'El Ministerio de la Verdad'

Dorian Lynskey

El Ministerio de la Verdad es una biografía distinta. Es una biografía del conocido libro de Orwell 1984. Dorian Lynskey, el autor, es un periodista británico que ha indagado y trazado la vida de la distopía escrita por Orwell en 1949. El libro se adentra en todos los recovecos de 1984: relaciona la novela con los actuales problemas derivados de las noticias falsas.

Además, delinea las maneras en las que 1984 se ha ido leyendo a través del tiempo: desde cómo se leyó a mediados del siglo XX tras su publicación hasta cómo se ha leído desde entonces. De este modo, Lynskey realiza de manera continuada paralelismos con el modelo de vida actual y con la política en general, pero sin ser siempre explícito. La biografía, que ha entrado a las librerías este lunes, muestra también las influencias que Orwell tuvo en cuenta para realizar 1984, una de las obras más influyentes del siglo XX. La Guerra Civil española o el Londres sumergido en la Segunda Guerra Mundial son escenarios que, indudablemente, marcaron a Orwell y se reflejan en su obra.

infoLibre publica la introducción de esta biografía de la mano de la editorial Capitán Swing para disfrutar las primeras líneas de esta obra, que llegó a las librerías el 7 de noviembre:

Introducción

Diciembre de 1948. En una isla remota, un hombre está en la cama delante de una máquina de escribir intentando terminar el libro que más le importa. Está muy enfermo. Conseguirá terminarlo y, un año más tarde, morirá.

Enero de 2017. En Washington D. C., ante una multitud más pequeña de lo que le gustaría, otro hombre jura el cargo de 45.º presidente de Estados Unidos. Más tarde su secretario de prensa dirá que ha sido "la mayor audiencia en una investidura [¡y punto!] tanto en el país como en el resto del mundo". Cuando se le pide a la consejera del presidente que justifique semejante mentira, responde que son "hechos alternativos". Durante los cuatro días siguientes, las ventas del libro del primer hombre aumentarán un 10.000% en Estados Unidos y se convertirá en el best seller por excelencia.

Cuando el 8 de junio de 1949, en el ecuador del siglo XX, se publicó en el Reino Unido 1984, la novela de George Orwell, un crítico se preguntaba si un libro tan oportuno seguiría teniendo la misma influencia en las generaciones venideras. Treinta y cinco años más tarde, cuando el presente alcanzó el futuro imaginado por Orwell y el mundo no era la pesadilla que él había descrito, los críticos volvieron a anunciar que la popularidad del texto decaería. Han pasado otros treinta y cinco años desde entonces y 1984 sigue siendo el libro al que recurrimos cuando se mutila la verdad, se distorsiona el lenguaje, se abusa del poder y queremos saber hasta dónde puede llegar todo esto. Estamos en deuda con alguien que vivió y murió en otra época, pero fue capaz de identificar estos males y tuvo el talento necesario para presentarlos en forma de novela, una novela que Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, describió como "un código apocalíptico de nuestros peores miedos".

1984 no solo ha vendido cientos de miles de ejemplares, también forma parte del imaginario de innumerables personas que no lo han leído. Las expresiones y conceptos acuñados por Orwell

siguen siendo básicos en el discurso político y conservan su fuerza tras décadas de uso y abuso: la nueva lengua, el Hermano Mayor,  la Policía del Pensamiento, la habitación 101, los Dos Minutos de Odio, el doblepiensa, las nopersonas, los agujeros de la memoria, la telepantalla, el 2 + 2 = 5 y el Ministerio de la Verdad. Todo un año estuvo marcado por el título de esa novela y el término "orwelliano" ha convertido el nombre del autor en sinónimo de todo aquello que él odiaba y temía. La novela ha sido llevada al cine, a la televisión y a la radio, se han hecho versiones para teatro, ópera y ballet. Ha dado pie a una secuela (1985, de György Dalos), una versión posmoderna (Orwell’s Revenge: The 1984 Palimpsest [La venganza de Orwell. El palimpsesto de 1984]) y multitud de réplicas. El periodo de escritura de la novela inspiró la película de 1983 de la BBC The Crystal Spirit: Orwell on Jura (El espíritu cristalino. Orwell en Jura) y la novela de Dennis Glover The Last Man in Europe (El último hombre en Europa), de 2017. La influencia de 1984 se aprecia en novelas, películas, obras de teatro, programas de televisión, cómics, álbumes musicales, anuncios, discursos, campañas electorales y revueltas. Hay quien ha pasado años en la cárcel solo por haberla leído. No existe ninguna otra obra literaria del siglo pasado que haya tenido tal ubicuidad cultural y haya preservado su fuerza. Algunas voces críticas, como Milan Kundera o Harold Bloom, afirman que en realidad 1984 es una mala novela, con personajes pobres, una prosa monótona y una trama inverosímil, pero ni con esas han conseguido restarle importancia. Como señala el editor de Orwell, Fredric Warburg, su éxito ha sido extraordinario "a pesar de que es una novela que no pretende agradar y no es realmente fácil de entender".

