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El futuro de Cataluña

ERC revoca la delegación de voto de Puigdemont y otros tres diputados independentistas

Quim Torra, acompañado por el vicepresidente, Pere Aragonés, presidió esta mañana la reunión del Govern.

Fernando Varela

La Mesa del Parlament ha revocado la delegación de voto que había concedido a cuatro diputados de JxCat, entre ellos Carles Puigdemont, suspendidos por el Tribunal Supremo. Lo ha hecho con los votos de Esquerra y el PSC, la abstención de Ciudadanos y el voto en contra de JxCat. Es la primera vez que las dos principales formaciones independentistas, que además son socias en el Govern, rompen la unidad de acción en lo que va de legislatura.

“Tenemos la obligación de proteger la democracia encontrando soluciones con rigor y honestidad. Basta de retórica y simbolismo de corto recorrido”, señalaron a Europa Press fuentes de ERC poco antes de que comenzara la reunión, anticipando que los republicanos se inclinaban por seguir el criterio de los letrados.

La tensión entre las dos principales fuerzas independentistas es máxima. Según distintos medios, JxCat está dispuesta a llegar hasta el final aún a riesgo de perder la mayoría en el Pleno. Y Esquerra tiene intención de mantener el pleno convocado para las tres de la tarde pase lo que pase. El riesgo de ruptura y convocatoria de elecciones anticipadas vuelve a estar sobre la mesa. Los republicanos han pedido a la formación de Puigdemont que acepte sustituir a los diputados procesados para no perder la mayoría.

La decisión de la Mesa de no  aceptar el voto delegado del expresident Carles Puigdmont y de  los otros tres diputados de JxCat suspendidos por el Supremo —los exconsellers Jordi Turull,¡ y Josep Rull y el expresident de la Assemblea Nacional Catalana Jordi Sànchez—, sólo deja dos opciones: o se quedan sin votar, lo que dejaría al independentismo en minoría en la Cámara, o se acogen a la fórmula que ya han utilizado los republicanos Oriol Junqueras y Raül Romeva, que han pedido su sustitución provisional como diputados. .

La diferencia entre delegar el voto y ser sustituidos puede parecer sutil a los ojos de un profano pero es decisiva para Puigdemont y los suyos, que se resisten a aceptar que han sido suspendidos por el Supremo. En esta situación, nadie descarta que el Pleno del Parlament previsto para este martes —y que debe debatir y votar las propuestas de resolución del debate de política general que quedaron pendientes de la semana pasada— vuelva a ser suspendido, porque el independentismo no quiere correr el riesgo de perder el control de las votaciones.

La situación del expresident es doblemente comprometida porque en realidad no podría delegar su voto aunque no estuviera suspendido por el Supremo. Fue en enero cuando el magistrado Pablo Llarena permitió a los diputados en prisión preventiva delegar su voto en el Parlament, pero lo hizo con expresa exclusión de los huidos al extranjero. Esta situación sólo se modificó, en el caso de Puigdemont, cuando permaneció en Alemania detenido y a disposición de la justicia, una situación que en aquel momento fue considerada como asimilable a la de los procesados en prisión preventiva. No obstante, una vez liberado por las autoridades alemanas, su situación ha vuelto a ser la misma que en enero, por lo que se mantiene vigente la prohibición de delegar su voto.

Lo ocurrido en Alemania —que la justicia de aquel país denegase la entrega a España del expresident por no hallar en su comportamiento la violencia indispensable para ser acusado de rebelión— es precisamente el principal argumento que alega JxCat para negar validez al procesamiento por ese delito y desafiar la suspensión.

La tensión entre JxCat y Esquerra por este asunto —los primeros se muestran dispuestos a traspasar la línea de la legalidad y los segundos se resisten a dar ese paso— tiene como telón de fondo la creciente presión de los grupos independentistas que exigen pasar de las palabras a los hechos, dejar de hablar de “hacer república” y ponerla efectivamente en marcha de manera unilateral. Ahí está la CUP y, sobre todo, la Assemblea Nacional Catalana, cuyo criterio pesa mucho en la estrategia del president Quim Torra y del grupo parlamentario de Puigdemont.

El Pleno del Parlament convocado para la tarde de este martes será el primero desde julio en el que se sometan a votación resoluciones, muchas de las cuales dependen de que los independentistas conserven o no la mayoría. O de que haya un insólito empate, porque sin los cuatro parlamentarios de JxCat, los grupos independentistas en el Parlamento sólo suman 65 votos (30 de Junts per Catalunya, 31 por Esquerra —Toni Comin, huido a Bélgica, no había tramitado la semana pasada su sustitución y, por tanto, no podría votar— y cuatro por la CUP), los mismos que la suma de Cs (36), PSC (17), Catalunya en Comú (8) y PP (4).

Si hay empate, el Reglamento de la Cámara prevé que el texto sometido a votación sea rechazado. Así lo dice el artículo 102 de las normas que rigen el funcionamiento del Parlament: ”Si en una votación existe empate, debe efectuarse otra, y, si el empate persiste, la votación debe permanecer suspendida por el tiempo que determine la Mesa. Transcurrido este tiempo, y habiendo permitido la entrada y la salida de diputados del Salón de Sesiones, debe repetirse, y, si se repite el empate, se considera que se rechaza el dictamen, el artículo, la enmienda, el voto particular o la proposición de que se trata”.

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Del juego de mayorías depende la aprobación de decenas de resoluciones presentadas por los grupos; entre ellas, una de JxCat que pide que la Cámara repruebe al rey —por su discurso del 3 de octubre de 2017— y abogue por la abolir la monarquía, informa Europa Press.

Otras resoluciones destacadas las impulsan JxCat y ERC: quieren que la Cámara reclame un referéndum pactado al Gobierno central, aunque no incluyen el ultimátum de un mes que el presidente Quim Torra lanzó al presidente Pedro Sánchez la semana pasada.

La Cámara también votará propuestas de la CUP y Cs que piden reprobar o cesar al conseller de Interior, Miquel Buch, por los dispositivos policiales recientes como el de los incidentes que se generaron en la puertas del Parlament el pasado 1 de octubre.

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