Literatura
Todos los Santos libros
La culpa hay que atribuírsela, leo en Wikipedia, a Gregorio III (731-741), que fue quien consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a Todos los Santos y, esto es lo relevante para el caso que nos ocupa, e instituyó su conmemoración el 1 de noviembre (en tanto que el día 2 el día de las almas, día de los muertos).
Admitámoslo: incluso los no católicos sienten el cosquilleo de esta jornada especial, propicia para el duelo y el recuerdo, también apropiada para los sustos y los tratos según la tradición más reciente, la de Halloween, que convive a las mil maravillas con las costumbres religiosas tan propias de estas tierras. E incluso adecuada, ¿por qué no?, para la lectura.
Literatura mortuoria
No hace falta tener una gran sensibilidad religiosa para disfrutar de eso que alguien ha dado en llamar "edición mortuoria", que incluye libros de gentes especializadas, vaya rareza, en el sector funerario. Libros como los de Nieves Concostrina, autora de Polvo eres, el relato pormenorizado de las peripecias y extravagancias de algunos cadáveres inquietos, y de …Y en polvo te convertirás, un libro que nació en la radio y se nutrió de las aportaciones de esos españoles nada temerosos que mandaron al espacio El acabose sus fotos de tumbas, epitafios y cementerios. O el de Jesús Pozo, De cuerpo presente, la vida de trece (ya es mala baba poner 13, y no 12, o 14) sepultureros españoles.
Pero, recorridos fúnebres aparte, estos días son propicios para algunas lecturas que, si bien encajan en cualquier momento del año, parecen encontrar en los albores de noviembre su espacio natural.
Literatura de luto
Hay libros con propiedades terapéuticas, que son escritos para aliviar dolores insufribles y que cuando llegan a las manos de los lectores, pueden convertirse en herramientas para un duelo o, simplemente, ser leídos como lo que también son: buena literatura.
Los libros que Joyce Carol Oates o Joan Didion escribieron para afrontar la muerte de sus maridos; los de Pilar Donoso y Marcos Giralt Torrente, para conjurar la de sus respectivos padres, José Donoso y Juan Giralt; los de Roland Barthes y Delphine de Vigan para llorar la muerte de sus madres... La lista, extensa, incluye también a autores como Luis Mateo Díez.
"Estas obras de pérdida y duelo, que además son memorias de una etapa negra y salvavidas de quien las escribe, funcionan también para los lectores que consiguen encontrar en ellas elementos con los cuales encuadrar mejor, y eventualmente reconducir, la onda expansiva de una pérdida", escribió hace tres años, un 1 de noviembre, Jordi Soler.
Y sí, Memorias de una viuda, de Oates; El año del pensamiento mágico, de Didion; Correr el tupido velo, de Donoso; Tiempo de vida, de Giralt Torrente; Diario del duelo, de Barthes; Nada se opone a la noche, de Vigan; Vidas ajenas, de Carrère, y Azul serenidad o la muerte de los seres queridos, de Mateo Díez, se ensanchan, se esponjan, dejan de ser textos escritos para el aplacamiento de un dolor personal, superan la categoría de desahogo personal e irradian consuelo. Literatura terapéutica.
Todos los Santos
"Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas." El texto de Gustavo Adolfo Bécquer, a partir de una leyenda soriana, es uno de los clásicos de estas fechas. Bécquer escribió también un poema o letanía "A todos los santos" para Cantos del cristianismo, devocionario de la infancia y álbum religioso.
También es un clásico recurrir al Tenorio, cuya vinculación con esta fecha tiene varias explicaciones posibles: que si José Zorrilla escribió la obra un 1 de noviembre, que si la ambientación, en un cementerio, y la presencia de ánimas... ¿Cuál es verdad, ángel de amor?
Por lo demás, ¿hace falta subrayar lo mucho que la presencia de muertos vivientes o de fantasmas errantes ha inspirado a escritores de todo tiempo? Un par de ejemplos.
Hay un libro de historias de Hugh Walpole, titulado All Souls' Night (La noche de Todos los Santos), que el autor coloca bajo la protección de W. B. Yeats:
Midnight has come and the great Christ Church bellAnd many a lesser bell sound through the room;And it is All Souls' Night...
Traducción (mía): La medianoche ha llegado y la gran campana de la iglesia de Cristo, y campanas más pequeñas, suenan a través de la sala. Y es la Noche de Todos los Santos... Yeats lo escribió en Oxford y el poema se titula, precisamente, All Souls' Night.
Por cierto, que en uno de los cuentos que integran el volumen, Spanish Dusk (Crepúsculo español), el protagonista viaja a España en compañía de su padre, un apasionado de nuestro país, autor de varios libros, entre ellos, uno dedicado a Cervantes. "Hay tantas cosas en España ―le dice― que no son como esperas que sean. Paciencia. Espera a que suceda algo. Aquí siempre pasa."
No sólo aquí. Nos vamos a Francia, a la Francia a la que llega, la víspera del día de Todos los Santos, por barco y procedente de Noruega, Gilles Mauvoisin. Sus padres acaban de perder la vida en un accidente; también ha fallecido su tío Octave, quien ha legado al joven Gilles negocio y fortuna a condición de que comparta domicilio con su hermosa viuda, Colette. En seguida, el heredero descubrirá lo mucho que todos le quieren (cosas del dinero)... y descubrirá asimismo que la muerte de Octave encierra algún misterio. La historia la escribió Georges Simenon, y se titula El viajero del día de Todos los Santos.
PD.- Adscripciones dudosas o erróneas
Los novelistas no pueden resistirse al hechizo de Todos los Santos, aunque luego sus trabajos tengan poco que ver con la fecha en cuestión.
La segunda novela de Anne Rice se titula The Feast of All Saints (en español, La noche de Todos los Santos), y en ella nos traslada al estado norteamericano de Luisiana, antes de la guerra de Secesión, y nos revela la existencia de una casta peculiar, integrada por los hijos de las relaciones mantenidas por los esclavistas franceses y españoles y sus concubinas esclavas. Niños que eran liberados y se convertían en leyenda...
Juan Gabriel Vásquez escribió Los amantes de Todos los Santos, que es también el título de uno de los relatos, ése en el que un cazador aficionado intenta conservar su matrimonio mientras se queda a dormir en casa de una desconocida. Hay muertos, y se menciona Halloween, pero... muy por los pelos.
Últimas palabras al hijo
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No se deje el lector que busca referencias mortuorias engatusar por títulos como Bahía de Todos los Santos, de Jorge Amado, que no alude a una entrada de mar en la costa, de extensión considerable, que sirve de abrigo a embarcaciones que zozobran el día 1 de noviembre sino a la misma bahía de Todos los Santos, la mayor de las entradas marítimas costeras del estado de Bahía en Brasil, así bautizada en 1501 por Américo Vespucio quien llegó allá, él sí, el 1 de noviembre.
O como Todos los santos, de José Fernández de la Sota, un poemario que mereció varios premios a finales del siglo XX y que, leo en la explicación que da la editorial, más que un libro de muertos es un libro de vidas posibles: campesinos rendidos por el sol, tahúres sin fortuna, suicidas descuidados, ciudadanos que deciden un día no salir de la cama, empleados de agencias de viajes que sólo viajan con la imaginación, santos y francotiradores que apuntan a sus víctimas...
En fin... leed en paz.