanza que iba a hacer era a Lisboa, porque como soy iberista, quería también fortalecer esa parte, pero en el último momento no pudo ser. Así que no solo investigué, sino que me mudé a las regiones para enriquecer el texto.

¿Eso convierte esta novela en algo antropológico al no solo contar lo que pasó, sino lo que fuimos y, en última instancia, lo que somos?

Eso es lo que más me gustaría a mí que se llevara el lector. De hecho, hay una parte en la que tenía miedo porque no sabía si estaba siendo demasiado didáctico, porque al lector le explico todo, también cosas que ya sabe, como qué es un bar o quién es Franco. Pero es que en mis fabulaciones yo me decía que si algún día se traducía a otro idioma, al ser un libro tan antropológico, sería útil para ese lector extranjero tener todas las nociones desde cero. Y ahora estoy feliz de haberlo hecho así, porque por ahora se va a traducir al italiano y al portugués, y hay otras a punto de salir.

Ahora sí le estoy viendo las orejas al lobo y estoy defendiendo un poco esa tesis de que vamos otra vez abocados al tajo, como decía Francisco Ayala. Ahora se me está despertando el miedo

Gracias a haberlo explicado así, vemos en la novela muchos tipos de españoles, que igual no cambian tanto con el paso de los años. ¿Nos podemos reconocer desde el presente en estos personajes de hace ya casi un siglo?

Podemos hacer esa analogía, sobre todo a partir de los españoles de mi generación hacia atrás. Luego ya las nuevas generaciones no tanto, porque están muy homogeneizadas con las redes sociales, la individualización del ser y demás, por lo que se están perdiendo las nociones políticas, el abanico de diferentes ideologías, por un individualismo brutal. Más allá de eso, la situación es muy similar políticamente a la que yo veía en la Segunda República en cuanto a ideales, a tropiezos políticos y a enfrentamientos también.

Se dice mucho que la Historia se repite pero, ¿cada vez es más clara la analogía respecto a un siglo atrás con lo que estamos viviendo ahora en el mundo?

Empecé esta promoción en marzo del año pasado con una entrevista en 'El País' que puso de titular "no me extrañaría una posible Guerra Civil entre españoles". Me enfadé mucho, renegaba de ese titular, ni siquiera lo publiqué en las redes, pero ahora ha cambiado todo mucho en menos de un año con Trump, Gaza, las elecciones francesas y tantas otras cosas. Ahora sí que le estoy viendo las orejas al lobo y estoy defendiendo un poco esa tesis de que vamos otra vez abocados al Tajo, como decía Francisco Ayala. Ahora se me está despertando el miedo.

A los políticos se les debería exigir la responsabilidad de no dar discursos que incentiven el odio, pero la mayoría lo hacen

Eso justo se ve en la novela, pues tenemos a los vecinos de Jándula, el pueblo donde arranca la historia, viendo cómo se aproxima la guerra, pero sin nunca creérselo del todo. Ni cuando la tienen ya encima. 

Como nosotros. Justo he publicado una columna en 'La Vanguardia' que trata sobre esto, porque Lorca podría intuir algo, pero no sabía cuando estaba en Nueva York en 1929 que iban a matarlo siete años después e iban a enterrarlo debajo de cualquier olivo. Eso no lo sabía, no podía imaginárselo. Y no solamente Lorca, sino también Machado, Azaña, porque cualquier intelectual de la época que luchaba por la República no podía imaginarse que en cuestión de unos años iban a quedar desterrados. Nadie se lo imagina hasta que ocurre. Antaño nos manifestábamos más, íbamos más a los bares a charlar, pero hoy en día no, de manera que como haya una crisis en esta sociedad en la que cada uno mira solo por sí mismo, va a ser un desastre.

No creo que fuera lo que quisieras cuando empezaste a trabajar en ella hace quince años, pero aquí está La península de las casas vacías con trece ediciones. ¿Se está leyendo tanto que, de alguna manera, puede servir para frenar la deriva del mundo actual con tanto mensaje de odio y auge de la ultraderecha?

