Derribar la historia
La historia en ruinas: el culto a los monumentos y su destrucción
Mauricio Tenorio
Alianza (Madrid, 2023)
La catedral de Edimburgo está rodeada por estatuas de personajes ilustres que Escocia ha dado al mundo. La de Hume está tan cubierta de pintura que es irreconocible, fruto de los ataques de aquellos que consideran que defendió la esclavitud en sus tratados del siglo XVIII. Apenas unos metros la separan de la de su coetáneo Adam Smith, que corre mejor suerte y no ha sido merecedor de la ira de la cancelación. Este libro es un recorrido para entender estas y otras contradicciones de nuestro tiempo, un mundo más particular y menos global de lo que solemos creer.
Todas las sociedades, desde que hay registros materiales, han creado y derribado sus símbolos. Ya fuera por imposición exterior o fruto de las tensiones o divisiones internas, cada cambio significativo del poder económico político y social, llevaba aparejada una depuración estética para marcar distancia con la época anterior. Mas allá de la constante sustitución de linajes, armas y escudos dinásticos, de la fijación de ese instante nacieron casi todos los relatos, las leyendas y los mitos fundacionales de los países modernos, muchos de los cuales siguen activos a través de la arquitectura, del urbanismo y, en especial, de los monumentos. Hoy, sin embargo, nos fijamos mucho más en su destrucción que en la creación de otros nuevos; renunciamos a entender sus implicaciones. Ucrania es un trágico ejemplo reciente de esa sustitución de elementos anteriores (que ya se había iniciado en el este de Europa desde el colapso del mundo soviético), por otros sintéticos de un pasado nacional acelerado por la situación bélica que vive el país. Pero la mayor parte de operaciones de selección del pasado las hacemos nosotros mismos en nuestra vida cotidiana. El presentismo ha cambiado nuestra percepción de manera total e irreversible. La utilización y la apropiación de la Historia descansan, de forma cada vez más clara en las últimas décadas, en una lógica que busca, de manera precipitada, desembocar en el presente.
Movimientos como Black Lives Matter, las justas reclamaciones de los descendientes de pueblos colonizados o la reparación de las víctimas de las dictaduras del siglo XX, han exigido actos simbólicos que a menudo pasan por intervenir, retirar o demoler estatuas de personajes y acontecimientos que forman parte de este relato fundacional y mantienen una única versión de los hechos. Pero la verdadera novedad, como nos invita a reconocer aquí el autor, reside en el verdadero monumento de nuestra era: el "selfie", la imagen que, gracias a las redes sociales, al espacio virtual, pretende detener el tiempo y convertir la destrucción en un acto monumental en sí mismo. Un gesto que rinde honores a la ilusión visual más compartida de nuestro tiempo, la de conjurar todos nuestros males a través de la tecnología.
Como ya advirtiera Gruzinski, toda imagen del pasado es una recreación de nuestro propio mundo presente. Desde la Grecia antigua hasta nuestros días la añoranza del pasado, la nostalgia, no ha dejado de hacerse presente. Hasta finales del siglo XX, la cultura occidental mantenía una impronta esencialmente conmemorativa. A partir de entonces, sin embargo, comenzaría a prescindir de los mecanismos usados tradicionalmente en la transmisión de los recuerdos como los monumentos, las placas, o las propias las ruinas. La paradoja, que se intuye en muchas de las páginas del libro, emerge cuando el lector comprende por qué el culto a la destrucción lleva implícito no sólo el sacrificio de nuestra historia, sino también del dolor y del daño que nos impone toda forma de recuerdo.
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Con un afán más pedagógico que moral, muestra el valor y la necesidad de evitar las confusiones conceptuales que hemos heredado en muchos de los análisis que hacemos del pasado, mutilados o desenfocados por los intereses del presente. Al igual que en el terreno histórico, sobre el patrimonio arquitectónico o artístico que "molesta", por sus connotaciones pasadas, políticas e ideológicas, se ha impuesto un debate marcado por tendencias que no proceden del ámbito de la conservación o del estudio del patrimonio cultural. Un mundo, el monumental y patrimonial, que debe volver al objetivo de disponer de un instrumento, universal, democrático y justo como es el del Patrimonio de la Humanidad, manteniendo su propia historia, su propia existencia, con independencia de la intención y significado que tuviera en el pasado. Si lo borramos, simplemente lo olvidamos, lo perdemos, como ya ha ocurrido en demasiadas ocasiones, donde la explicación y el propio contexto se han eliminado. Está en juego, en última instancia, el cuestionamiento de nuestro pasado más reciente, el más expuesto a las presiones. Lejos de centrar el problema, comparándolo con otros países con experiencias similares, siguiendo los protocolos y estándares científicos en los libros de Historia, el patrimonio o los archivos, como señalan este y otros autores, hemos entrado en un enfrentamiento generalizado sobre todo aquello que nos debe representar de manera pública y consensuada. La incertidumbre del presente tiene una fuerte replica sobre el pasado, borrado de un plumazo o, en el mejor de los casos, reconstruido de forma ficticia, a modo de decorado de cartón piedra para un parque temático.
Frente a la mirada única de la destrucción, este libro propone la necesidad de la reflexión y la autocrítica, de abordar un debate sincero sobre la posibilidad de una relación con la historia que permita hacer cuentas con todo aquello que incomoda políticamente, poniéndolo cara a cara. Saliendo de los usos del discurso histórico y del espacio público, y, sobre todo, desmitificando sus poderes, tal vez podamos ofrecer a nuestra generación y a las que vengan algo más que "ruinas".
Gutmaro Gómez Bravo es profesor Titular de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y director del grupo de investigación de la guerra civil y el franquismo.