La alianza derecha-extrema derecha en el Parlamento Europeo fuerza al resto de grupos a revisar estrategias
En vísperas de una sesión plenaria en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo, los diferentes grupos siguen marcados por la impactante votación del 13 de noviembre, cuando la directiva sobre el deber de vigilancia de las empresas fue vaciada de contenido por la alianza de conservadores y extrema derecha. Las señales de alarma ya habían sido numerosas y esta votación confirma un peligroso cambio de rumbo que plantea importantes retos estratégicos a la izquierda y a los liberales.
Como símbolo, el texto sacrificado pertenecía al legado progresista de la legislatura anterior, que se asemejaba a un conjunto de disposiciones contra el dumping social y medioambiental. En un hemiciclo en el que las relaciones de fuerza favorecen ahora a la derecha conservadora y radical, ese texto fue víctima de los votos convergentes del grupo del Partido Popular Europeo (PPE) y los tres grupos nacionalistas y xenófobos a su derecha: los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), Patriotas por Europa (PfE), presidido por Jordan Bardella, y Europa de las Naciones Soberanas (ENS).
Más allá del contenido de la directiva, el episodio resultó significativo por razones puramente políticas, como el chantaje del PPE a sus socios de centro-derecha y centro-izquierda, que sin embargo habían permitido a Ursula von der Leyen (también del PPE) fuera reelegida como presidenta de la Comisión Europea. La derecha ha aprovechado al máximo una alianza de infortunio con grupos en los que abundan miembros muy afines a las ideologías trumpista y putinista.
Para los demás grupos, cuyos representantes de las delegaciones francesas han sido contactados por Mediapart, la respuesta no está nada clara. Por un lado, son minoritarios frente a un PPE aliado con el “lado oscuro” del Parlamento. Por otro lado, existe una brecha entre los nostálgicos de la globalización neoliberal que se encuentran en el grupo Renew, presidido por la macronista Valérie Hayer, y los partidos hostiles a la austeridad, al libre comercio y a la defensa europea que componen el grupo La Gauche, copresidido por Manon Aubry, de La Francia Insumisa.
Hay un diagnóstico en el que todos están de acuerdo: impulsar una agenda progresista en el Europarlamento, sea cual sea su grado de radicalidad, es más difícil que nunca en esta nueva configuración. “El problema no es solo la deslealtad de ese grupo hacia sus socios, sino su connivencia con fuerzas hostiles a los valores que justificaron el nacimiento de la Unión Europea”, dice indignado el ecologista David Cormand.
“Esa votación era una prueba importante para la plataforma que apoya a Von der Leyen”, opina Valérie Hayer. “Pero creo que el PPE ha cometido un error estratégico. Con la esperanza de luchar contra el avance electoral de la extrema derecha, en realidad está contribuyendo a su notoriedad y a sus futuros éxitos. En cualquier caso, el resultado va a generar tensiones. Si no se vuelve rápidamente a un formato de mayoría proeuropea, toda la agenda de trabajo de la legislatura puede verse afectada negativamente”.
El nuevo mundo de 2024
“Se nota que estamos en un momento de cambio”, confiesa la insumisa Leila Chaïbi, “y lo vivimos a diario en las comisiones de trabajo del Parlamento. Lo interesante hasta 2024 era que, incluso siendo miembro de un grupo pequeño, se podían construir coaliciones para lograr avances, de forma más flexible que con las fronteras fijas del espacio francés. Se habían podido constituir mayorías progresistas hasta Renew e incluso el PPE, por ejemplo, en la directiva relativa a los trabajadores de las plataformas.
“Recientemente, en la Comisión de Vivienda, vi cómo el ponente español del PPE [Borja Giménez Larraz, del PP, ndt] empezaba a construir su mayoría en la extrema derecha”, dice Chaïbi. “El nuevo peso de ésta ha cambiado todo. Esta situación nos obliga aún más a unirnos entre los grupos de izquierda, sincronizando mejor nuestras estrategias. También se ha vuelto más importante atraer a Renew hacia nosotros.”
Para varios de los eurodiputados entrevistados, el triste destino de la directiva sobre el deber de vigilancia no debe eclipsar, sin embargo, el hecho de que los grupos denominados “proeuropeos” no hayan cedido al chantaje del PPE. Al no ceder, le han obligado a revelar públicamente sus intenciones, lo que puede empañar su imagen.
“Renew y los socialdemócratas se han mantenido firmes”, se congratula David Cormand. “El PPE se quedó aislado con tres grupos de extrema derecha. Es útil revelar que prefieren hacer política conjunta con los fascistas. Pero la votación sobre el deber de vigilancia también nos da munición para ‘señalar’ a la extrema derecha. Vamos a poder decir que Jordan Bardella, Marion Maréchal y sus amigos han hecho causa común con las multinacionales contra las clases populares y que ahora son responsables de las políticas de la UE”.
Hay una diferencia entre hacer concesiones defensivas y firmar por el desmantelamiento puro y duro de las leyes que habíamos aprobado
“Los ciudadanos europeos han podido ver cómo el PPE se ha aliado con los nacionalistas al servicio de los lobbies de las grandes empresas”, señala también Raphaël Glucksmann, satisfecho de que los socialdemócratas hayan “asumido la confrontación entre la izquierda y la derecha”. “Sabemos que ya no estamos en un Parlamento en el que podíamos aprobar leyes progresistas con los centristas”, añade. “Pero hay una diferencia entre hacer concesiones defensivas y firmar por el desmantelamiento puro y simple de las leyes que habíamos aprobado.”
