Jorge Galindo, sociólogo: "Hay una generación que no puede reunir patrimonio porque no tiene acceso a la vivienda"

Jorge Galindo, autor del libro, en una imagen cedida.

El sociólogo Jorge Galindo (Alicante, 1985) tiene claro que mejorar las condiciones materiales de la gente es una parte fundamental de cualquier política progresista y por eso, señala, "la vivienda —que es la primera condición material para todo lo demás— tiene que ser el principio de la ecuación". Galindo acaba de publicar Tres millones de viviendas. Cómo pasar de la escasez a la abundancia (Debate), un ensayo en el que sostiene que España arrastra un trauma provocado por la burbuja inmobiliaria de 2008 y las consecuencias de ese trauma han provocado que se vea la construcción como un problema y no como parte de la solución. Porque edificar, sostiene, "es progresista".

Su enfoque es polémico y lo sabe, de hecho, la red social X se ha convertido en uno de sus campos de batalla y también de divulgación. "Es un espacio en el que hice mi voz y mi carrera pública", señala mientras comenta, entre risas, que no piensa abandonarlo por muy agrias que se vuelvan las discusiones.

Empezó el libro de alquiler y lo terminó con una hipoteca ¿Cómo está el mercado?

La clase media está retrasando mucho la compra de una vivienda. En mi caso, hasta los 40 no he podido comprar porque antes de reunir una entrada, el alquiler se llevó una parte altísima de nuestros ahorros.

Hay un segmento de clases medias llegadas a las ciudades (que es donde trabajan) que simplemente en unos años van a tener poco patrimonio, porque no tienen acceso a la vivienda y esta es, en España, el principal vehículo de construcción patrimonial. Así que hay una generación que no está pudiendo reunir patrimonio por la vivienda y eso redundará en desigualdad de oportunidades en el futuro.

¿Por qué tres millones de viviendas?

No es una cifra aleatoria, pero tampoco propongo que las hagamos todas en un año [lo explica riendo, y advierte que esto le ha traído algún que otro debate bronco en la red social X]. Creo que con que doblemos la cantidad de visados de obra que tenemos ahora, nos ponemos a la par con la cantidad de hogares que se están creando.

Si nos movemos en 200.000 al año, siguiendo la cifra de creación de hogares, estaremos muy lejos de los datos de la burbuja, pero daremos respuesta a la demanda.

¿De dónde viene ese "trauma" con la construcción?

La burbuja inmobiliaria tenía unas dimensiones sociales profundas que nos tocaron de cerca a todos. Todos conocemos gente cercana que quedó atrapada, bien con la compra de vivienda o bien en el lado del negocio, o conocemos municipios en los que toda la dinámica giraba en torno a la construcción, desde el empleo hasta la política.

El trauma es comprensible, pero la conclusión de la burbuja no es "si construimos los precios subirán"; es "si construimos con un río de crédito barato, las expectativas no tendrán fin". Eso es lo que disparó los precios y, de hecho, la vivienda empezó a bajar después, porque retiramos el dopaje del crédito y porque había un stock que estaba por encima de la demanda.

Construir no es una solución a corto plazo ¿Qué cabe esperar ahora mismo?

Cuanto más tardemos en empezar, más tardaremos en acercarnos a la solución. Pero el hecho de que vaya a tardar no puede ser excusa –y lo ha sido– para no hacer nueva vivienda allí donde la gente quiera vivir. Aunque hay cosas que se pueden hacer mientras tanto, como controlar las licencias turísticas o establecer impuestos, algo en lo que nos hemos centrado menos.

¿Por qué se necesitan más vivienda?

Lo principal es incrementar la oferta, también porque si no corremos el riesgo de poner medidas en marcha que pueden ser contraproducentes. Por ejemplo, en el Reino Unido se puso en marcha un sistema de préstamos públicos para la compra de primera vivienda y lo que se observó en un estudio es que en las zonas donde la oferta no podía crecer eso acababa en precios más altos.

Los bonos de alquiler o los avales probablemente terminen absorbidos por los propietarios en un contexto en el que la oferta es muy restringida y la demanda muy alta. Estas medidas en un contexto de oferta más flexible funcionarían mejor.

¿Construir es una política progresista?

Yo he vivido siete años en Bogotá, porque mi pareja es de allí. Fuera de España no hay en la izquierda esas reticencias hacia la construcción de viviendas porque la mejora de las condiciones materiales, sobre todo de quienes más lo necesitan, es algo básico y empieza por la vivienda asequible.

Debemos abrir un poco la mano para que la ciudad pueda emerger y meter músculo público allá donde sea necesario, como en la vivienda social

El debate público sobre la vivienda está muy centrado en la M30 [Madrid] cuando el problema está fuera, en las áreas metropolitanas. Es ahí donde hay que construir, hacer barrios con transporte público, carriles bici, zonas comerciales... Los barrios nuevos no tienen por qué ser feos y anodinos. Debemos abrir un poco la mano para que la ciudad pueda emerger y meter músculo público allá donde sea necesario, como en la vivienda social.

Usted es sociólogo. ¿Qué opina de la polémica sobre en conflicto intergeneracional y la transferencia de rentas de jóvenes a mayores?

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La brecha de clase, de riqueza, tiene una expresión generacional, pero para mí el centro de esto es la riqueza, es la acumulación de riqueza más que la transferencia de rentas. Si tienes que, de pronto, la riqueza de las nuevas generaciones se desploma más de un 70% respecto a las anteriores y que la vivienda es inaccesible, entonces a quienes hereden una casa les habrá tocado la lotería y los que no, tendrán menos oportunidades de crear un patrimonio. Pero lo que nos tenemos que preguntar es por qué tenemos una nueva generación que no está pudiendo construir patrimonio.

No es un choque generacional...

Hay una brecha, pero no un choque, porque hablar de choque tiene una dimensión política que no lleva a soluciones. Yo no creo que a nadie que tenga 50, 60 o 70 años le haga gracia lo que está pasando con la vivienda. Lo que pasa es que hay que dar el salto desde esta posición hacia otra, que es asumir que ahora mismo quizá hay que hacer políticas que beneficien a los jóvenes. Y ese es un salto difícil.

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