El BCE declara la guerra a la inflación y anticipa turbulencias en los mercados del sur de Europa

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en la rueda de prensa tras la del Consejo de Gobierno.

El Banco Central Europeo (BCE) ha sorprendido este jueves al mercado. Había una expectativa del consenso en 0,25 puntos, como el organismo preanunció en junio, y ha acabado siendo el doble. Los analistas coinciden en que esta decisión está condicionada por el último dato de inflación, del 8,6% en la eurozona. Esta subida tendrá un impacto negativo en el crecimiento económico, en la capacidad de endeudarse de familias y empresas, en el presupuesto familiar de aquellas familias que tengan deudas. El objetivo es enfriar la demanda: reducir el consumo de los hogares y la inversión de las empresas lo suficiente para que se calmen unos precios espoleados por la crisis energética y de disrupciones en los suministros.

“El problema del Banco Central Europeo es que siempre se le acusa de que es muy conservador, que se equivoca, que siempre llega tarde, y que cuando actúa, se queda corto”, explica Antoni Garrido, catedrático de Economía Aplicada en la Universitat de Barcelona. El académico cree que la voluntad de recuperar cierta credibilidad perdida está detrás de este anuncio sorpresivo. “Como ya el mercado descuenta mi credibilidad, voy a descontar que estoy dispuesto a hacer mi trabajo bien hecho y mi trabajo es frenar la inflación por encima de todo”.

El principal argumento para defender esta tesis es que en los 24 años de historia del Banco Central Europeo ha acabado asumiendo más funciones, además de controlar la estabilidad de los precios. “Todo lo que está haciendo el Banco Central Europeo es tapar los problemas de diseño de la Unión Bancaria de la eurozona. El problema es que atiende a muchos frentes. Le estamos pidiendo que se encargue de la inflación, de las primas de riesgo, de que los bancos tengan financiación… Con todo a veces no puede, porque a veces los objetivos son contradictorios”, explica el catedrático. Por eso un golpe sobre la mesa: contener la inflación es lo prioritario.

Para evitar la ruptura de la zona euro

Las dos palancas para controlar los ciclos económicos son la política monetaria (los tipos de interés, herramienta transferida al Banco Central Europeo) y la política fiscal (los impuestos, competencia de cada país de la zona euro). El catedrático Antoni Garrido cree que el hecho de que el Banco Central Europeo no controle ambas siempre supondrá que no tendrá arsenal suficiente para controlar lo que pasa en el territorio euro. Y transferir la soberanía fiscal no es algo que esté previsto a corto plazo: “Si a veces ha habido tensiones entre algunos catalanes para financiar una carretera en Extremadura, ya que hay algunos que lo consideran algo contra natura, no te digo ya entre holandeses y griegos”. 

Para evitar que salten las costuras entre el norte y el sur de la eurozona, y para asegurarse de que la política monetaria se transmita a todos los países, este jueves Christine Lagarde ha presentado el mecanismo antifragmentación. El fin es evitar que la subida de tipos ponga contra las cuerdas las cuentas económicas de los países más endeudados, a los que, como los hogares y las empresas, también les va a costar más encontrar financiación. Esto es lo que provoca que se dispare la prima de riesgo de esos países. “Este mecanismo es la forma de compensar el pecado original de la eurozona”, señala Antoni Garrido. 

El mecanismo es sencillo: el Banco Central Europeo seguirá comprando deuda a aquellos países que lo necesiten. “Funcionará. Esto es una medida contundente. Va a comprar deuda ilimitada a los países que lo necesiten, con flexibilidad. Lo que está haciendo el BCE es taponar la herida”, expresa Garrido. El organismo monetario impone cuatro requisitos: no sufrir un déficit público excesivo, la ausencia de desequilibrios macroeconómicos severos, mantener una trayectoria de deuda pública sostenible y políticas macroeconómicas sólidas, acorde a los objetivos del Plan de recuperación.  

El analista financiero Javier Santacruz coincide en que la medida es acertada: “Creo que es un instrumento novedoso. Intentas comprar con mayor proporción a los países que más lo necesitan. No me resultaría extraño que funcione razonablemente bien, aunque es cierto que no se ha dado demasiado detalle de cómo funcionará en el día a día”. 

Los principales países candidatos a acogerse a este sistema de amortiguación son los más endeudados, como Italia. La salida de Mario Draghi del Gobierno italiano y la convocatoria de elecciones anticipadas preocupa en el seno del Banco Central Europeo. Una crisis de gobernabilidad en el país transalpino y una falta de disciplina sobre sus cuentas públicas pondría contra las cuerdas la posibilidad de que pueda recurrir al mecanismo antifragmentación. 

Objetivo: frenar la hemorragia del euro

El 22 de julio de 2021, hace este viernes un año, podíamos comprar 1,18 dólares con un euro. Hoy con ese mismo euro podemos comprar solo 1,02 dólares. Esa cifra de 16 céntimos (-13%) puede parecer poca para un consumidor, pero si hablamos de las cifras millonarias, el impacto se hace más que evidente. Por el mismo precio, la zona euro hoy compra un 13% menos de petróleo que hace un año. La energía es el motor de cualquier actividad económica, por lo que un encarecimiento de esta materia prima repercute sobre prácticamente cualquier bien o servicio que se nos ocurra. 

Esta subida de tipos de interés tiene un efecto inmediato”, señala Javier Santacruz. “En cuanto el euro empiece a recuperarse frente el dólar, automáticamente va a generar una bajada del coste de las importaciones. Es absolutamente imprescindible para reducir la inflación”, explica el analista.

Impacto en la economía

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La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde ha admitido que los efectos de la guerra de Ucrania están suponiendo un “lastre” para la economía de la zona euro. La subida de tipos de interés es una medida contractiva para la economía, por lo que es negativa tanto para el crecimiento económico, como para los hogares y empresas que necesiten financiación o para los que ya estén en situación de endeudamiento, con una cuota vinculada al euríbor. 

A corto plazo, las más beneficiadas son las entidades bancarias. “El negocio bancario es un negocio de márgenes. Subir los tipos de interés mejora el precio de los créditos ya constituidos. Aunque a largo plazo tendrán que volver a remunerar los depósitos, por lo que sus gastos también aumentarán, el balance seguirá siendo positivo”, explica el analista Javier Santacruz.

El analista cree que es viable un escenario en diciembre con un euríbor al 2%, algo que encarecería mucho las hipotecas a tipo variable. “Es probable que suba de manera considerable. Esto, como todas las decisiones, siempre hay ganadores y perdedores. Uno de los perdedores son los hipotecados. Pero el número de perdedores es mucho menor que hace años”. Santacruz se refiere a las desorbitadas hipotecas expedidas durante la crisis financiera. 

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