un año de la dana
Científicos españoles confirman que el cambio climático intensificó la dana de Valencia y duplicó su área
En las horas siguientes a la dana del 29 de octubre de 2024, era evidente que aquella no había sido una gota fría más en la provincia. Semanas después aparecieron los primeros estudios que constataban que el cambio climático había agravado la tormenta, y al cabo de un año lo han confirmado análisis más profundos de científicos españoles. Esta semana se han presentado dos trabajos que concluyen que en la zona cero de la dana las lluvias fueron alrededor de un 20% más fuertes debido a un enorme exceso de humedad que había esos días en la atmósfera, fruto del calentamiento del Mediterráneo.
El primero de los estudios aporta nueva información sobre cómo el cambio climático alteró el interior de aquella inmensa tormenta. La intensidad de la descarga de agua fue un 20,6% mayor que en un escenario sin gases de efecto invernadero y su radio de impacto fue muy superior. La zona sobre la que cayeron 180 litros/m2 o más en 24 horas –el umbral que supone activar el aviso rojo por lluvias– fue un 50% más grande, mientras que el área que recibió 300 litros/m2 –una cifra torrencial, que pocas veces se registra–, aumentó en al menos un 100%.
Los datos los desveló este jueves Carlos Calvo-Sancho, investigador del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE-CSIC) de Valencia. "El cambio climático dobló el área de las precipitaciones extremas y aumentó su intensidad. El único factor estadísticamente significativo fue la humedad, que alteró la dinámica de la tormenta y la dopó", dijo el experto en tormentas tropicales en una presentación en la Universidad Complutense de Madrid. El estudio, en el que participan otra decena de expertos y ha sido impulsado por la Universidad de Valladolid y la Aemet, todavía no ha sido publicado en su versión definitiva porque está en su etapa final de revisión.
La conclusión coincide con la de otro paper publicado esta semana por el Instituto de Geociencias (IGEO-CSIC), que calcula que la contaminación antropogénica incrementó la cantidad total de lluvia en todo el sureste peninsular en 5 litros/m2 durante el evento, con incrementos locales de 10 litros/m2, lo que equivale aproximadamente a un 20% más de intensidad. "Al igual que en el estudio de Carlos Calvo, el cambio en el flujo de humedad de la tormenta estuvo ligado no al viento, sino a la evaporación de agua", comentó también este jueves Bernat Jiménez, investigador del IGEO.
La evaporación del Mediterráneo es la clave
Los dos estudios, elaborados mediante métodos de atribución, comparan la dana que vivió Valencia aquella tarde con un escenario similar, pero en un planeta sin cambio climático. Los científicos llevan años advirtiendo de que el mar Mediterráneo se está calentando a una velocidad entre dos y tres veces superior a los océanos, y la evaporación de esa agua va a intensificar las gotas frías, las borrascas, los tornados, las nevadas y el pedrisco que caigan sobre la península.
La investigación en la que ha participado Carlos Calvo subraya que la evaporación del agua durante la dana de 2024 fue un 10,5% superior a un escenario sin contaminación humana y eso provocó que el flujo de vapor de agua hacia la tormenta subiese un 8,5%. Un mar más caliente de lo normal añadió más energía a la tormenta –la liberación de calor latente fue un 29% superior– y ese proceso dio un 11% más de fuerza a las corrientes verticales de aire, que elevan el vapor hasta las capas más frías de la atmósfera. La consecuencia fue un 9,4% más de lluvia total, un 20,6% más de intensidad en la precipitación torrencial y un área un 55,5% más grande sobre la que cayeron más de 180 litros/m2.
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No está claro de dónde procedía esa humedad, ya que los autores de este último estudio destacan el papel de "un río atmosférico procedente del Atlántico subtropical", que se sumó a la humedad del Mediterráneo. Sin embargo, otro estudio publicado en junio valoró que el Atlántico solo aportó el 1,4 % de la humedad de la tormenta, mientras que el 78% procedió del Mediterráneo, el 8,5 % del noroeste de África y el 6,2% de la zona del Mar Negro.
Otra conclusión a destacar de la investigación de Calvo es que los cálculos que extraen de la tormenta del 29-O coinciden con una ley básica de la física, la relación Clausius-Clapeyron, que determina que la capacidad de retención de agua de la atmósfera se incrementa en un 7% por cada grado centígrado de aumento en la temperatura media. En el caso de la dana de Valencia, una vez que la tormenta superó los 30 litros/m2 en una hora de precipitación, la intensidad se disparó un 10% por cada grado de calentamiento. En esa región, la temperatura media ha subido hasta ahora entre 1°C y 2°C respecto a la época preindustrial.
Aunque en esa catástrofe no se superó el récord de lluvias en España en 24 horas (817 l/m2 en Oliva, en 1987), sí se batieron una decena de marcas, como la mayor precipitación en 20 minutos (80,2 l/m2) y en una hora (184,6), todas ellas en Turís (Valencia), donde llegaron a caer ese día 771,8 l/m2. El récord más notable de esa jornada fue la mayor precipitación en seis horas (620,6 l/m2), que más que duplica la marca anterior de 2018 en Alpandeire, Málaga (289,2 l/m2).