ENTREVISTA
Brais Lorenzo, fotógrafo: "Si muere una aldea, muere nuestra forma de existir como pueblo"
Ha pasado tan solo un mes desde que media España viviera la peor semana de incendios que se recuerda en este siglo. Más de 350.000 hectáreas calcinadas en todo el país y consecuencias devastadoras para miles de personas que vieron cómo sus casas quedaron reducidas a cenizas o que tuvieron que huir cercadas por el fuego. Buena parte de esas imágenes las hemos visto a través de los ojos del fotógrafo Brais Lorenzo (Ourense, 1986) que en conversación con infoLibre hace un llamamiento: “Sigue habiendo mucha gente afectada y creo que no debemos olvidarla”.
Sus fotografías retratan la ira del fuego y la desesperación de quienes lo sufren en Galicia. En sus disparos, la belleza se mezcla con el horror. Un horror que no solo tiene que ver con incendios, sino con la soledad y el abandono rural, algo en lo que busca adentrarse en su último proyecto: Habitar o Baleiro (Habitar el vacío).
¿Qué es lo más duro de fotografiar a personas que lo han perdido todo entre las llamas?
Ha habido muchos momentos duros. El ser humano es asombroso y ya lo ves casi con una cierta lejanía. Estos días continúo haciendo fotos de las consecuencias. Sigue habiendo muchos afectados y no hay que olvidarles. Han perdido sus viviendas y las de sus antepasados, sus recuerdos y su entorno está completamente calcinado. Ya no solo su casa, ¿qué panorámica tienes ahora si todo está completamente quemado?
Estaba acompañando a una vecina en San Vicente de Leira, en Valdeorras, y ella iba recordando escenas de vida de cuando era pequeña: cómo hacía el trabajo comunitario, cómo se juntaban los vecinos para hacer una fiesta… Eso me impactó muchísimo porque lo que yo veía que todo estaba destruido e imaginarme, en esos momentos, la vida en esa aldea parecía imposible. Ya no solo por el fuego, sino también por la sensación de soledad que se respiraba.
Por otro lado, lo que es el patrimonio natural a mí me duele mucho, han ardido viviendas, pero también iglesias y bosques. Es una superficie tremenda y, pese a que el monte bajo se regenera bastante rápido, va a costar recuperar todo este patrimonio que se ha perdido. Es una catástrofe sin precedentes y me sorprende que aún así haya aún políticos tratando de quitarle hierro al asunto.
No está pagado el trabajo de los bomberos, gente que se mete en primera línea durante jornadas maratonianas, que a veces están sin comer hasta las cinco de la tarde y que incluso puedan llegar a adelgazar seis o siete kilos de golpe
Los incendios de este verano han puesto sobre la mesa las duras condiciones en las que han tenido que trabajar los bomberos forestales durante los incendios. Al final los fotoperiodistas trabajan mano a mano con ellos...
Lo que hemos visto es que había muchas aldeas donde no ha llegado ningún medio de extinción. El servicio colapsó y la realidad es que en muchas ocasiones se ha logrado parar el fuego gracias a los vecinos, solos y sin ayuda. Estando en primera línea lo que se vivía era desesperación debido al colapso de los servicios de extinción. He visto bomberos que tuvieron que ser evacuados, otros que ya no podían luchar más contra el fuego, llorando, sobrepasados con la situación… Ha sido todo tan caótico y tan simultáneo en tantos puntos diferentes...
Creo que no está pagado el trabajo de los bomberos, de gente que se mete en primera línea durante jornadas maratonianas, que a veces están sin comer hasta las cinco de la tarde y que incluso puedan llegar a adelgazar seis o siete kilos de golpe.
Más de 110.000 hectáreas han ardido este año en Galicia durante los incendios. ¿Qué responsabilidades políticas se deben pedir?
Al final yo creo que esto es un problema estructural que depende de diferentes administraciones, desde el Estado hasta la Xunta y los ayuntamientos. Todo el mundo tiene que arrimar el hombro, ponerse a trabajar desde cualquier administración.
Hay que anclar la población rural, hacer que la gente se relacione con el medio, que tenga animales, un poco volver a lo de toda la vida en las zonas rurales, en las aldeas. Eso hará que las urbes estén más trabajadas para que cuando se acerque el fuego a una aldea, sea una oportunidad para pararlo y no sea un riesgo para que todo arda. Hace falta apostar por políticas efectivas que fomenten la vida en el rural, que inviertan en ayudas y que exijan a los propietarios que tengan sus fincas limpias. No puede ser que de repente el vecino tenga toda la finca llena de de maleza, de combustible y que esté todo seco. Si no lo limpia el vecino, tendrá que ser del propio ayuntamiento porque al final parece que la responsabilidad es de todos, pero al final no es no es de nadie.
