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Los diablos azules

Ana Luísa Amaral: "La base de toda poesía está en la memoria, porque toda poesía es ética"

La poeta portuguesa Ana Luísa Amaral.

Marisa Martínez Pérsico

El pasado 21 de marzo de 2021, Día Internacional de la Poesía, entrevisté a la poeta portuguesa Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956), reciente ganadora del XXX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana otorgado en España por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca. Fue en el marco de la celebración organizada por la Bienal Internacional de Poesía de Moscú, que contó con la presencia de 350 poetas de todo el mundo leyendo sus textos en simultáneo durante todo el día. Junto al poeta griego Dimitris Angelis coordiné la Sección Sudeuropea (Southern Hub) del Festival y esta fue mi conversación con Ana Luísa Amaral. 

Pregunta. En una entrevista que te hicieron hace un tiempo para la revista italiana Insula europea de Perugia mencionabas la importancia de la memoria y de la música en tu poesía. ¿Podrías hablarnos un poco de esto? Pero antes quería decirte que me impactó que tu primer poema lo hayas compuesto a los cuatro o cinco años: “Outono, chegou o outono. As folhas que outrora foram verdes e belas, hoje sao amarelas”. [“Otoño, llegó el otoño. Las hojas que antaño fueron verdes y lindas, ahora son amarillas”].Insula europeaOutono, chegou o outono. As folhas que outrora foram verdes e belas, hoje sao amarelas

Respuesta. (Risas). Sí, sí, pero falta el último verso, “belas outrora e amarelas agora” [“bellas entonces y amarillas ahora”]. Fue a los cinco años, o cuatro y medio, se lo dije a mi madre y ella lo escribió. Me parecía que la palabra “outrora” era música y palabra a la vez, pero lo raro es que nunca la había escuchado, de hecho no se usa mucho en portugués. Yo creo que todo escritor es un apasionado de su lengua. Yo adoro mi lengua, el portugués es una lengua linda. Pero también otras lenguas, a las que he traducido. El español es también una lengua lindísima, con sus variantes, el español de Argentina (“vos hablás”), el español de Madrid, el español de Colombia, más cantado... Y el francés... en fin, tengo fascinación por las lenguas. Yo considero que la base de toda poesía está, formalmente, en la música. Y, después, en la memoria, porque toda poesía es ética. Toda gran poesía es ética. Tiene una obligación con los que no tienen voz. Con las mujeres, los refugiados, los niños, los ancianos, los animales, con el mundo de los colonizados. Como decía Primo Levi, su tarea es la de recordar. La poesía trasciende las cosas y pasa a formar parte de la memoria. Y cuando digo que es “memoria” me refiero a que es “memoria de la tradición poética”, de lo que otros han escrito antes que nosotros, pero también me refiero a la “memoria de la historia”: de los esclavos, de las mujeres, de lo que pasó en el Holocausto, de lo que está pasando ahora, de lo que pasó en Portugal un 25 de abril [alude a la Revolución de los Claveles, en 1974], del principio de nuestra libertad que ahora vuelve a ser tan frágil por culpa de los partidos de extrema derecha, de los fascistas. Esto sucede hoy en Portugal. Por eso tenemos una obligación. La poesía es inútil, poetry is useless, y precisamente por eso hoy es absolutamente necesaria.

P. Has hablado de la dimensión colectiva de la memoria: la tradición poética y la Historia. Quisiera preguntarte por la memoria íntima, por tu propia memoria. Hay en tu poesía una atención puesta en los detalles, en escrutar la realidad inmediata.

R. Yo pienso que hay dos momentos en la escritura. Cuando se escribe, se escribe para uno mismo. Escribir es un acto íntimo y aislado, de soledad. Pero después el poema tiene ese segundo momento, para ser compartido con los otros. Yo creo que la poesía es comunicación, tiene que ser comunicación con el otro, un “darse al otro”. Pero en ese primer momento estamos solos. Tú escribes para ti, porque si escribes pensando en los otros estás pensando en la crítica, y no puede ser. Uno no puede estar pensando en qué dirán de mí: escribes porque lo necesitas. Y tú miras alrededor y te das cuenta de que todo es poetizable. Tú puedes hablar de una patata... ¡o de una papa, si eres latinoamericano! (Risas).

P. Claro, para Neruda era una papa, para Miguel Hernández una patata. (Risas).

R. Eso mismo: se puede poetar sobre una patata, una cebolla, el amor, la violencia, todo cabe en la poesía. No hay palabras prohibidas, porque como decía Emily Dickinson, “I dwell in possibility”, yo habito la posibilidad. Y la poesía es eso: posibilidad. Es mar abierto.

P. Has escrito tu tesis doctoral sobre Emily Dickinson, ¿verdad?

R. Sí, y aún es mi pasión. He traducido doscientos poemas suyos al portugués. Hablaba hoy mismo con mi traductora al italiano, Livia Apa, sobre este Festival. Ella me envió esta mañana, mira la coincidencia, un poema de Emily Dickinson que yo había traducido al portugués. Todos son bienvenidos a las posibilidades de la poesía: William Blake, Pizarnik, Adrienne Rich, Denise Levertov, la poeta argentina tan buena tan buena Diana Bellessi. Lo fantástico es que se pueda hacer tanto con un alfabeto de unas 27-28 letras.

P. Me quedé pensando en lo que decías de las etapas del poema, de ese pasaje de lo íntimo a lo público. También entre un libro y otro se pasa de lo íntimo a lo público, es un circuito, son momentos que a veces se superponen y retroalimentan mientras se sigue escribiendo.

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R. Es interesante reflexionar acerca de lo que significa “escribir un libro”. Si me preguntan “¿Cuándo escribiste este libro?”, yo respondo: “Yo no escribí este libro, yo escribí poemas. Y luego he compuesto este libro”. Para mí escribir poemas y publicar libros son procesos distintos. En mi caso la escritura no es programática. Yo escribo, luego escojo poemas según una coherencia interna, y los agrupo. Claro que esos poemas tienen que hablar unos con otros. Te doy un ejemplo: yo tenía escrita una secuencia que se llamaba “Al este del Paraíso” para mi primer libro, que es de 1990. Pero esa secuencia no salió en el primero. Y no conseguí tampoco ponerla en el segundo, ni en el tercero, ni en el cuarto. Salió recién en mi quinto libro, que se llama Às vezes o paraíso [A veces el paraíso]. Porque ahí cabía. Es como con la novela, cuando los personajes dicen “yo ya me tengo que morir, tienes que matarme, ¿no?”. A veces escucho eso de los novelistas. Cuando los personajes deben entrar y salir, aunque no sean personas de verdad sino de papel. Con la poesía es igual. Porque la poesía está en el mundo, pertenece al mundo.

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Marisa Martínez Pérsico es poeta y doctora en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca.

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