Trump avanza en su agenda 'antiwoke' y quiere meter en vereda a la principal red de museos de EEUU

Trump habla durante un anuncio en la Oficina Oval de la Casa Blanca el 2 de septiembre de 2025.

Ludovic Lamant (Mediapart)

¿Después de las universidades, los museos? Donald Trump ha multiplicado este verano las señales de su voluntad de tomar el control del principal complejo museístico de Estados Unidos. Acusa a la Institución Smithsonian de ser demasiado “woke” y de promover un discurso que eclipsa la supuesta grandeza del país.

La Casa Blanca inició el 12 de agosto un proceso de auditoría de ocho museos de la Institución Smithsonian, centrada en particular en las próximas exposiciones, con el objetivo de “examinar el tono, el encuadre histórico y la alineación con los ideales estadounidenses”. Donald Trump toma como pretexto la preparación de las conmemoraciones, previstas para 2026, del 250º aniversario de la fundación de Estados Unidos, un evento controvertido, por cierto.

El presidente de Estados Unidos ha dado 120 días al personal del museo para reemplazar “el lenguaje divisivo o ideológico por descripciones constructivas, históricamente precisas y unificadoras".

Ya en marzo, el presidente republicano emitió una orden ejecutiva destinada a “restaurar la verdad y la razón en la historia estadounidense”. Trump encargó entonces a J.D. Vance, su vicepresidente y miembro de la junta directiva de la institución, bloquear cualquier gasto para exposiciones “que socaven los valores estadounidenses compartidos […] o promuevan ideologías incompatibles con las leyes y políticas federales”.

La Institución Smithsonian está compuesta por veintiún museos relacionados con la cultura y la historia de Estados Unidos, todos gratuitos, la mayoría ubicados en Washington, a lo largo del National Mall que conduce al Capitolio, sede del Congreso. Entre ellos se encuentran el Museo y Jardín de Esculturas Hirshhorn (arte contemporáneo), el Museo del Aire y el Espacio y el Museo Nacional de Historia Natural. También incluye un zoológico, bibliotecas y una docena de centros de investigación. Fue fundada en 1846 por el científico James Smithson, a petición del Congreso.

Crímenes woke

Esta red de museos, visitada por casi 17 millones de personas en 2024, alberga más de 150 millones de objetos en sus almacenes: cuadros, esqueletos de dinosaurios, trajes históricos o especímenes de flores. Lo que le vale a veces el apodo del "granero de la Nación”. El año pasado, su presupuesto operativo fue de casi 1.100 millones de dólares (950 millones de euros).

En la red Truth Social, el 19 de agosto, Donald Trump resumió el fondo de su pensamiento: “El Smithsonian está FUERA DE CONTROL. Todo lo que allí se discute es lo horrible que es nuestro país, lo malo que fue la esclavitud […]. Nada sobre los éxitos, la inteligencia o el futuro”.

Esta alusión a la trata de esclavos hace probablemente referencia a las declaraciones de Lonnie Bunch, el historiador de 72 años que está al frente del Smithsonian desde 2019 y que es primer afroamericano en ocupar este puesto. Bunch había dirigido anteriormente el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, inaugurado en 2016 por Barack Obama y a veces apodado el “Smithsonian Negro”.

Lonnie Bunch ha explicado en varias ocasiones que el pasado esclavista de Estados Unidos debía ser "el núcleo" de la institución. Bajo su liderazgo, el Smithsonian también lanzó los proyectos de apertura de dos nuevos museos nacionales: uno sobre los latinoamericanos (el National Museum of the American Latino), y otro sobre la historia de las mujeres (el Smithsonian American Women’s History Museum).

Este ataque a la Institución Smithsonian “coincide con la línea de los discursos de los ideólogos de extrema derecha desde hace décadas”, declaró a Mediapart el historiador Samuel J. Redman, de la Universidad de Massachusetts en Amherst y autor de libros sobre la historia de los museos estadounidenses. “Consideran que una gran parte de la investigación académica convencional es demasiado compresiva con las voces de las mínorias, que aborda en exceso momentos oscuros de la vida y de la historia de Estados Unidos, como la esclavitud o el genocidio [de los pueblos indígenas – nota del editor], y les preocupan ver obras de arte que amenacen las virtudes estadounidenses”, explicó.

