Francia

Sarkozy, la hora de la verdad

Amenazan de muerte al juez que ha imputado a Nicolas Sarkozy

Ellen Salvi (Mediapart)

Lo que tenía que pasar, pasó. El pasado 29 de noviembre, Nicolás Sarkozy resultó elegido presidente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) con el 64,5% de los votos emitidos, frente al 29,18% de los sufragios obtenidos por Bruno Le Maire y al 6,32% que logró Hervé Mariton. Los tres candidatos se repartieron 155.801 papeletas de los 268.000 militantes de la UMP que estaban llamados a las urnas. Se trata de un resultado sin sorpresas, del que dio cuenta en Facebook el principal interesado con una humildad y una sobriedad artificiales, tan previsibles como su victoria por la mínima. “Esta campaña ha sido digna”, decía Sarkozy en comunicado. “A partir del lunes, me reuniré con los principales responsables de nuestra familia política en aras de favorecer la creación de las condiciones necesarias que favorezcan la mayor unidad posible. Este voto marca un nuevo punto de partida para nuestra familia política”.

Pese a estar lejos del 85,09% alcanzado en 2004, cuando fue elegido por primera vez para liderar el partido, el resultado final conseguido por el expresidente francés es digno. Sobre todo porque llega tras una campaña de perfil bajo y que ha pasado inadvertida, marcada por una competencia feroz, por los numerosos errores estratégicos cometidos y por un programa fantasma.

Digna más que nada porque, durante dos meses, Nicolás Sarkozy se ha limitado a cubrir expediente. La UMP ha sido el menor de sus problemas, necesitaba al partido para seguir en la carrera hacia 2017 y saciar así su sed de revancha. En este sentido, la victoria tiene algo de desconcertante. Demuestra que se puede estar al frente del principal partido de la oposición en Francia sin muchas ganas y sin ideas, pero con litigios judiciales abiertos, un odio recalcitrante y tres o cuatro sonrisas forzadas. Nadie se llama a engaños sobre las verdaderas ambiciones que mueven al expresidente. Estas primarias no han sido más que el calentamiento para 2016, cuando se ha de elegir al candidato de la derecha que optará a los comicios presidenciales de 2017.

Ese es el principal desafío de Sarkozy. En lo único que piensa. ¿Reconstruir el partido? ¿Dotarlo de un corpus ideológico? ¿Reunir a sus principales espadas? ¿Saldar la deuda financiera? ¿Por qué no? Con la condición de que esto le permita colmar sus aspiraciones por llegar al Elíseo. El final del túnel todavía está muy, muy lejos y los obstáculos antes de alcanzarlo son numerosos. Entre la decena de procesos judiciales abiertos, contra él y contra personas de su entorno, la competencia que afila sus armas y la falta de ideas, el nuevo jefe de la UMP tiene con que entretenerse.

Excusas, humillaciones, cambios de chaqueta... Nicolás Sarkozy ha terminado por dispararse en el pie al preparar como un aficionado las armas con las que combatir en las primarias de la UMP. No contento con haberle puesto una alfombra roja en estos comicios a su principal adversario, Alain Juppé, esta campaña anodina del exjefe del Estado ha dejado en evidencia los escollos a los que deberá hacer frente apenas haya franqueado el umbral de la puerta de Vaugirard [sede del partido].

Tres frentes abiertos: judicial, ideológico y político

No hay lugar a dudas, “el amor a Francia” nunca ha sido el motor que ha movido al expresidente. Más bien al contrario, las múltiples causas que tiene abiertas se encuentran en el origen de la decisión. Así lo confesó al inicio de su campaña: “Si el objetivo era que (él) permaneciese apartado en un rincón, no era el mejor camino”. El expresidente Sarkozy se ha hecho una composición de lugar curiosa, cuando menos, que despierta dudas incluso en las propias filas del partido. Al volver a tomar las riendas de la UMP, planeaba utilizar al partido como parapeto con el que protegerse ante la justicia, pero de facto tiene que hacer frente al enésimo conflicto de intereses.