Sin embargo, durante la tramitación del texto que revisaba el deber de vigilancia, la líder del grupo socialdemócrata, la socialista española Iratxe García, se vio tentada a ceder ante el PPE. De hecho, la exasperación de los socialdemócratas rara vez va más allá de la retórica. Saben que sin ellos no es posible ninguna mayoría “proeuropea”, pero también que no tienen ninguna mayoría alternativa para oponerse al PPE. De ahí su reticencia a entrar realmente en “conflicto” con ellos.
Dosificar la negociación y la confrontación
Otros son menos pudorosos. Manon Aubry lo asumió ante Mediapart, reivindicando “una postura de resistencia” frente a una comisión “que está deshaciendo los avances de la legislatura anterior”. Ella ha sido la impulsora de la primera moción presentada por la izquierda contra Ursula von der Leyen, el 9 de octubre. Su fracaso fue tan claro como el de las mociones presentadas por la extrema derecha: solo obtuvo 133 votos y 383 eurodiputados votaron en contra (78 se abstuvieron).
El ecologista David Cormand, aunque votó a favor de la moción por solidaridad, se muestra molesto por el estilo de los insumisos en el Parlamento Europeo. “La postura de oposición pase lo que pase no va a ninguna parte”, opina. Podemos protestar y mostrar nuestra pureza, pero eso no tiene ningún valor pedagógico. Y en lugar de atacar a los traidores de la izquierda que no se oponen con suficiente vehemencia, es mejor avergonzar a la derecha hablando de su alianza con la extrema derecha.”
Ahora hay que pensar en cómo presionar al PPE para mantenerlo a bordo
Aunque las diferencias estratégicas son evidentes desde las filas liberales hasta las de la izquierda radical, tampoco son muy allá. Incluso dentro de Renew, confiesa una voz interna anónima, algunos miembros moderados han explicado a sus colegas que, en sus países, una traición como la cometida por el PPE en materia de deber de vigilancia habría bastado para hacer caer al gobierno.
Pero de ahí a que los liberales se planteen censurar a Von der Leyen hay mucho trecho. No obstante, se ha iniciado el debate interno sobre los medios para construir una relación de fuerzas. “Hemos entrado en aguas turbulentas. Ahora hay que pensar en cómo presionar al PPE para mantenerlo a bordo, en nuestro interés y en el de Europa”, afirma la misma fuente de Renew.
En el otro extremo del espectro político, la insumisa Leila Chaibi subraya que “la política de confrontación pública, partiendo de la constatación de que ya no hay nada que sacar de los nuevos equilibrios en el Parlamento”, no es algo que esté grabado a fuego.
“En la Comisión de Mercado Interior”, nos dice, “no hay mucho que esperar. Pero en la Comisión de Empleo es diferente. Si se puede alcanzar un marco legislativo sobre la gestión algorítmica permitida por la inteligencia artificial en el trabajo, vale la pena ser útil y no conformarse con una función tribunicia.”
Complacencia con la extrema derecha
A pesar de su disciplina, el PPE no es un bloque monolítico, y algunos quieren intentar apelar a la responsabilidad de los sectores sinceramente proeuropeos. Y es que el chantaje del PPE no va a funcionar siempre. En algunos ámbitos, los conservadores seguirán dependiendo de socios de centro-derecha y centro-izquierda a los que les conviene no molestar demasiado.
“En cuestiones medioambientales y sociales”, resume Raphaël Glucksmann, “probablemente habrá una oposición izquierda-derecha más clara. Por el contrario, en materias de defensa y presupuesto, el PPE no podrá formar alianzas por detrás, dadas las posiciones antagónicas de la extrema derecha. Por nuestra parte [la de los socialdemócratas, ndr], debemos reflexionar sobre los temas que puedan justificar que les amenacemos con un bloqueo”.
“En materia de presupuesto”, confirma David Cormand, “el PPE podrá apoyarse en la extrema derecha para algunas enmiendas, pero al final no podrá contar con ellos para votar el conjunto. Tendrá que ‘negociar’ con los grupos proeuropeos. Además, hay textos con los que será posible poner en aprietos a la derecha, por ejemplo, sobre los ingresos de los agricultores o sobre lo digital, haciendo imposible que se alejen de nuestras propuestas.”
No obstante, el espacio UE refleja cada vez más la complacencia de la derecha conservadora con la extrema derecha a escala de Estados miembros. En algunos países, forman parte de la misma coalición gubernamental (Italia, Finlandia) o se apoyan mutuamente desde el Parlamento para la supervivencia del ejecutivo (Suecia). En otros (Dinamarca, Francia, Austria, Portugal...), la recuperación de las obsesiones nativistas por parte de las fuerzas de la derecha convencional se ha convertido ya en algo habitual.
“Las derechas de hoy en día”, escribía en octubre en Esprit Martin Delheixe, profesor de teoría política en la Universidad Libre de Bruselas, ya no alaban un espacio de paz europeo concebido para desarmar el nacionalismo, ni la creación de un mercado único motor del crecimiento y la innovación. Están mucho más dispuestas a denunciar la pérdida de soberanía que conllevaría una supuesta tutela de las cancillerías nacionales por parte de Bruselas o Estrasburgo [en referencia a la Comisión o al Parlamento, ndt].”
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Cuando el tema de la migración vuelva a ocupar un lugar destacado —se están preparando tres textos para completar el marco legislativo del Pacto Europeo sobre Asilo y Migración—, las consecuencias de esta deriva podrían ser muy visibles. Y la “mayoría” de Von der Leyen, ahora mismo de geometría variable, podría volver a ponerse a prueba.
Traducción de Miguel López