Mejor no mires hacia atrás

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Luis Ignacio Muñoz

Mejor no mires hacia atrás

Tenía en la memoria de aquellos días de sufrida infancia la vieja casa donde había vivido uno de sus amigos de la escuela, incendiándose una tarde. Las llamas tenían la altura de los pinos que bordeaban el río y durante la noche se continuaban viendo iluminar la distancia.

El olor a humo de troncos llegaba al patio traído por el viento mientras sus padres, de pie y en silencio, miraban la enorme llamarada que se fue apagando hacia la madrugada. Recordaba entre nebulosas otra de esas noches en que se apresuraron a empacar algunos enseres y lo llevaron de la mano por el monte en medio de la oscuridad. La voz de la madre repetía: “es mejor que no veamos cuando esos miserables empiecen a quemarla”.

Hasta que llegaron a una carretera muy lejos, ya clareado el día. Siguieron junto con otros hombres y mujeres por un largo camino que los trajo a la ciudad en medio del frio y las calles.

Amores de tarde y media

En principio lo hechizó su vestimenta provocativa, después su piel cálida que respondía sin quererlo a cada caricia y cedía a sus deseos irrevocables. Salió de aquel antro con la sensación de haber sido amado. La recordó y la siguió buscando por mucho tiempo. Incluso en otras pieles la quiso encontrar tantas veces. Ella lo olvidó esa misma tarde en medio del trago y la lujuria desbordada de otros hombres que la buscaron. Luego, desapareció del lugar con la ligereza de los fantasmas y nunca más volvió.

Los vengativos invasores

Los libros también se volvieron invasores y capaces de entrar sin preámbulo a cada una de las habitaciones y posesionarse de todos los rincones hasta desplazar a los propietarios de la casa. No les perdonaban que no los leyeran.

Laguna

 

Huir no será su salvación

Así huya en la más alocada carrera en el auto y quiera borrarme de su mente, sabe que estoy metida como un puñal en sus pensamientos. Que quiera tirarse al abismo y gritar. Que intente ser amable con quienes no lo conocen. Que se declare inocente y algunos le crean. Que se olvide. A donde vaya lo perseguiré como una maldición y las manchas de mis manos sangrantes le recordaran que de nada sirvió esconderse.

*Luis Ignacio Muñoz (Nemocón, Colombia) ha escrito cuentos y microrrelatos, al mismo tiempo que se ha acercado al cultivo de la poesía (Reloj de aire,  2006; e Inocencia de la noche, 2016) y de la novela. Sus microrrelatos, género al que le ha dedicado dos libros (Cuentos para rato, 2014; y Días de arena, 2023), han aparecido en diversas antologías y revistas, entre ellas la española Litoral

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