El 21 de agosto, la Casa Blanca emitió un comunicado explicando por qué Trump “tiene razón sobre el Smithsonian”. La relevancia que otorga a la trata de esclavos es solo un punto de controversia, entre muchos otros, en este inventario, al estilo de Prévert, de los supuestos crímenes “woke” de la institución.

El Ejecutivo denuncia también la presencia de una variante de la bandera del orgullo intersexual en la entrada del Museo de Historia Americana, el encargo por parte de la National Portrait Gallery de una película de animación sobre Anthony Fauci —el científico que coordinó la respuesta de Estados Unidos a la pandemia de covid—, o la descripción heroica del cruce de la frontera con México por parte de migrantes latinoamericanos, en una pintura de Rigoberto A. González expuesta en 2022.

La Casa Blanca también retoma una infografía que el Smithsonian hizo circular en las redes sociales en 2020, sobre la “blancura”, un documento por el cual la institución, bajo presión, terminó disculpándose.

Una institución con un estatus complejo

Más allá de los eslóganes en redes sociales, ¿tiene Donald Trump los medios para llevar a cabo su ofensiva? La situación del Smithsonian es compleja. Financiado en un 62% por el gobierno federal, este complejo museístico rinde cuentas ante el Congreso, origen de su creación en el siglo XIX. En su consejo de administración se sientan miembros electos del Senado y de la Cámara de Representantes, ciudadanos independientes, pero también el vicepresidente de EEUU, J. D. Vance.

En teoría, el Smithsonian no es una agencia gubernamental, sino una institución independiente que opera según un modelo de una asociación público-privada. Lo que lleva al editorialista del New York Times, Jamelle Bouie, a afirmar que “el Smithsonian no pertenece al presidente Trump, ni siquiera forma parte del poder ejecutivo”.

El historiador Samuel J. Redman cree, por su parte, que la cuestión es aún más compleja porque nunca se ha planteado: “En el pasado, esta institución siempre ha rendido cuentas al Congreso. Pero lo hizo de una manera tan rutinaria que este tipo de preguntas y de conflictos nunca surgieron”.

Este fue uno de los problemas que rodearon la salida en junio de Kim Sajet, la primera mujer en dirigir la National Portrait Gallery. Ella se dio a conocer en 2022 cuando lamentó que muchas de las personas retratadas en su museo fueran demasiada frecuencia “ricos, pálidos y hombres”.

Donald Trump anunció inicialmente su despido en mayo, considerándola demasiado politizada y partidaria de las llamadas políticas de inclusión "DEI", aborrecidas por Trump y su equipo. Pero Lonnie Bunch, al frente de los veintiún museos del Smithsonian, reiteró entonces la independencia de la institución y confirmó a la persona en cuestión en su puesto. Kim Sajet, bajo presión, terminó renunciando voluntariamente semanas después, “por el bien del museo” que dirigía. Este impasse dice mucho sobre las dificultades que se avecinan.

Durante semanas, la institución ha intentado por todos los medios apaciguar el conflicto sin entrar en una confrontación directa con el poder ejecutivo. Trump y Bunch almorzaron juntos el 28 de agosto en la Casa Blanca, una reunión que el poder ejecutivo calificó de "cordial y productiva", aunque no proporcionó más detalles.

Trump inicia con el Smithsonian una nueva cruzada contra los museos

Trump inicia con el Smithsonian una nueva cruzada contra los museos

La batalla cultural lanzada por Donald Trump parece en todo caso estar dando sus primeros frutos. El Smithsonian ya ha realizado algunos “ajustes” problemáticos. A principios de agosto, el Museo Nacional de Historia Americana revisó su relato de los sucesos de la insurrección del Capitolio del 6 de enero de 2021 a favor de Donald Trump.

Unos días antes, la artista afroamericana Amy Sherald anunció que la exposición que acababa de montar en San Francisco y luego en Nueva York no terminaría su recorrido en la National Portrait Gallery de Washington. La razón: la sugerencia del museo a Sherald de no mostrar su retrato del artista transgénero Arewà Basit, que posa como la Estatua de la Libertad.

Amy Sherald lo interpretó como una forma de capitulación de la institución frente a las presiones políticas y denunció un caso de censura. La institución, por su parte, habla de un malentendido, asegurando que habría solicitado “recontextualizar” la obra. Para Lindsey Halligan, asesora especial del presidente Trump, ese retrato de Sherald equivale a reinterpretar “uno de los símbolos más sagrados de nuestra Nación a través de un prisma ideológico y fuente de divisiones”.

Más sobre este tema
stats