Sí, sí. No era la intención, porque pese a todo soy muy poco militante. Quiero decir, soy una persona militante, tengo mi ideología y la defiendo, y aunque no era la función principal del libro, sí que entiendo que sirve como instrumento de memoria democrática y te hace reflexionar. El rol que ha asumido es ese y yo feliz de ayudar a cualquier causa noble. Yo no voy a volver a escribir sobre la Guerra Civil porque mi camino literario va por otro lado, pero si hay algo con lo que me quedo de este último año es con el descubrimiento de este 'yo militante' en cuanto a fortalecer nuestra memoria democrática. Eso lo continuaré haciendo y participaré en todos los actos necesarios para que no olvidemos lo que pasó, para que no vuelva a suceder otra vez. Una frase muy manida, pero real.

Esta novela nace por todo lo que te iba contando tu abuelo. Queda cada vez menos gente que nos pueda contar aquellas historias de primera mano: ¿les hemos preguntado lo suficiente a nuestros padres y abuelos?

Sí, hay mucho de intrahistoria de la memoria familiar. Ese es el origen de todo esto, que su memoria no muriera cuando él falleciera. Incluso mi germen como escritor, porque yo ya hacía música y pintaba y no quería otra cosa, pero era una necesidad que sus historias no desaparecieran con él. Un sentimiento que ha despertado la novela es que los lectores quieran preguntar a sus mayores. Me han transmitido mucho cosas del tipo 'voy a aprovechar que tengo a mi abuelo todavía vivo', y otros me han hablado de la tristeza por no haberles preguntado lo suficiente. Recuerdo también a personas mayores que me han dicho que mediante la lectura han podido despedirse de los suyos cuando no pudieron hacerlo. O que han comprendido cosas, como me dijo un chico: 'Ahora entiendo a mi abuelo'. Todo esto me emociona mucho, porque a cada uno le remueve una cosa diferente y eso es muy satisfactorio.

¿Qué aporta el realismo mágico a la hora de contar algo tan trágico como la Guerra Civil?

Hace más atractivo el libro, sirve de gancho para que la gente se acerque a él. Pero este es un análisis que yo he hecho a posteriori, porque el realismo mágico es mi estilo. Quizás luego me vaya por otros derroteros, pero mi anterior novela, la siguiente que saldrá y esta están escritas bajo esa etiqueta, que solamente es jugar con la lírica, con las imágenes, para distorsionarlas y devolvérselas al lector de otra manera, para que se le quede mejor lo que quiero transmitir. Llamémoslo realismo mágico o simplemente alejarse un poco del realismo puro y jugar con la lírica, que es algo para mí fundamental e imprescindible en la literatura.

¿Ya sabes cuál es esa siguiente novela?

Voy a ser un poco más abstracto (risas). Me refiero a que en los siguientes proyectos seguiré con el mismo estilo y la misma voz narrativa. Pero no puedo decir mucho (risas).

Vale, cambiamos. ¿Por qué Iberia y no España? ¿Es una forma de tomar cierta distancia?

Exactamente. La intención no era política, ni de facilitarle nada al lector. Es simplemente porque yo soy iberista y me dije a mí mismo a los 19 años que en cualquier texto que yo escribiera nunca existiría ni España ni Portugal, sino que sería Iberia. Eso lo he cumplido siempre, y es para que se familiarice poco a poco el lector con esa posibilidad que nunca contemplamos de, en lugar de dividirnos, unirnos y crear Iberia. Sí que entiendo que eso facilita, ojalá sea así, ciertas situaciones porque, por ejemplo, un '¡Viva España!' no es lo mismo que un '¡Viva Iberia!' Eso puede ayudar a que el lector entienda mejor ciertas situaciones al quitarse de encima frases que él va a relacionar con su propia experiencia. También puede facilitar que el lector lo lea desde un lugar más objetivo, y que su subjetividad como español no le afecte a la hora de leer. Eso sí creo que puede ocurrir y es positivo.

Necesitamos refundarnos bajo un nuevo espíritu, nuevos signos, porque para mucha gente de este país la bandera, el himno, las instituciones que tenemos son obsoletas y símbolos que en su día defendieron el fascismo

¿El problema para mucha gente es el nombre de España en sí mismo?

Sí, por eso lo de Iberia. Necesitamos refundarnos bajo un nuevo espíritu, bajo nuevos signos, porque para mucha gente de este país la bandera, el himno, las instituciones que tenemos son obsoletas y son símbolos que en su día defendieron el fascismo. Por eso, para mucha gente es difícil portar la bandera de España. En Francia no lo es, pero aquí para muchas personas sí. Por eso digo que sería bonito refundarnos con un nuevo espíritu, para así poder ir adelante unos y otros con la nueva bandera de Iberia. Yo es que veo la solución a todos nuestros problemas políticos (risas). 

