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El arresto del expresidente Uribe sacude Colombia

El expresidente de Colombia Álvaro Uribe, en octubre de 2019, tras su llegada a la Corte Suprema de Justicia.

Pascale Mariani (Mediapart)

Buena noticia para unos y mala para otros, en todo caso supone un shock para Colombia. El expresidente Uribe, hasta ahora intocable, permanece en arresto domiciliario por orden del Tribunal Supremo colombiano bajo acusación de manipulación de testigos.

"La privación de mi libertad me causa profunda tristeza por mi señora, por mi familia y por todos los colombianos que todavía creen que algo bueno he hecho por la patria", tuiteó el pasado martes 4 de agosto, anunciando así la noticia. Al día siguiente daba positivo en una prueba del covid-19. Una semana dura para quien dominó la política nacional durante su doble mandato de 2002 a 2010.

Los cinco magistrados de la sala de instrucción del Tribunal Supremo votaron por unanimidad su arresto. "No hay nadie por encima de ley, ni siquiera los más poderosos y los más influyentes", ha indicado el senador Iván Cepeda, su adversario en este proceso. "Este es el mejor día de nuestra vida", tuiteó la asociación Mafapo, que reúne a madres de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales perpetradas bajo la Presidencia de Álvaro Uribe.

Sus seguidores claman que se trata de una persecución política. "Hay todo un grupo de personas para los que la cabeza de Uribe es un trofeo de guerra", denuncia Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, feudo de Álvaro Uribe. Las cadenas de televisión nacional transmiten constantemente testimonios de simpatizantes indignados por el hecho de que el exjefe de las FARC, Timochenko, esté en libertad desde que terminó el proceso de paz firmado con el sucesor de Uribe, mientras éste se encuentra ahora detenido.

Presentado como el "salvador del país", cuenta con el apoyo de los principales medios de comunicación, que están mayoritariamente en su favor en este asunto. Uribe, hombre fuerte de ese país andino y senador desde 2014, ostenta aún la esencia del poder en Colombia. Su grupo parlamentario domina el Parlamento bicameral gracias a las alianzas con otros partidos de derechas. El actual jefe del Estado, Iván Duque, del que se mofan sus detractores que le describen como la "marioneta de Uribe", era casi un desconocido antes de que fuera elegido en 2018 gracias al aura todavía fuerte del ex presidente.

En Bogotá, Barranquilla y Medellín, los seguidores de Álvaro Uribe organizaron el pasado martes por la tarde caravanas de protesta por su detención. "Todo lo que vaya contra Uribe va contra mí", coreaban al ritmo del claxon de sus vehículos de lujo por los barrios acomodados del norte de Bogotá. Su partido, el Centro Democrático, había advertido poco antes de que si Álvaro Uribe era detenido, se podría incendiar el país.

Al mismo tiempo, en la capital, aún confinada por la pandemia del covid-19, se oían caceroladas desde las ventanas para celebrar la detención. Muchos ciudadanos piensan que esa decisión cambiará el curso de la historia.

El Tribunal Supremo, órgano competente para juzgar a los expresidentes, ha puesto en marcha más de una decena de investigaciones contra Álvaro Uribe por asesinato, masacres de campesinos o escuchas ilegales, aunque ninguna había logrado hasta ahora tener éxito. Carlos Arturo Toro, que ha defendido a varios testigos contra Uribe, calcula que "han sido asesinados diez testigos clave" en los procesos que le implicaban. "La decisión prueba que en Colombia es posible tener un Estado de Derecho, social y democrático, con un poder judicial independiente, principios que han sido pisoteados estas últimas décadas en nuestro país", analiza este abogado penalista. "La justicia ha terminado actuando en un caso que al fin y al cabo tiene una importancia menor en comparación con los crímenes de lesa humanidad de los que se le acusa".

Un proceso que terminó volviéndose contra su instigador

El caso, que ha finalizado con su detención, ha conocido numerosos imprevistos. En un primer momento fue Álvaro Uribe quien llevó ante la justicia al senador Iván Cepeda, que investigaba su pasado. El expresidente le había acusado de comprar testigos que le implicaban en la creación de grupos paramilitares en la región de Medellín.

Iván Cepeda fue absuelto y el proceso terminó volviéndose contra su instigador: en 2018, el Tribunal Supremo abrió contra él una instrucción por "manipulación de testigos y fraude en el procedimiento". Un abogado de Uribe habría ofrecido importantes sumas de dinero a ex paramilitares presos para modificar sus declaraciones.

En la carrera de Álvaro Uribe han sido recurrentes las acusaciones de vínculos con los paramilitares y la mafia. Las milicias paramilitares, creadas en los años 90 para la lucha contra la guerrilla, han ensangrentado Colombia durante más de dos décadas a base de masacres ciegas en tierras rebeldes y de asesinatos personalizados de dirigentes de izquierdas. El padre de Iván Cepeda, uno los dirigentes del Partido Comunista, fue asesinado en 1994 por agentes del Estado asociados con los paramilitares.

Ahora, Álvaro Uribe es al mismo tiempo el hombre más adorado y el más odiado del país. Sus detractores le apodan "el carnicero", "el innombrable" o "el señor de las sombras". Desde el inicio de los años 80, cuando dirigía la aviación civil, permitió a Pablo Escobar prosperar en el comercio de cocaína hacia los Estados Unidos. Según la periodista Virginia Vallejo, examante de Pablo Escobar, el jefe del cártel de Medellín le llamaba "el bendito joven" y afirmaba que debía su fortuna a las autorizaciones de vuelos concedidas por ese aliado providencial.

El padre de Álvaro Uribe, un rico terrateniente, fue asesinado en 1983 por un misterioso comando armado. La familia Uribe acusa a la guerrilla de las FARC, que siempre lo ha negado. Algunas versiones atribuyen el asesinato a las relaciones del patriarca con los narcotraficantes. Los Uribe mantenían relaciones con el clan de los Ochoa, miembros del cártel de Medellín. En 1984, el helicóptero familiar fue localizado en Tranquilandia, el mayor laboratorio de cocaína desmantelado hasta entonces.

El mesías que iba a terminar con los rebeldes marxistas

A pesar de su oscuro pasado, una parte de los colombianos le profesan un reconocimiento infinito por haber debilitado considerablemente a las guerrillas de extrema izquierda. A principios de la década de 2000, el ELN y sobre todo las FARC asfixiaban al país con los secuestros y los asesinatos. Desde su primera campaña presidencial, Álvaro Uribe fue apoyado por los paramilitares, que ordenaban a los campesinos y ciudadanos aterrorizados que votaran por él.

Fue así, para muchos colombianos, el mesías que iba por fin a terminar con los rebeldes marxistas y llegaría a asestarles los más duros reveses de su historia. Pero bajo su mandato, el ejército se convirtió en más sanguinario aún que las FARC, cometiendo varios miles de ejecuciones extrajudiciales y presentando a ciudadanos inocentes como guerrilleros muertos en combate.

Álvaro Uribe está en arresto domiciliario en su residencia de El Ubérrimo, una enorme hacienda de la región de Córdoba, en el norte de Colombia. A los 300 soldados y policías destinados a su seguridad se añadirán decenas de guardias del Instituto Nacional Penitenciario.

Este proceso durará aún meses, tal vez años, y para algunos esto será el comienzo de una larga serie de procesos. "¡Al Capone cayó por evasión fiscal!", dice una opositora entusiasmada que salió a la calle a celebrar la noticia a pesar del confinamiento.

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Traducción: Miguel López.

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