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Washington busca culpables tras una retirada que resucita viejos fantasmas

Joe Biden, este lunes en Fort Lesley J. McNair, en Washington, DC.

Alexis Buisson (Mediapart)

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Para ser un político que ha hecho de la empatía su marca registrada, Joe Biden no se ha mostrado así cuando se trata de Afganistán. El sábado, cuando los talibanes estaban acercándose peligrosamente a Kabul, repitió lo que venía diciendo desde hace años: corresponde a los afganos luchar por su país, no a los Estados Unidos. “Soy el cuarto presidente que dirige la presencia militar americana en Afganistán –dos republicanos y dos demócratas– y no le pasaré esta guerra a un quinto”, dijo en una declaración. Horas más tarde ya estaban los talibanes entrando en la capital afgana.

La caída de Kabul ha sido recibida con cierto fatalismo en Washington, donde sigue habiendo dudas desde hace meses entre parlamentarios y expertos sobre las condiciones de la retirada militar y “el después”. Desde hace días están apareciendo muchos debates sobre la responsabilidad de Joe Biden en el fiasco actual. Contrario a esta “guerra sin fin”, aunque la apoyó en 2001, decidió mantener el compromiso de retirada tomado por Donald Trump en el marco de las conversaciones mantenidas con los talibanes en Qatar en 2020.

Había fijado el 11 de septiembre como fecha tope para la salida completa de las tropas, a pesar de las advertencias de varios miembros de su partido. El 3 de mayo, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton declaraba en la CNN que existía un enorme riesgo si los talibanes retomaban el control del país. Opinión compartida por varios demócratas y por la ex secretaria de Estado de George W. Bush, Condoleeza Rice.

El mes pasado, Joe Biden decía a sus compatriotas que “el riesgo de que los talibanes invadan todo y retomen el país (era) muy imprevisible”, pero tanto él como sus asesores al parecer han sobrestimado las fuerzas de seguridad afganas. Conforme se han ido aproximando rápidamente los talibanes a Kabul, el inquilino de la Casa Blanca se ha visto obligado a anunciar el envío urgente, el sábado, de 1.000 militares más a la capital afgana para acelerar la evacuación de la embajada americana y de los afganos que han ayudado a las fuerzas de la coalición los últimos veinte años, y de paso cancelar el fin de semana en su casa de la playa para evitar cualquier imagen bochornosa.

“Veinte años más tarde, los Estados Unidos vuelven a salir de Afganistán sin planes para el futuro, para dar seguridad a las bases regionales, para los contratistas que llevan el mantenimiento del ejército afgano y para instruirles cuando se vayan”, observa Richard Fontaine, ex consejero de política exterior del republicano John McCain, en una entrevista con el diario Axios. Es poco probable que los americanos le guarden rencor a Joe Biden por eso. Más que Afganistán, lo que preocupa a la opinión pública americana, tradicionalmente poco interesada por la política exterior, es la gestión de la variante Delta del coronavirus.

Sondeo tras sondeo, los americanos se reafirman en su oposición a la guerra de Afganistán,que ha costado la muerte de 2.448 americanos y unos costes descomunales. En julio, el 47% de los americanos consideraba la intervención como un error, y un 46% lo contrario, lo que supone un cambio radical desde 2002, cuando el 93% de los encuestados veía la intervención americana como una buena idea. Con el tiempo, son sobre todo los republicanos los que más reticentes se han mostrado: el 21% ve ahora la guerra de Afganistán como un “error” y en 2001 era el 5%.

Los titulares de la prensa americana desde hace días reflejan claramente la hostilidad creciente de la población hacia este conflicto. El Washington Post ve este fracaso como la consecuencia lógica de la “arrogancia” de los Estados Unidos y de su “clase guerrera”, que quería exportar los valores y el modelo político americano a un país con una historia diferente.

A pesar del apoyo de la población, la caída de Kabul podría seguir rondando la presidencia de Joe Biden. Casos de imágenes de violencia callejera, crisis humanitaria o ataques terroristas en suelo americano relacionados con el resurgimiento de los talibanes podrían ser interpretados como que el presidente ha abandonado a sus aliados, sobre todo las mujeres afganas, y ha hecho de los Estados Unidos un lugar menos seguro.

Es el discurso que están propagando los halcones republicanos. “Si la seguridad de los Estados Unidos necesita que nuestros enemigos no dispongan de un espacio para atacarnos otra vez, los líderes de los dos partidos tienen la responsabilidad de explicar al pueblo americano por qué debemos mantener tropas desplegadas sobre el terreno”, ha declarado Liz Cheney, congresista por Wyoming e hija de Dick Cheney, el ex vicepresidente de George W. Bush.

Joe Biden ha intentado responder a esos temores pidiendo, el pasado sábado, a las “fuerzas armadas y a los servicios de inteligencia que garanticen que los Estados Unidos mantendrán su capacidad y su vigilancia” para prevenir futuras amenazas procedentes de Afganistán, sin precisar cómo. Ya en julio, el general McKenzie, el de mayor grado en la región, se lamentaba de lo difícil que era conseguir información de las fuerzas afganas, sobrepasadas por el avance de los talibanes.

Para Liz Cheney y otros, Joe Biden no es el único responsable de la situación. Varios expertos consideran que el acuerdo de paz firmado el año pasado por el gobierno Trump con los talibanes, que fijó el 1º de mayo como fecha límite del retiro americano, ha estado presionando a su sucesor. “El gobierno Biden teme que el cuestionamiento de ese acuerdo transforme una situación relativamente tranquila y estable para el ejército americano en otra ronda cruenta de combates que podría socavar sus planes de política exterior”, escribe el periodista Steve Coll en su columna del pasado domingo en el New Yorker.

Ahora mismo Biden lo que quiere es evitar las imágenes catastróficas de la evacuación de la embajada americana de Saigón en 1975, un episodio que marcó a su generación de políticos (él era aquel año un joven senador por Delaware). Los Estados Unidos habían evacuado a su personal diplomático y a survietnamitas desesperados desde el techo del edificio utilizando helicópteros. Ese recuerdo se está utilizando ahora alegremente por los republicanos, felices de utilizar la debacle afgana contra un presidente muy activo en el plano legislativo.

Para Joe Biden y la inmensa mayoría de los demócratas, seguir más tiempo en Afganistán no tiene ningún sentido. “Si veinte años de laboriosa formación de las fuerzas de seguridad afganas han tenido tan poco impacto en sus dotes para luchar, cincuenta años más no cambiarían nada”, ha declarado el demócrata Chris Murphy, miembro de la comisión de exteriores del Senado. Y no es el único que piensa así. Una encuesta que se publicó en julio mostraba un fuerte apoyo (70%) en favor de la retirada americana. Una opinión que comparte el 77% de los demócratas, el 73% de independientes y el 56% de los republicanos.

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Traducción: Miguel López

Texto original en francés:

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