Hablemos del paralelismo entre Jándula y el Macondo de Cien años de soledad. ¿Te cansa ya hablar de esto o aún no?

No, no (risas). Eso sí, yo leí únicamente las primeras veinte páginas de Cien años de soledad, y ahí ya me di cuenta de que había una genealogía grande y me dije que quería hacer algo parecido. No leí nada más hasta este verano, que ya lo leí entero. Porque en su momento decidí no leerlo también diciéndome 'David, no lo leas, porque si lo lees a lo mejor se va a parecer demasiado'. Y menos mal que fue así. He trabajado durante todos estos años sabiendo que lo que yo escribía no tenía una influencia tan marcada de Gabriel García Márquez, porque eso me habría pasado factura. La gente encuentra esos paralelismos y yo lo celebro, pero no ha sido premeditado.

Si el lector quiere que los personajes principales sean los célebres, que lea un ensayo

Hablas de genealogía amplia y eso me lleva a pensar en los personajes anónimos de esta novela. Porque por supuesto hay muchas figuras políticas pero, ¿es la gente anónima la que mueve la Historia de verdad al ser los que padecen las decisiones de los dirigentes?

Exactamente. En la novela aparecen más de 600 personajes, pero los principales son los héroes anónimos. Porque yo quería trazar una historia universal desde personajes individuales, desde lo particular. Sí que salen personajes célebres, pero son bastante anecdóticos salvo el dúo que formaba Robert Capa, Unamuno que sale un par de veces o por supuesto Franco. El resto sale muy poco. Los importantes son los anónimos, sí.

¿Eso le da profundidad y hace que nos podamos identificar más con la trama?

Si el lector quiere que los personajes principales sean los célebres, que se lea un ensayo, que es lo más útil para eso. Pero si uno va a empatizar tiene que ser con personajes que le recuerden a su abuelo, o que pueda imaginar que así vivían sus bisabuelos, por ejemplo. El 98% de los españoles que lucharon en la guerra eran así, eran anónimos, eran gente noble que no quería disparar al otro, que disparaba medio metro hacia el lado. El cine nos ha acostumbrado muy mal, y también la literatura, a imaginarnos las batallas con una masculinidad tóxica importante con la que todos iban con mucha valentía y ganas de luchar, cuando eso no es así. Por lo menos en nuestro conflicto, los testimonios que yo recabé no son para nada así. Nadie quería ir a la guerra.

El mayor trauma de la Guerra Civil fue que de repente la gente no sabía en quién confiar

Esto me lleva a otra reflexión interesante que haces en la novela. ¿Lo peor de las guerras no es tanto luchar contra el contrincante político del otro bando como los ajustes de cuentas entre amigos y vecinos? Como planteas, nadie quería ir a la guerra pero, ya puestos, se aprovechaba para saldar las rencillas más mínimas.

A mí eso es lo que más miedo me daría. Si ahora de repente hay un golpe de Estado y el sistema cae, mi mayor miedo es que el vecino al que le caigo mal, el compañero de colegio que ahora teme que diga algo malo de él por tener un poco de voz o cualquier persona con la que tuve un rifirrafe... que esa gente ajuste sus cuentas conmigo. Ese es mi mayor miedo, eso me daría más miedo que la posibilidad de que formaran dos bandos en España y uno fuera contra mí, pues eso es mucho más impersonal. El trauma mayor fue ese, que de repente la gente no sabía en quién confiar, y las rencillas que hubo tan grandes. Esa fue una locura colectiva que provocó el golpe de Estado y por eso siempre recalco la irresponsabilidad total de los militares de dar un golpe de Estado en un momento en el que España estaba tan tensa. Esa fue la mayor irresponsabilidad y lo peor que pudieron hacer por esa tan alabada suya España.

Se acercan los Goya y ya sabes que siempre anda por ahí la coletilla esa de "otra película sobre la Guerra Civil". ¿Alguna vez dejarán de quejarse los que no quieren hablar de ella? ¿Por qué seguir publicando obras como La península de las casas vacías?

