Macron hace garabatos sobre el futuro de la V República desde la soledad de su palacio

Manifestantes portan una pancarta en la que se lee "¡Macron, dimisión, huelga general!" durante las protestas en París el 2 de octubre de 2025.

Ilyes Ramdani y Ellen Salvi (Mediapart)

La imagen captada por un periodista de BFMTV ha dado la vuelta a las redes sociales, suscitando comentarios tanto de burla como de consternación. En ella se ve a Macron paseando por las orillas del Sena, rodeado únicamente por su servicio de seguridad, poco después de la dimisión del primer ministro más efímero de la V República. Unos segundos que resumen el aislamiento en el que se encuentra sumido el presidente de la República desde hace ya varios meses.

Las críticas que surgieron en su propio bando tras la disolución de la Asamblea en 2024 son hoy asumidas públicamente por quienes, precisamente, han acompañado al jefe del Estado durante años. Empezando por Gabriel Attal, que dio un paso más en su estrategia de distanciamiento al declarar el lunes 6 de octubre, en TF1: “Ya no entiendo las decisiones del presidente de la República”, señalando una “obsesión por mantener el control”.

A la mañana siguiente, el golpe asestado por Édouard Philippe fue aún más duro. “El Estado ya no se sostiene”, afirmó el presidente del partido Horizontes y ex primer ministro en RTL, indicando que “se constata que la autoridad y la continuidad del Estado ya no se respetan”. Consideró además que Macron “se haría honor” a sí mismo “marchándose inmediatamente después” de la votación del presupuesto de 2026 para permitir unas elecciones presidenciales anticipadas.

A esas declaraciones hay que añadir la “inmensa decepción” expresada por Yaël Braun-Pivet, presidenta de la Asamblea Nacional, sobre su forma de ejercer el poder, o las duras críticas formuladas por François Bayrou, escarmentado por su paso por Matignon. Por mucho que los pocos partidarios que le quedan al presidente de la República señalen las ambiciones de unos y otros para explicar este distanciamiento, lo cierto es que la lista de deserciones se amplía día a día.

Tres semanas de silencio

La literatura política está repleta de historias sobre el aislamiento del poder, y se ha contado ya todo sobre los dos últimos años de mandato de François Mitterrand y de Jacques Chirac, objeto de todas las críticas y de las veleidades devoradoras de sus sucesores. Pero esos dos dirigentes no por ello carecían de aliados, fieles, apoyos incondicionales y seguidores de última hora. Pero Macron gobierna como camina a lo largo del Sena: en soledad.

Esta ruptura, que se ha estado gestando durante al menos un año, pero cuyos gérmenes vienen de lejos, se ha amplificado en los últimos días por el psicodrama que siguió a la composición del gobierno Lecornu, anunciada la noche del domingo 5 de octubre, cuando casi nadie entendía lo que se estaba tramando entre Matignon y el Elíseo desde hacía tres semanas. “Nos quedamos todos sin palabras”, afirma un dirigente de Renacimiento, antiguo compañero de viaje del presidente de la República.

El nombramiento de Bruno Le Maire como ministro de Defensa vuelve a estar en boca de todos. “¿Cómo han podido pensar que era una buena idea?”, se pregunta atónita una persona cercana al jefe del Estado. A los dirigentes del partido Los Republicanos (LR), a los que llamó el domingo por la noche para explicarles su decisión de marcharse, Bruno Retailleau les contó los entresijos del episodio. “¡Estaba en Matignon hace un rato, en su despacho, y no me dijo nada!”, explicó sobre Sébastien Lecornu.

La mayoría de los consejos que se dan al presidente de la República nunca tienen efecto alguno

En los días previos al anuncio de este gobierno, tanto el presidente como el primer ministro se encargaron de mantener en el mayor secreto sus opciones. “Nos vimos obligados a llamar a los demás líderes de grupo o de partido para preguntarnos si alguien sabía algo. Es increíble”, se queja uno de ellos. Incluso Gérald Darmanin, conocido por su cercanía a ambos mandatarios, fue mantenido al margen de las conversaciones, asegurando a sus interlocutores que no sabía qué destino le esperaba.

Desde el lunes, el presidente de la República se ha puesto en contacto con algunos de sus allegados —en su mayoría hombres— para preguntarles qué opinaban de la situación, y estos no han dejado de señalarle que habría sido mejor que les hubiera llamado antes. A pesar de esos intercambios de impresiones, ninguno de ellos es capaz de explicar cómo se ha podido formar un equipo de gobierno así. Algunos ironizan sobre las supuestas dotes de “negociador” de Sébastien Lecornu, otros señalan la “responsabilidad” de su amigo Thierry Solère.