En su calidad de nuevo jefe de la oposición, tendrá que gestionar el espinoso caso Bygmalion [un caso Gürtel a la francesa], en el que ya están imputados tres exjefes de la UMP. Durante la campaña, se han escuchado declaraciones tan grotescas como falsas. “Oí hablar del caso Bygmalion mucho después de la campaña de las presidenciales”, fingió el exjefe del Estado en su primera intervención en France 2. “No conocía esta empresa Pygmalion, Bygmalion, no sé cómo se llama”, afirmaba días más tarde el fiel [exministro del Interior] Brice Hortefeux, que salió en su ayuda para maquillar la nariz de Pinocho que le había crecido a su mentor.

¿Quién se cree una fábula de este calibre? Aunque simule burlarse del asunto, el nuevo jefe de la oposición deberá interesarse en serio. Como principal beneficiario del sistema de facturas falsas puesto en marcha en 2012, cabe la posibilidad de que se emprendan medidas en su contra por “financiación ilegal de la campaña electoral” en un caso en el que la UMP está personada como acusación particular. Nicolás Sarkozy tendrá que hacer algo con relación a la multa de 363.615 euros que le fue impuesta –por superar los gastos de campaña autorizados por ley– y que el partido pagó en nombre del entonces candidato.

Además, a principios de octubre se abrió otro procedimiento judicial en su contra por “abuso de confianza”, “complicidad” y “recelo” y es muy probable que el expresidente tenga que declarar ante el juez. Por resumir la situación, el Sarkozy excandidato está acusado por el Sarkozy nuevo jefe de la UMP ¡por autoexpolio! En los dos próximos años, el calendario judicial del exjefe del Estado viene bien cargado, ya que las causas abiertas con relación a la campaña de 2012 se van a solapar con las relacionadas con el dinero libio [con el que financió la campaña] y las escuchas de su doble Paul Bismuth [sobrenombre que adoptó el propio Sarkozy durante meses para comunicarse a través de un número de teléfono secreto con su abogado]. Sin contar con los asuntos que tienen pendientes personas de su entorno y que se acumulan en los juzgados de instrucción.

Al nombrar al antiguo “superpolicía” Frédéric Péchenard como su director de campaña, del mismo modo que antes designó al exprefecto de policía Michel Gaudin su jefe de gabinete, Nicolás Sarkozy demostró –a aquellos que todavía lo dudaban– la importancia que concede a los servicios de inteligencia. Él, que no ha cesado de levantar sospechas sobre la existencia de una “gabinete antiSakozy” ha dejado claro que está más informado que la media. También se supo gracias a una anécdota recogida en su libro Sarko s'est tuer que el expresidente estaba al corriente antes que nadie de las salidas en moto de su sucesor en el Elíseo [François Hollande].

Desde hace dos años, el ex jefe del Estado ha reflexionado mucho. No con respecto a Francia, tal y como finge, sino sobre la forma de zanjar todos los frentes judiciales que tiene abiertos. Un empleo a tiempo completo que le ha hecho abandonar el terreno de las ideas, lo que supone un problema para el nuevo jefe de la UMP que tiene que enfrentarse así a construir un proyecto de alternativa creíble. ¿Movilizar una red de expertos para construir un corpus serio? “Un paso inútil”, confiaba recientemente a personas de su confianza, tal y como publicó el semanario L'Obs.

En los pasillos vacíos del Palacio Vaugirard

Nicolás Sarkozy está convencido, desde su salida de la Presidencia, de que su persona en sí misma representa un programa suficiente para volver al poder. Por qué molestarse en cuestionarse a sí mismo cuando se pasa los meses recorriendo el mundo esperando ganarse el aplauso en conferencias muy bien remuneradas. La guardia pretoriana del expresidente no ha dejado de repetir durante toda la campaña “que las ideas llegarían” y que era “normal que no estuviese todo atado”.

Las diferentes reuniones públicas que ha mantenido durante la campaña el nuevo jefe de la oposición han puesto en evidencia la debilidad de lo que se atreve todavía a llamar nuevas “convicciones”. Con alusiones para contentar a la ultraderecha de la Costa Azul, grandes elogios sibilinos sobre la diferencia entre democracia y república en París, negociaciones grotescas con relación a la derogación de la ley Taubira en el mítin de Sens Commun... [corriente de la UMP, integrada por contrarios al matrimonio homosexual]. En dos meses, Nicolás Sarkozy lo ha dicho todo, nada y lo contrario, lo que ha hecho que Libération le envíe en 17 ocasiones a una “cura de desintoxicación” .  