Hasta que no se cierren las heridas, este será un caldo de cultivo para los artistas, los pensadores o los historiadores. Cuando se cierre la herida, ya no se escribirá más sobre la Guerra Civil. Pero no se ha cerrado. Mira cómo no hablamos de las Guerras Carlistas, ni nadie hace películas sobre ellas. Pero claro, necesitamos ponernos de acuerdo, escuchar al otro antes de regurgitar la propia idea y cosas así que no se van a lograr. Siempre lo digo y es muy pesimista, pero creo que será el tiempo el que cierre esta herida, y no seremos capaces como sociedad de curarla nosotros mismos.

No veo a las dos Españas en el día a día, pero sí a grupúsculos ultra a los que les conviene eso

Y mientras tanto las dichosas dos Españas siempre a la gresca, ¿cada vez incluso más alejadas?

Ahí están, sí, cada vez parece que de nuevo más marcadas y alejadas. Pero, al final, en realidad no creo que haya dos Españas en este país, creo que hay grupúsculos ultra a los que sí que les conviene decir eso, que intentan ganar adeptos con este lenguaje del miedo y que pueden ser los que en algún momento determinado en el futuro puedan derribar la ley mediante estos mensajes. Yo no veo a las dos Españas en el día a día. Puede ser que veas que tu cuñado diga una cosa muy contraria a la tuya para chincharte, pero en realidad no veo esa grieta más marcada. Sí la veo en el Parlamento y eso es lo peligroso, porque es lo mismo que pasó con el golpe de Estado del 36. Es decir, a los políticos se les debería exigir la responsabilidad de no dar discursos que incentiven el odio, pero es que la mayoría lo hacen. Y flaco favor hacen a la población.

¿Por eso cada vez vemos más encuestas y estudios que apuntan a que un porcentaje creciente de jóvenes aceptarían vivir en una dictadura?

Porque se frivoliza, se banaliza lo que pasó, que no se ha enseñado bien. Eso es un peligro. El otro día fui a un instituto y un alumno me dijo '¡Arriba España!', otro que tenía ganas de leer la segunda parte si la hacía sobre Franco, otro más que su padre le enviaba vídeos de Franco... y se reían. Eso era impensable hace unos quince años, estamos cambiando como sociedad muy rápido y hay cosas sobre las que no se puede frivolizar.

Franco fue una persona falta de escrúpulos y dañina para la sociedad

¿Franco era un genio estratega o solo fue un tipo con suerte?

Para mí, depende del valor que le des a la palabra genio. Lo que yo considero un genio tiene que tener empatía emocional y, si no la tiene, ya no es un genio para mí. Entonces, para mí Franco no encaja en la definición que yo contemplo de genio. Sí de buen estratega, porque lo era, eso hay que dárselo, tendría inteligencia militar, pero emocional ninguna. Por tanto, no fue un genio, sino una persona falta de escrúpulos, dañina para la sociedad y que se cercenaba el propio cuerpo porque mataba a gente siendo general de todo un país, y eso es cercenar parte de tu propio cuerpo. No hay nada más ruin que eso, me da igual los pantanos que hiciera, ¿para qué quieres tanta agua si te estás quitando la sed?

¿Hay que celebrar los cincuenta años de la muerte de Franco que medio siglo después nos tienen de nuevo peleados?

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Hay que celebrar los cincuenta años de democracia. Hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío. No hay que conmemorar el aniversario de la muerte de Franco, pero sí celebrar el aniversario de la democracia. Que al final es lo mismo, pero cambiando el enfoque.

Una última. Ahora que la novela lleva ya trece ediciones y se sigue leyendo tanto, ¿qué sientes al pensar en todas las editoriales que te rechazaron? ¿Un poco como los Beatles quizás?

(Risas) Es que me ha venido muy bien, así que agradezco públicamente a todos aquellos editores que no confiaron en el libro porque me hicieron un gran favor. Y no soy un persona rencorosa, entiendo que hay tantas propuestas y reciben tantos manuscritos, que es lógico que hagan eso cuando les llega un manuscrito de 800 páginas de una persona de veintipocos años que te quiere contar toda la Guerra Civil en realismo mágico. Hombre, yo me habría quedado con curiosidad, porque yo valoro mucho la ambición de los escritores, y prefiero contratar a uno con ambición aunque tenga un producto más desordenado o una prosa más flaca, que alguien que pueda escribir mejor pero no tenga esa ambición. Aun así, yo entiendo que el mundo editorial es muy complicado y me dijeran que no. Por lo que, insisto, no guardo rencor a esas personas, sino al contrario, les doy las gracias porque si hubiera publicado este libro hace cinco años no habría sido lo mismo.

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