Digamos que la cámara es una excusa perfecta para meterse en cualquier fregado y poder comprender las cosas en primera persona
Lleva 15 años fotografiando los incendios de Galicia, ¿cuál cree que es la diferencia entre los primeros que cubrió y los actuales?
Veo muchas diferencias. Principalmente a nivel de extensión. Cuando yo comenzaba, lo que se denominaba como gran incendio forestal eran fuegos de 500 hectáreas. De hecho, cuando nos mandaban a cubrirlos era como ir a un gran incendio. Y lo cierto es que lo es porque es mucha superficie, pero claro, con los incendios de este verano estamos hablando de cuatro incendios simultáneos que sobrepasaban las 10.000 hectáreas.
También ha cambiado el comportamiento del fuego. Al final no soy experto, yo no me dedico a la extinción, ni he estudiado para ello, pero la experiencia en base a los años me va dando códigos y uno intenta saber cómo evoluciona el incendio… El gran problema es que el comportamiento es impredecible y lo dice así la propia gente de extinción. Este verano estaba con otros periodistas comiendo en un restaurante y tuvimos que evacuar a los diez minutos por un fuego que se encontraba bastante lejos y que, en cuestión de minutos, se nos había echado encima.
Más allá de la fotografía en incendios, ¿cuándo supo que quería dedicarse al fotoperiodismo?
Yo fui mal estudiante, faltaba a clase y no quería seguir estudiando. Empecé a trabajar muy joven con 16 años como limpiador de alfombras compaginando el trabajo con los estudios, pero repitiendo cursos. Cuando tuve mi primer coche viajaba sobre todo por el territorio gallego con la chica que estaba por aquel entonces. Recuerdo unas vacaciones, estábamos visitando la zona de A costa do Morte y ahí empezó también una oleada de incendios. Recuerdo que se me habían terminado las cámaras desechables y yo tenía una digital compacta que también se había estropeado. Me cogí tal rebote que esas vacaciones perdieron todo el sentido. Sin cámara, ya no tenía demasiado sentido seguir viajando. Entonces, hice click y vi cómo de importante era la fotografía para mi. Ahora, por ejemplo, me pasa al revés. Cuando me voy de vacaciones hago lo contrario, llevo cámara pero casi no la uso, hago muy pocas fotos porque también necesitas desconectar.
¿Por qué la fotografía para contar historias?
Para mí es una manera de comprender el mundo. Es una manera de comprender, de sentir y de sentir en primera persona para transmitir lo que pasa. Seguramente, muchas veces, pasamos de puntillas por las historias y no profundizamos demasiado en ellas, pero sí que es cierto que gracias al fotoperiodismo, he estado en muchísimos sitios que de otra manera no estaría. La cámara es una excusa perfecta para meterse en cualquier fregado y poder comprender las cosas en primera persona.
Lo que no puede ser es que por vivir en el rural tú seas un ciudadano de tercera, que tengas menos servicios y que comprometas tus expectativas vitales en muchos sentidos
¿Qué busca con el proyecto Habitar o Baleiro?
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Habitar O Baleiro es una especie de oxímoron. Baleiro es vacío, entonces ‘habitar el vacío’ es una metáfora en el sentido de habitar algo que está muriendo. El proyecto es mostrar la situación del rural de Galicia atendiendo a las sombras, a lo que muere, pero también a lo que pueden hacer, a la parte más esperanzadora.
Creemos que estamos ante el fin de una civilización: el de la civilización rural en Galicia. Con esos campesinos, esos labregos, esa gente que conserva unos saberes y una cultura que se transmitió de generación en tras generación durante siglos, que continúan en las aldeas, que son guardianes del territorio, y que cuando ya no estén, pues todo eso desaparecerá con ellos.
Por eso, queremos dejar documentado esa manera de habitar que aún queda y contraponerla a las nuevas maneras de habitar. Al final cuando pensamos en la vida en el rural pensamos en una vida dura que creo que no hay que romantizar, pero que tiene muchas posibilidades y puede llegar a ofrecer una vida más cómoda a gente que tiene unas circunstancias de vida determinadas. Habitar O Baleiro es una reflexión audiovisual, un proyecto multiplataforma de piezas, exposiciones y documentales que busca repensar nuestra manera de vivir y de relacionarnos con el medio.