Club de lectura

Tras los pasos de Pessoa

Elevador do Lavra, en Lisboa.

Chary Arbolí

Los clubes de lectura forman un tejido muy importante en la vida cultural. Les dejamos esta sala para que comenten sus lecturas y nos ayuden a componer nuestra biblioteca. Si formas parte de un club de lectura, puedes escribirnos a losdiablosazules@infolibre.es para contarnos vuestra historia y hacernos llegar vuestras recomendaciones.___________________________________

En la segunda experiencia viajera de nuestros clubes de lectura de la biblioteca pública Juan Ramón Jiménez (Sanlúcar la Mayor, Sevilla), no fue un libro lo que nos llevó a una ciudad. Esta vez la ciudad fue elegida y buscamos  lecturas relacionadas de algún modo u otro con ella. Nos apetecía saltar al país vecino y disfrutar de su capital de otra forma. Casi todas la conocíamos de haber ido con familia o amigos pero esta vez sería diferente, recorrer Lisboa como un grupo lector y desde la mirada de diversos autores con una gran vinculación a Portugal.

De una manera bastante aleatoria y personal, elegimos las siguientes lecturas: Sostiene Pereira (1994), del italiano Antonio Tabucchi (1943-2012), que se enamoró de la ciudad y fue profesor de Lengua y Literatura portuguesa. La novela está ambientada en la ciudad de Lisboa en 1938, en pleno régimen salazarista.

También elegimos una novela negra bastante interesante titulada Sólo una muerte en Lisboa (1999), del escritor inglés Robert Wilson (1957), que desde 1989 reside en Portugal. No podíamos olvidarnos de un poeta universal, Fernando Pessoa (1888-1935), natural de Lisboa y creador de numerosos heterónimos. Su Antología poética: el poeta es un fingidor, publicada en español en 1982, nos acercó al Pessoa extremadamente enigmático. En otra temporada también habíamos leído El invierno en Lisboa (1987), de Antonio Muñoz Molina, un homenaje al cine negro norteamericano a modo de intriga criminal. Con esta variedad  literaria  nuestras mentes se adentraron en la ciudad desde diversos frentes exprimiendo todo el jugo a los libros en nuestras tertulias, y completamente motivadas para el nuevo viaje.

En esta ocasión nos pusimos en manos de una agencia para organizar el viaje, ya que el idioma resultaba un hándicap para la búsqueda y reservas de alojamientos, visitas… Sin embargo, la ilusión, como en el anterior viaje, no nos faltó y volvimos a viajar en autobús disfrutando del paisaje y la compañía. Algunas repetíamos experiencia, otras venían por primera vez y todas nos sentíamos emocionadas e inquietas por liberarnos de nuestras rutinas al tiempo que compartíamos la necesidad de mirar con otros ojos una ciudad que ya conocíamos.

El hotel Amazonia estaba bien situado y era asequible. Compartimos habitaciones dobles excepto una individual para el único lector que viajó en esta ocasión con nosotras. Si uso el femenino es porque me parece más “acertado” ya que engloba a 20 mujeres y un hombre.

En un atardecer de un viernes de octubre de 2011 llegamos a la ciudad y después de dejar el equipaje en el hotel fuimos a cenar fuera y sobre todo a caminar por Lisboa, sin destino, un paseo nocturno por calles, plazas con fuentes, esculturas o estatuas de militares liberales y parques con árboles exóticos. Sentíamos el placer de volver a Lisboa con una libertad reconquistada mientras aspirábamos el agradable otoño de la cálida noche portuguesa.

La primera parada del sábado fue en la Praça do Comércio o Plaza de Comercio. En el extremo sur, impresiona ver a orillas del Tajo, los escalones de mármol que usaban las visitas ilustres para desembarcar en Lisboa. En una mañana casi primaveral , contemplamos los edificios, de color dorado,  mezclas de estilo neoclásico y barroco, con arcadas que rodean la plaza.  La revolución de los claveles o Revolução dos Cravos en portugués es el nombre dado al levantamiento militar del 25 de abril de 1974 que provocó la reinstauración de la democracia en Portugal derrocando la dictadura salazarista que gobernaba el país. Su nombre se debe a que una vendedora de claveles colocó estas flores en los cañones de los fusiles de los militares sublevados en esta plaza y nosotras evocamos ese momento con verdadera emoción. Nos vienen a la memoria también algunos pasajes de la novela Sólo una muerte en Lisboa, construida sobre dos líneas argumentales y dos hilos temporales distintos,  entre 1941 y 1990 donde su autor plasma de forma muy contundente las huellas imborrables que la dictadura portuguesa ha dejado en la mente de sus ciudadanos a lo largo de varias generaciones.