Todo artista sabe que puede ser malentendido: es el precio que pagar por una inmensa popularidad. 1984 es muy conocida, pero no todo el mundo la conoce bien. El libro que tienes en tus manos pretende equilibrar esta situación y explicar de qué trata la novela de Orwell, en qué circunstancias se escribió y cómo ha influido en el mundo, ausente ya su autor, durante los últimos setenta años. Una obra de arte nunca es solo aquello que pretendía su creador, pero en este caso vale la pena revisar las intenciones de Orwell (a menudo ignoradas o tergiversadas) para entender el libro como tal y no como un cajón de memes. 1984 es al mismo tiempo una obra de arte y un medio para entender el mundo.

Este libro trata, por tanto, de la historia de 1984. Se han escrito varias biografías de George Orwell y algunos estudios académicos sobre el contexto intelectual de su novela, pero nunca se han intentado aunar ambos enfoques en una única narración, en la que se exploren también las repercusiones del libro. Me interesa la vida de Orwell principalmente para arrojar luz sobre las experiencias e ideas que alimentaron esta pesadilla tan personal en la que se destruye de forma sistemática todo lo que él valoraba: la honestidad, la honradez, la justicia, la memoria, la historia, la transparencia, la privacidad, el sentido común, la sensatez, Inglaterra y el amor. Comenzaré por su decisión de ir a luchar en la guerra civil española en 1936, porque en España fue consciente por primera vez de cómo la conveniencia política corrompe la integridad moral, el lenguaje y la propia verdad. Le acompañaré en los bombardeos alemanes de Londres, la Home Guard (Guardia Nacional), la BBC, los círculos literarios de Londres y la Europa de posguerra, hasta llegar a la isla de Jura, donde escribió su novela, para desmontar así el mito de que 1984 es un largo lamento desesperado de un hombre moribundo y solitario incapaz de enfrentarse al futuro. Quiero llamar la atención sobre lo que estaba pensando Orwell y cómo llegó a pensarlo.

Si tardó tanto en escribir 1984 es, entre otras cosas, porque la novela sintetiza ideas que desarrolló a lo largo de casi toda su carrera literaria. En ella, se condensan años de reflexiones, escritos y lecturas sobre utopías, superestados, dictadores, prisioneros, propaganda, tecnología, poder, lenguaje, cultura, clase, sexo, el mundo rural, ratas y mucho más, hasta el punto de que a menudo resulta imposible atribuir una frase o idea concreta a una única fuente. Orwell nunca dijo mucho sobre la evolución de la novela, pero dejó un rastro documental de miles de páginas. Aunque hubiese vivido algunas décadas más, 1984 habría supuesto el final de una etapa: como escritor, habría tenido que empezar de nuevo.

En la primera parte, contaré la historia de Orwell y el mundo en el que vivía: las personas a las que conoció, las noticias y los libros que leía. También dedicaré tres capítulos a algunas influencias cruciales para 1984: H. G. Wells, Nosotros de Evgueni Zamiatin y el género de la ficción utópica (y antiutópica). Orwell estaba familiarizado con todos los libros, obras de teatro y películas que cito, a menos que indique lo contrario. La segunda parte analiza la vida política y cultural de 1984 desde la muerte de Orwell hasta nuestros días. En el camino nos encontraremos con Aldous Huxley y E. M. Forster, Winston Churchill y Clement Attlee, Ayn Rand y Joseph McCarthy, Arthur Koestler y Hannah Arendt, Lee Harvey Oswald y J. Edgar Hoover, Margaret Atwood y Margaret Thatcher, la CIA y la BBC, David Bowie y la serie El prisionero, Brazil y V de Vendetta, La naranja mecánica e Hijos de los hombres, Edward Snowden y Steve Jobs, Lenin, Stalin y Hitler. A lo largo del texto, a veces expreso abiertamente la relación existente con la situación política actual, pero otras veces permanece implícita. No quiero estar machacando todo el rato a los lectores, pero conviene tener presentes a nuestros gobernantes.

Un breve apunte sobre terminología: "orwelliano" tiene dos significados opuestos; por un lado, las obras que reflejan el estilo y los valores de Orwell; por otro, los acontecimientos reales que amenazan dichos valores. Para evitar confusión, solo usaré el término en su segunda acepción y recurriré a "al estilo de Orwell" para la primera. En inglés, la novela se ha publicado con dos títulos: Nineteen Eighty-Four en Inglaterra y 1984 en Estados Unidos. Prefiero el primero, ya que considero que tiene más peso.

