Como un libro de historia
Cuando llegue la hora - Félix Moyano
Pre-Textos (Valencia)
Desde que en 2017 publicara su primer poemario, Insostenible, Félix Moyano no ha dejado de recibir premios con cada una de sus aportaciones poéticas: Los amores autómatas (Premio Villa de Peligros, Diputación de Granada), La deuda prometida (Accésit del Premio Adonáis), y este último trabajo, Cuando llegue la hora, Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid, y ha sido incluido en las antologías Algo se ha movido: 25 jóvenes poetas andaluces; Piel fina. Poesía joven española; Antología de las mejores poesías de amor en lengua española, edición de Luis María Ansón; Cuano deje de llover: 50 poéticas recién cortadas y Prohibido fijar carteles: 30 poetas sin tierra. Convengamos que en el panorama editorial actual, donde miles de libros compiten por encontrar un hueco en las mesas de novedades de las librerías, y donde la poesía tiene aún más difícil ocupar ese lugar, el aval de premios de reconocido prestigio es una buena manera de dar visibilidad al trabajo solitario que todo escritor acomete, y que cuando consigue llegar a las manos del lector lo hace con un marchamo de calidad ya establecido por un jurado que lo ha elegido entre cientos de títulos presentados a los innumerables premios que cada año se conceden desde ámbitos tan dispares como editoriales, ayuntamientos, diputaciones, fundaciones y demás.
Cuando llegue la hora es un poemario que dispara directamente al corazón de los lectores y lectoras que se acerquen a él. Dividido en tres partes sin título, el libro se abre con dos citas muy acertadas de María Elvira Lacaci: "Yo quiero vivir al día, / lo mismo que las aves. / Ser pan de todos, sí / de los que conmigo muerden la agonía. / Y ya no aspiro a más. / Sólo a pudrirme –cuando llegue la hora– / junto a mis letras húmedas y doloridas"; y otra de Francisco Brines: "Ama la tierra el hombre / con gran fuerza, / por una ciega ley del corazón. / Todos los hombres saben / que un día han de llorar / de amor por ella". Ambas citas, junto a la dedicatoria del libro –A mi padre, que espera al otro lado.– nos dan una idea inicial del contenido posterior del libro, dedicado en gran parte a recordar la figura del padre ausente, pero tamizando el dolor con los recuerdos pequeños y cotidianos que su presencia ha dejado en nosotros, en nuestra casa, en los enseres cotidianos que usamos a diario y que, de repente, tienen una utilidad o un simbolismo que va más allá de su razón de ser, y así la cubertería se convierte en la posibilidad del daño: "Porque duro es el daño del metal, / pero vivo y celebro con mi herida / su dureza".
Un simple limonero se convierte en la voz del poeta en la posibilidad de algo eterno ("cuando el día llegase") que sobreviva a los que ahora disfrutan de una limonada todos los sábados. El poeta se enfrenta al dolor que eternamente ha sacudido a la humanidad al enfrentarse a la pérdida, sin que hayamos aprendido todavía a nombrarlo: "Hundimos la cabeza buscando una palabra / que defina el horror, pero no existe / ninguna solución establecida", y quizá por ello al sujeto poético no le queda otro remedio que esperar: "En el áspero mundo, allí te esperaré. / Prometo que estaré esperándote: / cuando llegue la hora".
La segunda parte del libro se abre con una cita de la poeta Alba Flores: "Pienso en ti como piensan las personas en sus muertos", y en ella Félix Moyano despliega una poética del dolor que en ningún momento excede el grado justo de sentimentalismo, aportando poemas breves de una dureza contenida pero suficientemente expresiva para que nos sintamos interpelados por un dolor personal que bien puede ser el nuestro, que nos refugiamos con el autor en una casa inacabada que el padre no pudo disfrutar, al lado de una madre "que recogió la llaga, el hueco, / el peso de la lanza en su costado.", y sabemos, con el poeta, lo que de manera irremediable se aprende de golpe: "Nadie nos avisó: / uno no empieza a ser un hombre / hasta que el yeso tapia, / con tu madre al lado, / eternamente el nicho de tu padre".
Heredero de una tradición que el poeta hace suya, algunos de los poemas tienen el eco inconfundible de Jorge Manrique ("¿Que el último trayecto no sea el mar?"), de Miguel Hernández ("que no ocupas la tierra con tus huesos"), de Ángel González ("En el áspero mundo, / allí te esperaré") o Federico García Lorca, a quien el poeta rememora citando el poema Niña ahogada en el pozo: " Sus ojos me recuerdan / a ese pozo: agua que no desemboca".
Y llega la hora de volver a la vida diaria, de salir a la calle y regresar a los asuntos cotidianos, al amor si es posible ("Hago zoom en tu casa / para sentirte cerca", espoleado por la cita de Joan Margarit que precede a los últimos poemas del libro: "Pero un herida / es también un lugar donde vivir". Así, Félix Moyano nos lleva de las pesadillas a la siesta, de una búsqueda en Google Maps a una mudanza o al placer solitario de quien escucha música y a pesar del frío del cristal de un móvil es capaz de utilizar sus manos para hacer que la distancia sea menos grave, sin olvidar que un dolor colectivo como el que sufrió la sociedad entera durante el estado de excepción provoca en el poeta un pensamiento que bien puede ser colectivo: "Mientras suben las cifras me pregunto: / ¿es que acaso el amor ya no está dentro / de las actividades esenciales?".
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El autor, finalmente, resume en un breve poema lo que puede ser la esencia de un libro luminoso a pesar del dolor: "Como un libro de historia, / guardado para siempre el arañazo / en mi piel: la herida tan profunda / de la muerte / guardada para siempre en este libro". Así debemos guardar los lectores este libro, como un suave arañazo de un poeta joven que es capaz de universalizar el dolor en una gavilla de poemas que lo encumbran como uno de los mejores de su generación.
* Javier Bozalongo es poeta y editor en Sonámbulos Ediciones. Su último poemario publicado es 'Mecanismo de arena' (El Toro Celeste, Málaga, 2024).