Plaza Pública

Carta abierta a Felipe VI: Me doy por aludido

El rey Felipe VI durante una videoconferencia.

Majestad, me veo en la necesidad de dirigirle esta misiva por alusiones porque, con toda seguridad, me cuento entre los 26 millones de ciudadanas y ciudadanos españoles (la expresión es otra y bien soez) a los que el antiguo general de división del Ejército del Aire Francisco Beca Casanova desea fusilar. Es verdad que este deseo fue manifestado en un grupo de Whatsapp privado, aunque con la participación de buena parte de esos mismos militares que hace unos días le han enviado no una, sino ya dos cartas acusando al Gobierno de ilegítimo, de atentar contra la unidad de España y la cohesión social. Estas misivas han sido remitidas por elementos de la XXIII promoción de la Academia General Militar (AGM) y por la XIX promoción de la Academia General del Aire, es decir, invocando su condición de exmilitares y han sido dirigidas a usted en su calidad de "Capitán general de todos los ejércitos", de acuerdo con la Constitución. A estas misivas debemos agregar el manifiesto de más de 250 exmilitares en el que "advierten" del "deterioro de la democracia". Es decir, a todas luces se aprecia una coordinación de acciones que pretenden conseguir un impacto y efecto político en la opinión pública española.

Es de agradecer que, con ocasión del 42 aniversario de la Constitución Española, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), Miguel Ángel Villarroya, haya proclamado la "neutralidad política de nuestras Fuerzas Armadas", porque "están al servicio de todos los españoles, sin importar dónde han nacido o lo que piensan". Como digo, es de agradecer y espero que de verdad así sea; especialmente porque esta misiva y los chats se producen tras otros tantos años de democracia.

El fascismo, Majestad, tanto ahora como en el siglo pasado, tanto en España como en el resto del mundo, opera siempre del mismo modo. Los fascistas se apropian de la bandera, del himno, de las instituciones y de todas las señas de identidad nacional o patriótica, en particular de las instituciones armadas, dividiendo a la población entre buenos y malos, entre patriotas y traidores, convirtiendo al adversario político en enemigo. Una vez que está claro quién es quién, viene el proceso de deshumanización del contrincante, tildándolo de rata, escoria, garrapata, piojo o peste. Así ocurrió no sólo con la propaganda de Goebbels de sobra conocida, sino también durante el genocidio en Ruanda, cuando desde la radio de las Mil Colinas se difundían mensajes de odio alentando a los hutus a que mataran a los tutsis, tratando a estos últimos de cucarachas. Asimismo, el almirante de la Armada chilena en tiempos de Pinochet llegó a decir que los comunistas no eran seres humanos, sino "humanoides". O, cuando desde las máximas estructuras de la dictadura cívico militar argentina apelaban a la civilización occidental y cristiana mientras torturaban, desaparecían o autorizaban los "vuelos de la muerte".

Por tanto, Majestad, las señales están ahí y no son pocas. En distintos países de Europa, como en la propia Unión Europea, los partidos políticos del más diverso signo se han puesto de acuerdo para evitar que la ultraderecha llegue a las instituciones y, si lo hace, que su influencia y su espacio de poder sean mínimos y provoquen el menor daño posible. También ocurrió en el pasado. No está de más recordar que el gran estadista británico que fue Winston Churchill era conservador, es decir, de derechas, pero se puso al frente de la lucha antifascista contra Hitler y el nazismo. Hace poco la vicepresidenta Carmen Calvo ha recordado una famosa frase de Churchill pronunciada en momentos decisivos para Europa: "No es suficiente con hacer lo mejor que podamos. A veces, debemos hacer lo que se requiere".

Estamos todavía a tiempo, pero como la respuesta no ha sido ni contundente ni coherente en España, el fascismo ha resurgido y cada día sigue avanzando, usando sus consabidas estrategias basadas en la mentira para sembrar miedo y odio de los unos contra los otros. Estas cartas y expresiones son una muestra más de ello. Yo también estoy preocupado por la convivencia.

Creo que no hace falta recordarle, Majestad, que su padre, a pesar de toda la crítica que se le pueda dirigir durante y después de su reinado y del malestar existente en estos momentos por las conductas presuntamente a él imputables, en un momento también decisivo para nuestro país tuvo a bien desmarcarse de militares golpistas. Ya es parte de nuestro léxico común aquella famosa frase pronunciada la misma tarde del día 23F por Sabino Fernández Campo: "Ni está, ni se le espera". Horas después, el propio rey pronunciaba un discurso en el que sin ambigüedades defendía la Constitución, el Estado de Derecho y la democracia. Se le critica, eso sí, que tardara demasiado, lo que a más de alguno ha hecho dudar sobre las causas de esa demora.

No cometa usted, Majestad, el mismo error. Si ha sido interpelado directamente por exmilitares, es porque ellos mismos creen, o algunos les han hecho creer, que usted puede hacer algo por ellos porque es uno de ellos. Si usted quiere que los españoles y españolas le consideremos el rey (jefe del Estado) que España se merece, creo que debería desmarcarse, dejar claro una vez más su compromiso personal con la Constitución, la democracia, el Estado de Derecho y la neutralidad política de las Fuerzas Armadas, como lo ha hecho ya el JEMAD.

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Tras su discurso, Juan Carlos I, además de frenar el golpe de Estado, se ganó el respeto y el afecto de millones de españoles que hasta ese momento veían la monarquía como algo ajeno e impuesto por el franquismo. Se decía en aquellos años que muchos eran más "juancarlistas" que monárquicos. Ahora usted tiene una oportunidad semejante, respecto de quienes le respetan y aprecian como rey y quienes, siendo republicanos, reconocen su valía en la Jefatura que representa.

Tal vez un intento de golpe de Estado esté todavía lejos, pero hacia allá se avanza cuando sujetos como estos se permiten actuar con descaro antidemocrático contra un gobierno legítimo, más propio de los viejos tiempos en los que la democracia estaba ausente. Y, como acuden a usted, en sus manos está detener esta deriva fascista antes de que siga creciendo. Me cuento entre esos 26 millones de ciudadanas y ciudadanos que hemos sido amenazados y estamos esperando su pronunciamiento. Majestad, dese por aludido.

Baltasar Garzón es jurista y presidente de Fibgar.

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