"Orwell alcanzó el éxito porque escribió exactamente los libros debidos exactamente en el momento debido", afirmó el filósofo Richard Rorty. Antes de publicar Rebelión en la granja y 1984, Orwell era conocido en los círculos políticos y literarios británicos, pero no era ni de lejos famoso. Ahora sus libros nunca están descatalogados, ni siquiera aquellos que él mismo desestimó como experimentos fallidos o de baja calidad, y podemos leer todas y cada una de las palabras que escribió, gracias al hercúleo trabajo editorial del profesor Peter Davidson: los veinte volúmenes de las obras completas de George Orwell (The Complete Works of George Orwell) contienen casi nueve mil páginas y dos millones de palabras. En 1949, los lectores de la primera edición de 1984 solo tenían acceso a una pequeña parte de lo que conocemos en la actualidad.

Como soy consciente de que Orwell elegía minuciosamente lo que compartía con su público, me he sentido un poco culpable al leer todo lo que escribió. A él le habría avergonzado ver reeditadas casi todas sus publicaciones periodísticas, por no hablar de sus cartas personales. Pero todo ello tiene valor. Incluso cuando estaba enfermo, saturado de trabajo o quería estar escribiendo cualquier otra cosa, su mente no paraba de buscar pequeños consuelos y soluciones a grandes problemas, muchos de los cuales alimentaron 1984. Incluso cuando se equivocaba, algo que pasaba con frecuencia, sus equivocaciones resultan sinceras e interesantes precisamente porque se negaba a modelar sus opiniones en función de una ideología o línea política. Tenía justo aquello que elogió en Charles Dickens: una "inteligencia libre". No fue, ni mucho menos, el único genio (también quiero destacar a algunos de sus coetáneos menos conocidos), pero sí fue el único escritor de su época que hizo tantas cosas tan bien.

Cyril Connolly, amigo del colegio de Orwell, recuerda que "había algo en él que hacía que quisieses caerle mejor". Lo mismo ocurre con sus obras y lleva a sus admiradores a buscar su aprobación, aunque sea imaginaria. Yo no tengo intención de santificar a un hombre que miraba con escepticismo a los santos, las utopías y la perfección en general. Solo siendo franco con sus equivocaciones y defectos (como solía serlo él) podré explicar tanto al hombre como al libro. A pesar de que su prosa crea la ilusión de que Orwell era un tipo decente y sensato que te estaba contando una verdad evidente que tú ya presentías pero aún no habías aceptado, en realidad él también podía ser impulsivo, exagerado, irritable, corto de miras y perverso. A pesar de sus imperfecciones, valoramos a Orwell porque estaba en lo cierto respecto a los aspectos principales del fascismo, el comunismo, el imperialismo y el racismo, en una época en la que muchas personas que tendrían que haber sido conscientes de muchas cosas no lo fueron.

Orwell sentía que vivía en una época maldita. Fantaseaba con otra vida en la que se pudiese pasar los días trabajando en el jardín y escribiendo obras de ficción en vez de verse obligado a convertirse "en una especie de panfletista"; pero eso habría sido un desperdicio. Su verdadero talento consistía en analizar y explicar un periodo turbulento de la historia de la humanidad. Puede parecer que sus principales valores (honestidad, honradez, libertad, justicia) son vagos y no significan mucho, pero durante la época más oscura del siglo XX Orwell lidió sin descanso con sus implicaciones, en público y en privado. Él intentaba decir siempre la verdad y admiraba a todo aquel que hiciera lo mismo. Si algo se basaba en una mentira, por conveniente y seductora que fuese, no podía tener ningún valor. Además, intentaba entender siempre sus pensamientos y el porqué de esos pensamientos: nunca dejaba de replantearse sus opiniones. En palabras de Christopher Hitchens, uno de los discípulos más elocuentes de Orwell: "No importa lo que piensas, sino cómo lo piensas".

Quiero ofrecerle al lector una imagen precisa de la postura de Orwell respecto a las cuestiones fundamentales de su época, así como explicar su evolución en el tiempo; pero no pretendo saber lo que él habría pensado sobre el Brexit, por ejemplo. Algo así solo se podría afirmar haciendo una selección de citas que rayaría en el fraude. Recuerdo haber escuchado en 1993 al primer ministro conservador John Major utilizar la frase de Orwell "las solteronas que van a misa en bicicleta, a recibir la sagrada comunión, en las brumosas mañanas de otoño" como si no formase parte de El león y el unicornio, una apasionada defensa del socialismo. El hecho de que los responsables de InfoWars, una página web conocida por difundir escandalosas teorías conspirativas, citen a Orwell de forma rutinaria pone de manifiesto que el doblepiensa es algo muy real.