Solère, exdiputado de LR, que durante un tiempo fue asesor en la sombra de Macron, acompañó al jefe del gobierno durante tres semanas en Matignon, sin haber sido nombrado oficialmente para el cargo. Aunque indicó a Mediapart que no desempeñaba “absolutamente ningún papel en el dispositivo” de la sede del primer ministro, fue él quien se encargó del “servicio posventa” con algunos periodistas. También fue él a quien llamaron los dirigentes del partido presidencial y de las formaciones aliadas para intentar entender, en vano, las grandes maniobras en curso.

Olor a fin de reinado

Por parte del Elíseo, mismo silencio. En general, la mayoría de los consejos que se han dado al presidente de la República durante el último año por parte de aquellos que no le han dado la espalda a pesar de la disolución no han tenido efecto alguno. En la Asamblea Nacional, el grupo parlamentario Juntos por la República (EPR) ha pasado el año rumiando su decepción y su depresión, registrando también algunas deserciones. La indiferencia, por no decir el desprecio, que el jefe del Estado ha mostrado hacia sus propias filas ha acabado volviéndose en su contra.

El palacio presidencial está ahora aislado del mundo, incluido el que llevó a Macron al poder en 2017. Muchos se quejan de que ya no tienen ningún contacto con el presidente de la República. En su teléfono, el compañero de viaje mencionado anteriormente muestra los mensajes de texto que le ha enviado. El último no ha recibido respuesta. El anterior tampoco. Más arriba, otro, luego dos, tres...

Los pasillos del Elíseo están impregnados de un olor de fin de un reinado. Varios colaboradores del presidente Macron han abandonado el lugar desde la disolución de la Asamblea , empezando por su histórico brazo derecho, Alexis Kohler, sustituido por Emmanuel Moulin. Los que se quedan ya no ocultan mucho que están pensando en el futuro: algunos imaginan una reconversión en la alta función pública, otros preparan su salida a grandes empresas privadas.

Emmanuel Macron es incapaz de renovar a sus allegados, a sus ministros y a sus ideas

Solo quedan los asuntos internacionales para animar al Elíseo. “El presidente está dedicado de lleno a Ucrania y Gaza, eso es lo que ocupa sus conversaciones y su agenda”, justifica uno de sus pocos interlocutores habituales. Como consecuencia de este nuevo equilibrio, quienes más cerca están de él son ahora los diplomáticos: su sherpa Emmanuel Bonne, el jefe de gabinete Vincent Giraud o el comunicador Jean-Noël Ladois, encargado de las cuestiones internacionales.

Cuando hay que volver a meterse en el fango de la política interior, Macron recurre a un puñado de asesores que ya estaban al mando en el momento de la disolución de 2024, como Jonathan Guémas, asesor de estrategia, o Bruno Roger-Petit, asesor de memoria. “No entiendo que siga recurriendo a ellos”, se queja otro miembro del círculo más cercano, severo con aquellos a los que Bruno Le Maire calificó de “cucarachas” el verano pasado.

En este círculo, al que hay que añadir a Sébastien Lecornu y Emmanuel Moulin, surgió la idea de nombrar ministros a Bruno Le Maire y Éric Woerth. Al igual que la de volver a encargar al primer ministro dimisionario la tarea de llevar a cabo dos días más de negociaciones con las fuerzas políticas. “Cuando una situación está bloqueada, el presidente sabe ser creativo”, asegura, sin temor al ridículo, Marc Ferracci, ministro saliente de Industria y cercano a Macron.

Macron da a Lecornu una segunda oportunidad para formar gobierno con el miércoles como límite

Macron da a Lecornu una segunda oportunidad para formar gobierno con el miércoles como límite

La efímera trayectoria del gobierno Lecornu refleja, por el contrario, la incapacidad del presidente de la República para renovar a sus allegados, sus ministros y sus ideas. Desde hace un año no ha hecho más que reciclar a sus últimos apoyos, sin cambiar sus políticas. Todo ello apoyándose en el único partido que rechazó el frente republicano en las elecciones legislativas anticipadas, y que, por cierto, perdió por amplio margen. Con el riesgo de que el final de su segundo mandato se parezca a un interminable garabato.

 

Traducción de Miguel López

Más sobre este tema
stats