Además de visitar los lugares emblemáticos, que casi todas ya conocíamos, el itinerario de nuestro fin de semana siguió los pasos de algunos de los personajes de los libros leídos. Recorrimos con Pereira el Barrio de Alfama que es donde él vivía en la Lisboa de 1938, que tiene cierto parecido con la de hoy en día, con su ropa tendida en las ventanas y sus viejos tranvías. Muy entusiasmadas tomamos uno de los tranvías amarelos que lo recorren de arriba a abajo por sus estrechas y ondulantes callecitas descubriendo las estupendas vistas que nos ofrece del río Tajo. En el interior, algo apretadas, contemplamos el cartel  ¡Cuidado com os carteiristas!  demasiado tarde. A una de nuestras compañeras le habían robado la cartera de su mochila lo cual conllevó numerosas gestiones con la policía y la mañana casi perdida para ella y nuestro querido lector que accedió a acompañarla. Sin embargo el apoyo y la solidaridad que demostramos no pudieron empañar el entusiasmo del grupo.

Con calzado cómodo fuimos caminando por calles estrechas y subiendo numerosas escaleras recordando las palabras de Muñoz Molina: “Toda Lisboa es un dédalo de escalinatas que nunca acaban de llegar a los lugares más altos, siempre queda sobre quien asciende una cúpula o una torre o una hilera de casas amarillas que son inaccesibles” (El invierno en Lisboa).

La ciudad se nos presentaba familiar y hospitalaria. Admirábamos la calma y el temple de los ciudadanos en contraposición a la algarabía de las calles españolas. Apenas entendíamos el portugués, tan sólo algunas expresiones muy básicas pero nos deleitaba escuchar esa lengua melódica, cadenciosa y llena de poesía. Hay una frase atribuida a Cervantes que dice: “El portugués es el castellano sin huesos”.

Recorrimos la Avda. da Liberdade, seguimos hasta la Praça de Rossio, autentico corazón de la ciudad y llegamos  al Elevador de Santa Justa, que une la Baixa con la zona del Chiado en el Barrio Alto, reconstruido prácticamente en su totalidad tras el incendio de 1988 . Por supuesto allí hicimos una estupenda parada en el café A Brasileria, inaugurado en 1.905, donde además de reponer fuerzas nos hicimos fotos con la estatua de Pessoa, situada a la entrada. La vida de este poeta fue una constante divulgación de la lengua portuguesa, y en palabras de su heterónimo Bernardo Soares: “Minha pátria é a língua portuguesa” (“mi patria es la lengua portuguesa”).

Comenzamos la noche lisboeta cenando en la Cervejaria Trindade, previa reserva. El entorno ya es un lujo con sus paredes cubiertas de hermosos azulejos y su especialidad, el exquisito arroz con pato. Tomamos unas copas en Pavilhão Chinês Bar en el Bairro Alto, uno de los bares más eclécticos de la ciudad para una noche al mejor estilo barroco ya que está decorado con cientos de miles de objetos de diferentes colecciones.

Pessoa esotérico

Pessoa esotérico

Ya el domingo terminamos en el Barrio de Belém. Allí pudimos contemplar uno de los símbolos de la ciudad: el Ponte 25 de Abril que cruza el estuario del río Tajo.  Construido en 1960 y llamado Puente Salazar, en honor al dictador que ordenó su construcción, cambió su nombre por el día en que comenzó la Revolución de los Claveles y se restauró la democracia en Portugal.  Desde este lugar magnífico y privilegiado admiramos otro perfil de Lisboa  y respirando su brisa atlántica paseamos tranquilamente por la avenida de Brasilia contemplando la Torre de Belé, el Monumento dos Descubridores y finalmente el Monasterio dos Jerónimos donde nos revelaron que en 1988 y con motivo de la conmemoración de su nacimiento el cuerpo del poeta  Fernando Pessoa fue trasladado confirmando así el reconocimiento que no tuvo en vida.

A media tarde nos despedimos de la hermosa luz de Lisboa, de la delicadeza y bondad de sus gentes, de la dignidad en sus decadentes fachadas, de su diversidad cultural, de la variedad de sus barrios y de la nostálgica melodía que envuelve la cadencia de sus fados.

 

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