Palestine Youth Club, la revolución feminista del baloncesto en el campo de refugiados de Shatila

Los milagros no existen, pero pueden ocurrir en cualquier lugar. Incluso en el rincón más desfavorable del planeta, donde y cuando nadie lo espera. Hasta en el campo de refugiados de palestinos de Shatila, suburbio amontonado a las afueras de Beirut, escenario de un terrible genocidio en 1982, donde hace trece años nació el primer equipo femenino de baloncesto del Líbano, integrado por jóvenes jugadoras palestinas, sirias y libanesas.
Un fenómeno prodigioso llamado Palestine Youth Club que no fue recibido con aplausos, precisamente, en una sociedad profundamente patriarcal y extremadamente machista, pero que contra todo pronóstico ha sobrevivido y se ha consolidado, superando todo tipo de resistencias familiares (prohibiciones, insultos, amenazas, palizas), carencia de recursos y problemas burocráticos. Saltando hacia la canasta por encima de todas esas dificultades, el equipo se ha convertido en refugio colectivo y puerta hacia el mundo, siempre enarbolando la bandera palestina, llegando a jugar en países como Irlanda, Italia o España. Puede que los milagros, después de todo, existan.
"El baloncesto acaba siendo un instrumento de empoderamiento para las niñas y la cancha un espacio de seguridad y refugio", remarca a infoLibre la periodista Txell Feixas (Barcelona, 1979), que conoció la existencia de este equipo durante sus seis años como corresponsal en Oriente Medio. Y lo que empezó como crónica, se ha convertido después en un libro en catalán, ahora también ya disponible en una nueva edición en castellano como Aliadas (Capitán Swing, 2025). Una historia que "es luz y esperanza" donde la autora solo esperaba "oscuridad".
"Aliadas nace de una de mis primeras crónicas como corresponsal en Oriente Medio. Al poner el pie en Shatila, pensé que era uno de los sitios más duros para vivir. Transcurrido mi período allí y vistos muchos campos de refugiados, sigo pensándolo. Por eso, me impactó mucho que en un lugar tan hostil, con tantas violencias estructurales, naciera este pequeño milagro de un equipo de baloncesto femenino", confiesa. "Aliadas cuenta cómo una acción individual de amor y protección de un padre hacia su hija se acaba convirtiendo en una revolución feminista en un el campo de refugiados de Shatila", apostilla.
Porque en el germen mismo de este equipo está el drama de un lugar de absoluta inhabitabilidad. No en vano, la historia comienza con la firme determinación de un padre de alejar a su hija de un destino marcado por la violencia del patriarcado. Así aparece la figura del tenaz 'capitán Madji', quien logra reunir a un grupo de niñas en torno a una destartalada cancha de basket, donde entrenan enfrentándose a su mayor rival: el machismo. "Lo que Madji quiere es apartar a su hija Razan de las violencias estructurales, principalmente el matrimonio infantil, que en Líbano es legal", recalca la autora.
Prosigue, asimismo, recordando la "brutalidad" de que "las 18 confesiones oficiales que hay en el país fijan su propia edad para casar a las niñas". Algunas las sitúan a los 9 años, otras cuando les viene la primera regla o en los primeros indicios de pubertad. Es en ese momento cuando Madji ve que su hija empieza a ser una "mujercita con once años" y no quiere que acabe como muchas de sus amigas, esto es, o bien "casada siendo aún una niña, embarazada poco después, e incluso muerta en el parto porque su cuerpo no está preparado, enganchada a las drogas, abandonando la escuela si es que iban, y convirtiéndose tan pequeñas en esclavas domésticas".
Sin embargo, la idea de Madji no gusta. Para nada (ni a su propia hija, que lo ve como una imposición y quiere seguir su propio camino). Puerta a puerta va intentando convencer a los padres de las jóvenes, que inicialmente se niegan en rotundo. Pero, de nuevo, milagrosamente, ceden. Y ocurre. "De esta realidad se pasa con los años a que algunos de estos padres que las prohibían entrenar, las encerraban y golpeaban, ahora incluso vayan a los entrenamientos con ellas, las aplauden cuando encestan, o bien las acompañan al aeropuerto cuando van a jugar a otro país". Es así como esta iniciativa improbable se convierte en una "mancha de aceite" que provoca un "cambio muy transversal", en el que todo a su alrededor se transforma: "Cambia a las niñas, por supuesto. Algunas me explicaban que antes de botar esa pelota querían ser buenas esposas y mejores madres, pero luego te cuentan que quieren estudiar y marcharse de Shatila".
Desde Shatila sufren el genocidio de Gaza como si fuera suyo otra vez, es un trauma, una herida psicológica que se les reabre con cada bomba que cae en la franja
Una historia de esperanza con muchas lecturas, donde "de principio a fin está Palestina", pues Madji es hijo y nieto de personas que ya huyeron de la creación del estado de Israel y la "limpieza étnica" de 1948, que escaparon y se instalaron en uno de tantos campos, en este caso del Líbano, "donde en 1982 sufrían otro genocidio, el de Sabra y Shatila, perpetrado por las milicias falangistas libanesas con la complicidad de Israel". Por eso, explica Feixas, desde Shatila "sufren el genocidio de Gaza como si fuera suyo otra vez, es un trauma, una herida psicológica que se les reabre con cada bomba que cae en la franja". "Estas semanas atrás, además, les caían más bombas de Israel sobre Líbano, cerca del campo de Shatila", agrega.
