¡A la escucha!

El doble rasero

Hay siestas y siestas. A algunos las “cabezaditas” durante el trabajo les pueden costar el puesto y a otros, un tirón de orejas en la red y poco más. Estos días anda José Manuel García Margallo justificándose en los medios tras ser pillado en pleno debate del Europarlamento completamente crujido. Delante de él habla el eurodiputado polaco Jerzy Buze y el señor en cuestión debe de hablar bajito porque su discurso no desvela al exministro. Se le ve plácidamente sentado, de medio lado, apoyado en su mano y durmiendo. El caso es que lleva los cascos puestos. Igual ése fue el problema: la voz de la traductora le sirvió de nana.

Él asegura que fueron 30 segundos de nada. Que ni siquiera fue consciente de que se hubiera quedado “traspuesto”, pero la foto es la foto. Y algunos periodistas, con mucho atino, le han estado preguntando si escuchó la intervención de su compañera Dolors Montserrat afeando la actitud de Carles Puigdemont en el hemiciclo europeo. Y ahí ha estado Margallo, esquivando las preguntas con mejor o peor tino.

Una “cabezadita” parecida le ha costado el puesto a Adama Cissé, migrante nacido en Malí, que trabaja, trabajaba en este caso, como barrendero en París. Su historia ha ocupado portadas de los medios franceses durante las últimas semanas. Y ha generado un enorme debate político. ¿Por qué? Una mujer fotografió a Adama tumbado en el suelo, con sus botas al lado y con el traje de barrendero. Un descanso en medio de su jornada que indignó a esta mujer. Decidió hacerle una foto sin su permiso y de la misma colgarla en redes, criticando el dinero que se destinaba a la limpieza de la ciudad, un París especialmente descuidado con tanta huelga y protesta. La imagen se hizo viral, y Adama acabó perdiendo su trabajo.

Y aquí empezó toda la polémica. Su historia provocó un encendido debate, por un lado sobre el derecho a la privacidad de Adama: nadie le preguntó por qué se tomó ese descanso, qué le pasaba, cuál era su situación. Él se ha defendido después explicando que tiene una lesión y que los zapatos le estaban destrozando los pies, así que decidió tumbarse un rato y se durmió. Pero con la polémica de la reforma de las pensiones ahogando a Macron, la historia de Adama ha servido también para abrir otro debate sobre la dureza de determinados trabajos y la necesidad de adelantar la edad de jubilación.

El juicio por el despido de Adama se ha celebrado esta semana en París y su historia ha vuelto a ocupar el debate público. La exministra de medio ambiente francesa Cécile Duflot, llegó a colgar una foto suya, dormida en la Asamblea francesa, en su escaño, para solidarizarse con la situación de Adama. Y criticar de paso el doble rasero de las redes, su juicio rápido a golpe de foto y el escarnio público que provocan. Para ella las consecuencias fueron una reprimenda pública, dice, para Adama, mucho más dramáticas.

Adama cobra 1.200 euros, cobraba. Margallo, cerca de 8.000 euros, más dietas y viajes. A uno, la cabezadita le ha costado el trabajo; al otro, una reprimenda en redes y poco más. Ni siquiera el sonrojo y mucho menos un perdón por la pillada.

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