Cataluña ante el 1-O

El independentismo aprovecha la reacción del Estado para presentarse como defensor de la "democracia"

El president y el vicepresident de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, el pasado jueves.

Los partidos políticos catalanes encaran la recta final del camino hacia el referéndum del 1-O profundamente divididos. Por un lado, los independentistas –Junts pel Sí y la CUP– encaran la parte central de la campaña defendiendo no sólo el en la consulta, sino que se esfuerzan por representar al bloque defensor de la democracia frente a un Estado represor y autoritario. Por otro, los partidos antisecesionistas –Ciudadanos, PSC y el PP– se encuentran en la paradoja de rechazar la consulta y, a la vez, tener que ofrecer argumentos contra la independencia. Y en medio de estas posiciones están los comuns de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cuya ambigüedad, aseguran los expertos, les puede jugar una mala pasada en un escenario tan polarizado como el que se presenta con el 1-O.

El paso de los días, la cuenta atrás para el referéndum y el inicio de la campaña han hecho subir de tono un debate público que ya estaba de por sí enquistado en los últimos tiempos. Y los bloques continúan completamente enfrentados el uno al otro: si el jueves el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, se preguntaba retóricamente si hay "alguien" que aún cree que el 1 de octubre los catalanes no votarán, al día siguiente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, aseguraba "con la misma serenidad que firmeza" que "no habrá referéndum" y lanzaba una amenaza velada: "Nos van a obligar a lo que no queremos llegar".

La escalada continúa, y a cada respuesta judicial ejercida por el Estado a los movimientos de la Generalitat le sucede un nuevo desacato por parte del Gobierno catalán, cuya estrategia pasa por presentarse como el defensor de la democracia frente a la represión que plantea el Estado –"votaremos el 1-O de octubre, y no nos van a parar las amenazas", aseguraba en el mitin de apertura de la campaña la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal–. Y es que, en esta partida de ajedrez entre ambas administraciones, cada una de ellas cuenta con un plan bien definido, o así lo cree al menos Lluís Orriols, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).

"Nada de lo que estamos viendo estos días responde a la improvisación", sostiene Orriols. Y con él coincide Ignacio Jurado, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de York, que plantea que si los independentistas han elegido como eje de su campaña la defensa de la democracia es porque es "la única estrategia que les puede permitir salir reforzados de todo esto". "La forma en la que se aprobaron las leyes de Referéndum y de Transitoriedad la semana pasada en el Parlament fue un riesgo para los independentistas, porque por primera vez en mucho tiempo el marco discursivo de la defensa de la democracia pasó a estar en manos del lado no independentista", explica Jurado, que no obstante señala que "la escalada del Estado, aunque es posible que no pueda reaccionar de otra forma, puede hacer que los independentistas recuperen ese marco en muy poco tiempo".

Pero, ¿es esta estrategia capaz de movilizar a una gran cantidad de electores? Según cree Berta Barbet, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Leicester y especialista en comportamiento político, a los independentistas les va a funcionar mejor con su propia parroquia que con la de los contrarios a la secesión. "Para el espacio independentista, contraponer en el mismo eje democracia y represión es una buena forma de movilizar a su gente, pero el debate está ya muy cerrado y no hay una gran bolsa de indecisos", por lo que no se prevén grandes movimientos de ciudadanos que se pasen al independentismo arrastrados por esta estrategia, apunta Barbet. 

Los no independentistas, entre la espada y la pared

"El comportamiento de los independentistas, en parte, responde a la gran presión que tienen para cumplir el mandato de ruptura" emanado de las urnas en las últimas elecciones autonómicas, afirma Orriols, que señala que, precisamente por ello, la estrategia de confrontación directa del Gobierno catalán no va a generarle pérdidas importantes entre los votantes más moderados. "Hay que recordar que Junts pel Sí se presentó a las elecciones con un programa incluso más rupturista que hablaba de que esas elecciones eran un plebiscito y de presentar una declaración unilateral de independencia tras el 27-S. Si los votantes no se frustraron cuando se incumplió eso, es poco probable que se frustren ahora", sostiene el politólogo.

Así las cosas, los independentistas parecen tener el camino expedito para promover su relato, toda vez que los partidos que rechazan la separación de España y Cataluña rechazan participar en el referéndum por ser éste ilegal. Pero los expertos apuntan que estas formaciones –Ciudadanos, PSC y PP– se encuentran entre la espada y la pared. "Entiendo que no quieran entrar de manera explícita a discutir los costes de la independencia, porque si lo hicieran estarían calificando tácitamente la hipótesis independentista como algo viable" y dando legitimidad al referéndum, interpreta Orriols. Un argumento similar ofrece Barbet: "Aunque [los defensores del no] participasen en el debate, lo perderían, porque es muy difícil defender su posición en un referéndum que tiene en contra al Estado, así que es mejor para ellos plantear que no van a jugar en el campo del independentismo que intentarlo y perder", esboza.

Jurado señala, además, un segundo motivo por el cual los partidos no independentistas tienen pocos incentivos para entrar a defender el no en el referéndum suspendido: la impopularidad de la consulta en el resto de España. "Salvo en Cataluña, obviamente, la postura pro referéndum es minoritaria en todos los partidos menos en Unidos Podemos", explica el politólogo, que sin embargo señala que en Cataluña esta posición "debilita a los partidos unionistas y permite que el independentismo se vaya apropiando del campo de juego" por incomparecencia de su rival.

Los comuns, en mitad de los dos extremos

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Precisamente el espacio de Unidos Podemos, que en Cataluña representan los comuns, tiene un serio problema con el referéndum del 1-O. En ello coinciden los tres expertos consultados, que afirman que los apuros para la formación no vienen tanto del hecho de que Catalunya en Comú se esté poniendo de perfil con respecto a la consulta como de que en su seno conviven muchas sensibilidades y el partido está haciendo malabares para no decepcionar a ninguna. La mayor prueba es la polémica decisión de Colau de llegar a un "acuerdo" con la Generalitat para facilitar en Barcelona la votación del 1-O sin comprometer al Ayuntamiento ni a los funcionarios y considerando la consulta como una "movilización política" y no como "un referéndum vinculante". El contenido de ese acuerdo aún no ha sido explicado.

"Los comuns tienen el problema de que su electorado es muy ecléctico, y entre ellos hay incluso una parte minoritaria que se considera independentista", explica Orriols, que no considera que Catalunya en Comú esté siendo demasiado tacticista sino que plantea que su posición ambigua se debe a esta multiplicidad de puntos de vista en sus bases. "El problema para ellos es que, en una situación de tanta polarización, es complicado" mantener esta postura, señala el politólogo, que no obstante rompe una lanza a favor de la formación. "Hace años, por ejemplo, un tercio del electorado del PSC era soberanista, y cinco años seguidos de polarización han acabado con eso, pero no es casual que los comuns sean los únicos que hayan sobrevivido a este fenómeno: han demostrado que saben gestionar la transversalidad" en su seno, apunta.

Lo que rechazan los tres politólogos es que los partidos catalanes se estén moviendo con un ojo puesto en las próximas elecciones, que se celebrarán en un momento indeterminado después del 1-O. "El escenario es tan imprevisible que no pueden mirar muy a largo plazo", opina Barbet, mientras Jurado sostiene que "si para los partidos fuera una prioridad mirar a las siguientes elecciones, estaríamos viendo mucha más diversidad en sus estrategias: el PSC, por ejemplo, estaría siendo mucho más suave en sus posiciones, y en el bloque independentista serían evidentes las diferencias entre los partidos que lo forman".

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