Desde la tramoya

¡Por fin la política!

Por fin. El Gobierno ha sido capaz de dar una noticia realmente importante, con un contenido social de calado y con mensaje nítido de izquierdas. Hablo del acuerdo entre el Gobierno y el Grupo Parlamentario de Unidos Podemos y sus confluencias para aprobar los Presupuestos Generales del Estado.

Según ese acuerdo, que necesariamente tiene que contar con el visado de las autoridades europeas (previsible) y (más difícil) de los grupos nacionalistas en el parlamento nacional, el salario mínimo subirá como nunca lo ha hecho, hasta los 900 euros, las pensiones se elevarán estos dos próximos años según el IPC, habrá más dinero para la protección de los niños frente a la pobreza y se invertirá más en investigación, en dependencia o en vivienda.

Además, se igualarán los permisos de madres y padres y se exigirá que se soliciten por separado, se avanzará en el ingreso mínimo vital, se revisará el delito de injurias al rey, se aprobarán las listas auténticamente paritarias (llamadas cremallera) en la ley electoral... El acuerdo tiene decenas de medidas concretas, todas ellas realistas y consistentes y ninguna excéntrica.

El pacto, contenido en un documento de 50 páginas accesible de inmediato a todo el mundo, también prevé la obtención de los fondos necesarios para poner las iniciativas en marcha –unos 5.000 millones– a partir de la subida de impuestos a las rentas más altas (de más de 130.000 euros anuales), a las empresas tecnológicas ricas que operan en España, a los patrimonios millonarios y a quienes especulan en los mercados con una minitasa Tobin. Suficiente para que nadie se eche las manos a la cabeza ni acuse al Gobierno de comunista ni confiscatorio, excepción hecha de algún portavoz del PP que asegura que, de seguir así, España se convertirá en Venezuela.

El presidente y Podemos solemnizaron su acuerdo con una breve foto de la firma en Moncloa, a las 9 de la mañana del jueves.

Cada una de esas medidas merecería un plan de comunicación ad hoc y una puesta en escena adecuada, pero como van en una lista que aún tiene que ser aprobada en las Cortes, es posible que queden difuminadas en el marasmo del día a día de la política de la chorrada en la que parecemos estar instalados, entre másters, tesis, escuchas telefónicas, contradicciones y emergencias de última hora.

El Gobierno y el PSOE harían bien en no permitir que Podemos se apropie por completo del protagonismo. De momento, parece que todo lo que hace mal Sánchez es por su propia culpa y todo lo que hace bien es por mérito de Pablo Iglesias. En ese sentido, los morados están siendo muy inteligentes. Un día critican a una ministra por sus relaciones peligrosas con Villarejo e incluso se abstienen en su reprobación, pero al día siguiente acuerdan medidas importantes con el presidente. Una de cal y otra de arena, en línea con lo que probablemente piensa la mayoría social progresista de España. Nadie podrá decir que no estuvieron ahí para ayudar al Gobierno en lo que necesitaba, ni tampoco podrá nadie echarles en cara que no fueron críticos cuando lo merecía.

No sabemos  cómo le irá a los dos socios en esta relación nueva que han entablado. No olvidemos que, en realidad, ambos compiten por el mismo espacio electoral, peleando por el mismo voto. Recordemos también que Podemos siente un primario rechazo por el PSOE, al que considera cómplice de los desafueros de la casta, y que el PSOE siempre ha sentido por Podemos entre temor y desprecio por venir a sustituirlo. Podemos no tiene intención de quedarse en un diez por ciento del voto, como tuvo Izquierda Unida en sus mejores momentos. Podemos, no lo ha ocultado nunca, quiere ser la fuerza hegemónica de la izquierda española, convertirse poco a poco en el sustituto de la socialdemocracia que ha gobernado España 21 años.

Por eso, nada más estampar su firma en el acuerdo de Presupuestos, Iglesias y los portavoces de Podemos se han lanzado a los platós a capitalizar su logro. La historia reciente se repite. Aunque Podemos sea sólo un bastón para el PSOE, a veces parece lo contrario, que quien lleva la iniciativa es Podemos, y que el PSOE está sólo atendiendo a sus exigencias. Veremos quién se lleva definitivamente la medalla, pero en esa pelea comunicativa soterrada está la clave de cuál de los dos partidos lidera la izquierda española.

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