Acuerdo de París, diez años después: así ha aumentado la brecha entre sus objetivos y la realidad climática

El Acuerdo de París por el Clima se firmó el 12 de diciembre de 2015.

Mickaël Correia (Mediapart)

El 12 de diciembre de 2015 marcó un hito en la historia de la lucha contra el calentamiento global. Ese día, a las 19:30 horas, Laurent Fabius, presidente de la 21ª Cumbre Internacional sobre el Clima de París (COP21), selló con un martillo con forma de hoja verde el primer tratado mundial a favor de la acción climática.

Al firmar el Acuerdo de París, cerca de doscientos países se comprometieron a contener el calentamiento “muy por debajo de 2 °C” y a continuar la acción “para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C”. “Nuestra responsabilidad es histórica, porque somos la primera generación […] que realmente toma conciencia del problema, pero somos la última generación que puede actuar”, declaró solemnemente Laurent Fabius.

Diez años después, ante el caos climático que sigue intensificándose, siguen siendo insuficientes los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. “En la década 2000-2011, el crecimiento de las emisiones de CO2 relacionadas con los recursos fósiles fue de aproximadamente un 3 % anual. Y ahora, en la última década, estamos más bien en torno al 1 % anual”, destaca Aurélien Ribes, director del grupo de investigación sobre el clima de Météo France. “Es un avance, pero el calentamiento global provocado por las actividades humanas sigue aumentando y en 2024 alcanzó una media planetaria de +1,36 °C. Nos estamos acercando peligrosamente al umbral de 1,5 °C establecido en los acuerdos de París.”

La Organización Meteorológica Mundial se alarmó el pasado mes de octubre porque la concentración media mundial de CO2 volvió a alcanzar un récord, registrando incluso “su mayor aumento anual desde el inicio de las mediciones científicas en 1957”. Y 2024 fue el primer año en superar la barrera de 1,5 °C de calentamiento con respecto al período preindustrial.

Gerhard Krinner, investigador del CNRS en el Instituto de Geociencias Ambientales, que participó en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), explica a Mediapart: “Objetivamente, no podemos saber si el Acuerdo de París ha mejorado la situación climática mundial. En teoría, se necesitarían dos planetas para comparar dónde estaríamos con o sin este mecanismo internacional. Vemos que las emisiones se están estabilizando, pero la concentración de CO2 en la atmósfera sigue aumentando, por lo que aún estamos muy lejos de detener el calentamiento en marcha.”

Insuficiente reducción de emisiones

Uno de los pilares del Acuerdo de París es que, de conformidad con el artículo 4.2 de este tratado, los Estados presentan cada cinco años a la ONU Clima su “contribución determinada a nivel nacional” (CDN), es decir, su hoja de ruta nacional para contener el calentamiento climático.

Cuando se llegó al Acuerdo de París, el planeta se encaminaba hacia un calentamiento de 4 °C para finales de siglo. Diez años después, los compromisos climáticos de los países nos llevan ahora a un mundo recalentado entre 2,3 y 2,5 °C para 2100. Se trata de una mejora notable, “pero no suficiente para evitar un grave agravamiento de los riesgos y daños relacionados con el cambio climático”, advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

“Esta dinámica impulsada por las CDN ha ayudado a muchos Estados a fijar objetivos de reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero y a intentar cumplirlos”, indica Gerhard Krinner. “El reto ahora es que los países integren en sus planes climáticos nacionales las cuestiones relacionadas con la adaptación al cambio climático, porque debemos hacer frente a los crecientes daños causados por el calentamiento global.”

Unos cuantos países productores de petróleo bloquean sistemáticamente cualquier avance para acabar con las energías fósiles en los foros de la ONU

Benoît Faraco, embajador francés encargado de las negociaciones sobre el cambio climático, confiesa: “En el marco del Acuerdo de París, y este será el reto de los próximos diez años, habrá que acelerar el ritmo con las empresas, los ciudadanos, las colectividades territoriales y las grandes fundaciones para conseguir volver a una trayectoria que se ajuste al objetivo de temperatura de 1,5 °C”.

En lo que respecta a la transición, desde la firma del Acuerdo de París, las energías renovables han experimentado un impresionante auge en todo el mundo. Desde 2015, la electricidad producida a partir de energías “verdes” ha aumentado un 78 % en todo el mundo. Las inversiones anuales en el sector de las energías renovables y la eficiencia energética alcanzaron los 2 billones de dólares en 2025, es decir, el doble que las realizadas en energías fósiles.

El Acuerdo de París ha cambiado la economía mundial. Hoy en día, el precio de los paneles solares es diez veces menor y el de los aerogeneradores un tercio aproximadamente, y si antes uno de cada cien coches nuevos era eléctrico, ahora lo es uno de cada cinco”, resume el ministerio francés de Transición Ecológica.

Sin embargo, el expansionismo fósil continúa, ya que la quema de carbón, petróleo y gas es responsable de aproximadamente el 90 % de las emisiones mundiales de CO2. Según Reclaim Finance, en los últimos diez años se han aprobado 1.570 nuevos proyectos de petróleo y gas. Y lo que es peor, se están planificando más de 2.000 proyectos de petróleo, gas y carbón en todo el mundo. Si esas instalaciones se ponen en marcha, podrían emitir por sí solas una cantidad de CO2 que nos haría superar el calentamiento de 1,5 °C.

