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Votos que valen doble

En Ciudadanos tienen un problema. Aproximadamente, uno de cada tres de sus votantes prefiere pactar con el PSOE antes que formar parte de un gobierno sostenido con el apoyo de la extrema derecha. Sin embargo, el partido ha decidido hacer pública su renuncia incontestable a ningún tipo de acuerdo con los socialistas encabezados por Pedro Sánchez. Se trata de una apuesta llena de riesgos e incógnitas. ¿Por qué lo han hecho?

La semana anterior a la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, todas las encuestas coincidían en que, de celebrarse las elecciones en ese momento, Ciudadanos hubiera sido la fuerza más votada y Albert Rivera podía haberse convertido en presidente del Gobierno. Hablamos de finales del mes de mayo. Hace tan sólo nueve meses. Había encuestas que situaban al partido por encima del 25% con cierta estabilidad desde meses atrás. En esa época, Ciudadanos explotaba su conocido discurso de apartarse del eje tradicional de enfrentamiento entre rojos y azules. Atacaba con firmeza al PP por sus casos de corrupción. La crisis derivada del caso de Cristina Cifuentes había hecho mella en las filas populares y muchos de sus votantes seguían abandonando sus filas tras ese enésimo caso vinculado a algún tipo de corrupción. Ciudadanos explotaba al máximo el tema catalán para criticar al PSOE por su supuesta tibieza. Podemos vivía la crisis del chalé de Iglesias y Montero, lo que arrastraba a su líder a obtener la más baja popularidad de toda su carrera. Mientras tanto, Albert Rivera conseguía ser el líder más valorado. Era una deliciosa primavera en Ciudadanos.

En la actualidad, el panorama parece que ha cambiado significativamente. El partido naranja no ha hecho más que descender en las encuestas mes a mes. Además, la valoración de Rivera también ha bajado. La aparición de Vox le ha restado una parte de sus votantes, aunque en menor medida que lo sufrido por el PP. Su participación en el gobierno andaluz, soportado gracias al apoyo de la de extrema derecha ha reabierto una extendida duda sobre su ubicación ideológica. Su tradicional política de apoyo a la gobernabilidad respaldando la lista más votada forma ya parte del pasado.

En esta coyuntura, Ciudadanos ha decidido formalizar públicamente su posicionamiento en el espectro de la derecha y aceptar formar parte de una mayoría de gobierno que incluyera de una forma u otra una connivencia con el PP y con Vox. La foto de Colón sirvió como acta notarial de esta nueva etapa. La reubicación política del partido se ha completado con la incorporación a las listas electorales nacionales de su líder con más arrastre, Inés Arrimadas, en un evidente intento de potenciar la fuerza de la candidatura.

No hace falta ser un avezado analista político para entender las consecuencias evidentes de estos movimientos. Cabe suponer que parte de su posible electorado busque apoyar al PSOE o a alguna otra formación de izquierdas. Es imposible definir un porcentaje de bajas, aunque no resulta complicado determinar el techo. Se juega la posible fuga de hasta un tercio de sus seguidores, los defensores de pactos con los socialistas. Como principal barrera de contención, Ciudadanos cuenta con el asunto catalán. La idea es convencer a esos votantes ahora desubicados de que apoyar al PSOE supone apoyar indirectamente al secesionismo. Puede ser una buena solución, aunque es evidente que la jugada tiene su peligro.

Seguramente, la explicación del movimiento tiene que ver con una apuesta más ambiciosa, la de intentar presidir un futuro gobierno apoyado por los partidos a su derecha. La jugada es sencilla. Hay votos que valen doble y en estas elecciones, para Ciudadanos están a su derecha. Cada voto que se vaya al PSOE es único y se traslada a un adversario no directo, ya que ahora combaten en diferente territorio. Sin embargo, cada voto que le pueda arrebatar a un PP en caída libre en los últimos meses suma doble. Por un lado, el voto que se adhiere a Ciudadanos y, por otro, el voto que pierden los populares. Si el objetivo de Ciudadanos es superar al PP en estas elecciones para poder encabezar la alianza de las derechas parece evidente que la estrategia más efectiva de Albert Rivera puede ser robarle “votos dobles” a Pablo Casado, antes que competir directamente con un Pedro Sánchez al que no parece que pueda superar de manera alguna.

En las próximas semanas, podremos evaluar si la jugada da sus frutos o, por el contrario, debilita aún más su posición que puede quedar desdibujada en un territorio que le va a resultar especialmente hostil y donde el PP va a pelear hasta el último aliento por preservar su liderazgo. El ascenso de Vox puede acabar por hacerle perder su suelo y alcanzar una posición sin capacidad real de influencia en un futuro gobierno. El tiempo resolverá la rentabilidad de la apuesta.

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