"Explicando Shatila explicas la historia de Palestina y su diáspora, algo ahora más necesario que nunca, sobre todo cuando los medios de comunicación acostumbramos a contar esta región desde la oscuridad, la muerte, la destrucción", remarca, insistiendo en su objetivo de aportar otra perspectiva de desde "la luz, la vida y la esperanza". Contando la realidad sin edulcorar, por supuesto, pues Shatila es un lugar inhóspito donde las mujeres padecen con crueldad todo tipo de violencias, pero sacan fuerzas de donde aparentemente no las había para plantarse y montar su propia revolución en la cancha (también hay otro equipo de críquet que la periodista conoce por casualidad, y que no hace otra cosa que redoblar su ilusión por el cambio).
"Para nada es una forma de criminalizar el campo de refugiados de Shatila, donde hay patriarcado, conservadurismo y machismo, como también lo hay en Líbano. En Shatila no es que sean más machistas o extremistas que en otros sitios de la región, es que es un sitio cerrado donde entra poca información, con lo cual la gente es muy vulnerable. El machismo se ceba en esta sociedad porque es un kilómetro cuadrado, un punto cerrado y desconectado de la realidad, así como de todo tipo de formación, información y concienciación. No es que Shatila sea un sitio peor, es que un sitio mucho más vulnerable donde el machismo se ceba con las mujeres", explica.
Y todavía continúa: "Shatila no es un campo cualquiera, es un campo de poco más de un kilómetro cuadrado que fue diseñado para 3.000 palestinos, donde ahora viven 30.000 personas. Es como una cárcel de cemento armado a cielo abierto como favelas verticales, sin electricidad buena parte del día, con agua salada y no potable, donde en la calle casi todos son hombres porque las mujeres no pueden salir sin su permiso. Todo ese aire irrespirable hace que ese kilómetro cuadrado sea un sitio muy duro, con unas violencias estructurales que hacen que el machismo en algunos aspectos y ciertos grupos de hombres se cebe. Pero no todos, porque también para contraponerlo está Madji, que además no es el único así del campo. Hay más agentes de cambio aplicando sin saberlo un feminismo muy revolucionario en medio de este patriarcado".
El feminismo sin duda existe en Oriente Medio, pero es más de supervivencia, una cuestión de vida o muerte
A pesar de este contexto tan contrario, no solo en Shatila sino en toda la región y en países colindantes, afirma la periodista, "el feminismo sin duda existe en Oriente Medio, que es una zona muy diversa, pero es más de supervivencia en general". "Aquí nos lo podemos incluso plantear como una elección ideológica de vida que elegimos, pese a que yo creo que todas las mujeres por el hecho de ser mujeres debemos ser feministas, pero allí es una cuestión de vida o muerte, para que no te maten por ser niña o mujer", destaca. "Y es un feminismo, en algunos países y lugares, más discreto y clandestino, porque en muchos de estos sitios una protesta te puede costar la vida", apostilla.
"En Afganistán o en Irán, si te preguntas donde están las mujeres en las manifestaciones, pues seguramente tejiendo redes de alianzas más discretas. En el caso de Afganistán con escuelas clandestinas, bibliotecas secretas, centro de educación en sótanos de las casas particulares... esa es su resistencia", detalla gracias a su experiencia como corresponsal, antes de sentenciar: "Que en Oriente Medio no las veamos protestar en las calles no quiere decir que no existan esas mujeres, simplemente es que han ideado sus sistemas para que no las maten por hacerlo".
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El deporte general y el baloncesto en particular, tan cotidiano para nosotros, se convierte así en el vehículo para las jugadoras con el que recuperar la condición de ciudadanía y la visibilidad en un mundo que prefiere fingir que no las ve cuando las mira. El milagro redoblado es haber llevado al Palestine Youth Club a jugar en otro países gracias a la organización Basket Beats Borders, que desde luego "derrumba fronteras y para ellas es la posibilidad de ver un poco más allá de ese kilómetro cuadrado en los suburbios de Beirut".
Quieren ser las niñas que son y soñar en las mujeres que quieren convertirse, y nada se lo va a impedir
"En los viajes siempre está la duda ética de si les compensa salir de Shatila unos días para luego tener que regresar. La mejor manera de responder a estas dudas es preguntándoselo, y todas te dicen que estos viajes fuera durante una o dos semanas a ellas les da combustible para soñar durante un año. Ellas desean salir como válvula de escape y como aprendizaje de este lado del Mediterráneo. De alguna manera el deporte para ellas termina convirtiéndose en su puerta, pues de otra manera no podrían salir del Líbano si no las invitasen", señala Feixas, que detalla en Aliadas concretamente una expedición a Madrid en la que terminan jugando contra el Estudiantes en el Polideportivo Magariños en 2022.
"La información y la educación salvan vidas", afirma Feixas a modo de conclusión de lo aprendido de estas jóvenes jugadoras, recordando además que el 'capitán Madji' vincula el deporte con la educación con la máxima de que "no hay entreno si no hay estudios". Es así como se produce en última instancia el empoderamiento final de unas mujeres decididas a cambiar el rumbo de su destino, en un primer momento sin saber lo que era el feminismo, pero ahora siendo un referente global para multitud de niñas: "Se ha acabado pedir permiso o esperar para dar el paso. Estas nuevas generaciones en Shatila y en muchos sitios de Oriente Medio han dicho 'hasta aquí'. Ha habido un punto de inflexión y ya no quieren esperar más a que les den el derecho de ser las niñas que son. Quieren ser las niñas que son y soñar en las mujeres que quieren convertirse, y nada se lo va a impedir".