Una novela que reivindican socialistas, conservadores, anarquistas, liberales, católicos y libertarios de toda clase no puede ser solo, como afirmó Milan Kundera, "un pensamiento político disfrazado de novela". Está claro que no es una alegoría precisa, como Rebelión en la granja, en la que cada elemento encaja con un clic en el mundo real. La prosa diáfana de Orwell esconde un mundo de complejidades. 1984 suele describirse como una distopía. También es, en diferentes grados que podrían discutirse, una sátira, una profecía, una advertencia, una tesis política, una obra de ciencia ficción, una novela de suspense, un libro de terror psicológico, una pesadilla gótica, un texto posmoderno y una historia de amor. Mucha gente lee 1984 de joven y la novela le marca (porque ofrece más sufrimiento y menos consuelo que ningún otro texto escolar), pero casi nadie se siente motivado a redescubrirla de adulto. Es una pena. Resulta mucho más rica y extraña de lo que seguramente recuerdas y te animo a leerla de nuevo. Hasta entonces, puedes encontrar un resumen del argumento, los personajes y la terminología en el apéndice de este libro.

Me topé con 1984 por primera vez cuando era un adolescente que vivía en un área suburbana al sur de Londres. Como dijo Orwell, los libros que lees de joven te acompañan siempre. Me resultó impactante y cautivador, pero estábamos casi en 1990, cuando el comunismo y el apartheid estaban tocando a su fin, reinaba el optimismo y el mundo no parecía especialmente orwelliano. Incluso después del 11 de Septiembre, la relevancia del libro seguía siendo relativa: se solía citar en relación con el lenguaje político, los medios de comunicación o los sistemas de vigilancia, pero no como algo relevante a un nivel global. La democracia estaba en auge e internet se consideraba algo positivo.

Sin embargo, mientras planificaba y escribía El Ministerio de la Verdad, el mundo cambió. La gente empezó a hablar con inquietud de las turbulencias políticas de la década de 1970 o, peor aún, de las de los años treinta. Las estanterías de las librerías se llenaron de títulos como Así termina la democracia, Fascismo. Una advertencia, El camino hacia la no libertad y La muerte de la verdad, en las que se cita a Orwell. Se reeditó Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt (anunciada como "la versión no ficción de 1984") y Eso no puede pasar aquí, una novela de 1935 de Sinclair Lewis sobre el fascismo en Estados Unidos. La adaptación televisiva que hizo Hulu de El cuento de la criada, la novela de 1985 de Margaret Atwood, resultó tan alarmante como si fuera un documental. "Antes estaba dormida —dice Defred, el personaje interpretado por Elisabeth Moss—. Así es como permitimos que sucediese". Bueno, pues ya no estábamos dormidos. Eso me recordó algo que había escrito Orwell en 1936 sobre el fascismo: "Pretender que el fascismo no es más que una aberración que pronto desaparecerá por sí sola equivale a soñar un agradable sueño del que se despertará bajo los golpes de una porra de goma". 1984 es un libro pensado para despertarte.

Dudar para evolucionar

1984 fue la primera novela distópica escrita a sabiendas de que la distopía era una realidad: había existido tanto en Alemania como en el bloque soviético, donde se había obligado a hombres y mujeres a vivir y morir entre sus muros de hierro. Puede que esos regímenes ya no existan, pero el libro de Orwell sigue explicando nuestras pesadillas, aunque estas cambien de forma. "Para mí, es como un mito griego, puedes hacer con él lo que quieras, sirve para examinarte a ti mismo", me dijo Michael Radford, director de la adaptación cinematográfica de 1984. "Es un espejo —dice un personaje de la versión teatral de 2013, dirigida por Robert Icke y Duncan Macmillan—. Cada época se ve reflejada en él". Según el cantautor Billy Bragg: "Cada vez que la leo, parece que trata sobre algo diferente".

Aun así, es terrible que la novela nos hable tan alto y claro en 2019, y dice mucho sobre políticos y ciudadanos. Aunque sigue siendo una advertencia, también se ha convertido en un recordatorio de esas dolorosas lecciones que el mundo parece haber olvidado desde la época de Orwell, sobre todo las relacionadas con la fragilidad de la verdad frente al poder. No quiero decir que 1984 sea más relevante que nunca, pero no cabe duda de que es más relevante de lo que debería.

Parafraseando a Orwell en Homenaje a Cataluña, su libro sobre la guerra civil española: prevengo a todos de mi parcialidad y de mis posibles errores, aunque he hecho lo posible por ser sincero.

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