Consenso imposible

En 2023, durante la COP28 de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), los Estados “hicieron un llamamiento” por primera vez a “una transición fuera de las energías fósiles”, y ello “de una manera justa, organizada y equitativa”. Dos años más tarde, en la COP30 de Belém (Brasil), las negociaciones concluyeron a duras penas con el establecimiento de un proceso de trabajo de dos años para lograr la eliminación de los combustibles fósiles.

Debido a que las decisiones en las COP se toman por consenso, unos cuantos países productores de petróleo bloquean sistemáticamente cualquier avance en materia de abandono de las energías fósiles en los foros de la ONU, hasta el punto de que el Acuerdo de París no menciona en ninguna parte la necesidad de abandonarlas.

El resultado es que, diez años después, las trayectorias energéticas de los Estados de todo el mundo toman caminos divergentes. China, gran importador de petróleo y primer emisor mundial, ha invertido este año 627.000 millones de dólares en energías renovables. Aunque sigue aplicando una política extractivista, el país ha logrado no aumentar sus emisiones de CO2 desde hace ya un año y medio.

“China se ha pasado ahora al ecologismo, pero sigue manteniendo una política muy ambivalente, ya que este impulso de las energías renovables es sobre todo una nueva fase de industrialización del país. La India tampoco destaca por su claridad en materia de política energética”, explica a Mediapart Pierre Blanc, autor de Géopolitique et climat (Les Presses Sciences Po, 2023) y profesor en Burdeos en las facultades de Ciencias Agrónomas y Ciencias Políticas.

[Gracias al Acuerdo de París], se han evitado los peores escenarios, aunque todavía queda un largo camino por recorrer

Benoît Faraco, embajador francés encargado de las negociaciones sobre el cambio climático

Por su parte, la Unión Europea ya ha alcanzado el 47 % de energías renovables en su mix eléctrico en 2024. En el continente africano, si bien Senegal se ha convertido recientemente en un país exportador de petróleo, otros Estados han dado un giro ecológico: en Kenia, por ejemplo, la proporción de electricidad producida a partir de fuentes renovables es de casi el 90 %. “Etiopía también es un país impresionante: la electrificación del transporte está avanzando muy rápidamente. También podemos citar a Sudáfrica, un gran país minero que está dejando atrás el carbón”, añade Pierre Blanc.

Pero, tal y como anunció el presidente americano Donald Trump, Estados Unidos se retirará del Acuerdo de París en enero de 2026. Este país, junto con Canadá, Australia y Noruega, ha socavado los avances en materia de transición energética, al aumentar colectivamente su producción de hidrocarburos en casi un 40 % desde 2015.

Un multilateralismo aún vivo

“Evidentemente, los avances no son lineales y no van lo suficientemente rápido ni lo suficientemente lejos, pero el Acuerdo de París permite avanzar juntos. Es una herramienta de cooperación y diálogo internacional muy potente para trabajar juntos en la búsqueda de soluciones”, matiza el ministerio francés de Transición Ecológica.

En cuanto a la solidaridad entre países, otro pilar del tratado sobre el clima de 2015, también hay problemas. El artículo 9.1 del Acuerdo de París obliga a los “países desarrollados” a proporcionar recursos financieros para apoyar a los Estados “en vías de desarrollo” frente al cambio climático. En 2024, durante la COP29 de Bakú (Azerbaiyán), los países ricos e históricamente responsables del cambio climático se comprometieron a entregar a las naciones del Sur al menos 300.000 millones de dólares al año de aquí a 2035.

Pero este compromiso financiero sigue siendo modesto: expertos designados han estimado que, sin contar a China, el Sur global necesita 1,3 billones de dólares de ayuda climática anual de aquí a esa fecha. En noviembre, en la COP30 de Belém, los Estados se limitaron a “reafirmar” la necesidad de alcanzar esos miles de millones de ayuda climática y de poner en marcha un programa de trabajo de dos años sobre la cuestión financiera.

Gracias al Acuerdo de París, “se han evitado los peores escenarios, aunque todavía queda mucho camino por recorrer”, resume Benoît Faraco. Para el embajador climático de Francia, el tratado internacional sigue funcionando, ya que la COP30 de Belém ha sido una oportunidad para reafirmar “el multilateralismo medioambiental”.

“El acuerdo de 2015 se logró, en su momento, gracias a una movilización sin precedentes de la diplomacia francesa, cuyos frutos aún hoy se siguen viendo. Se suele esperar que sea Francia la que impulse esa ambición”, se congratula una fuente diplomática. Pero esa imagen internacional se ha visto mermada, pues Francia, país guardián del histórico tratado, ve desde principios de 2025 cómo sus emisiones nacionales de gases de efecto invernadero se estancan en lugar de disminuir.

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Además, el 4 de diciembre, el Gobierno francés fue demandado ante el Consejo de Estado por la asociación Notre affaire à tous por no cumplir con su “parte justa” en el esfuerzo climático mundial. Una acción judicial que se basa en el Acuerdo de París y en uno de sus principios fundamentales: los países del Norte, más ricos, deben actuar más que el Sur global contra el calentamiento global.

 

Traducción de Miguel López

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