Tampoco han faltado las afirmaciones de dudoso gusto. A menudo se trataba de conversaciones off the record, que han salido a la luz, como cuando el pasado martes 25 de noviembre, en Boulogne-Billancourt [cerca de París], el expresidente justificó el nombramiento de Rachida Dati como ministra de Justicia argumentando: “Dati, de padre argelino y madre marroquí, era la más indicada para hablar de políticas penales”.

Nicolas Sarkozy soñaba con un “regreso estratosférico”. No solo no lo ha tenido, sino que continúa gravitando alrededor de la superficie terrestre. Ya sea con relación al matrimonio para todos o a cuestiones relativas con la inmigración, el expresidente parece completamente desconectado de este tiempo, para mayor gloria de su nuevo amigo, que le quiere bien, Alain Juppé. “Sarkozy ironizaba sobre mi edad, me trataba como a un viejo, pero su traspiés con respecto al matrimonio homosexual le hace aparecer a él como un carca y un conservador”, se regocijaba en petit comité el alcalde de Burdeos, durante la celebración del mítin de Sens Commun.

En unos meses, Juppé se ha convertido en la nueva bestia negra de Nicolás Sarkozy. Sobre el papel, el exprimer ministro de Jacques Chirac no era una gran baza, asuntos turbios en la mente de todos, si bien es cierto que ya saldados con la justicia; su edad, tendrá 72 años en 2017, no contribuye a imprimir “nuevos aires” al partido; el acercamiento a François Bayrou que hace rechinar los dientes de todos los que en la UMP siguen sin digerir el apoyo del jefe del Movimiento Demócrata [MoDem, heredero de la UDF de Bayrou] a François Hollande en 2012... Sin embargo, basta que aparezca como alternativa creíble al regreso de Nicolás Sarkozy al poder para que la juppemania tome fuerza.juppemania El alcalde de Burdeos se ha puesto inmediatamente a trabajar para las primarias de 2016.

Por su parte, Nicolás Sarkozy optó por tender una trampa a Juppé en su propia ciudad, Burdeos [al suroeste de Francia]. Allí, el 22 de noviembre, el exjefe del Estado dejó a sus fans abuchear a Alain Juppé. “No tuve nada que ver con los silbidos de Burdeos, pero tengo que decir que Juppé solo recibió lo que merece”, aseguran que dijo off the record, tras haber jurado en un primer momento que no había oído nada. “Cuando no se escucha una sala tampoco se escucha a su electorado”.

El expresidente logró lo que quería, pero paradójicamente, no salió victorioso de este episodio de Burdeos que se ha revelado el enésimo error estratégico de la campaña. Al permanecer sentado en su silla, sin hacer nada para apaciguar a los asistentes e impedir que Juppé fuese abucheado, Nicolas Sarkozy mostró que era incapaz de calmar los ánimos. Peor aún, puso en evidencia que se divertía.

El exjefe del Estado quizás ha recuperado su trono, pero en los pasillos del Palacio de Vaugirard el eco es inquietante. “Apuesto que, en dos años, todo el mundo habrá vuelto a la familia sarkozysta”, aseguraba hace unos meses, Brice Hortefeux. Apuesta perdida. En esta campaña en el seno de la UMP, Nicolás Sarkozy ha recibido oficialmente el respaldo de 80 diputados, es decir apenas una treintena más que sus opositores Bruno Le Maire y Hervé Mariton. Para un exjefe del Estado, la victoria es un poco justa.

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François Fillon y Alain Juppé no son los únicos que le miran con recelo. Los sarkozystas más fieles también toman precauciones. Nadine Morano, Christian Estrosi, Henri Guaino, Nathalie Kosciusko-Morizet… La mayoría de los fans número 1 del expresidente han participado en su campaña, pero cuando las cámaras y los micrófonos se apagaban, ninguno de ellos le ha perdonado al nuevo jefe de la oposición su incapacidad por volver a la batalla.

Nicolás Sarkozy confiaba hace poco tiempo a Le Figaro que su “primer desafío pasa por unir (a su) familia”, para mejor “unir”, a corto plazo, al conjunto de la derecha y, de aquí a 2017, a una mayoría de franceses. Olvida un poco pronto que es él quien ha dividido a todo el mundo.

Traducción: Mariola Moreno

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