Las que sostienen los barrios: orgullo de barrio feminista

Las mujeres somos, entre otras muchas cosas, el motor de lo cotidiano y, por ende, de lo invisible, de lo que nadie aprecia por no ser extraordinario, por ser lo de todos los días, lo que reproduce la vida en su transcurrir habitual. Nadie repara en ello porque está oculto en la costumbre y porque solemos menospreciar aquello que hacemos, bajo un disfraz que se ha puesto de moda llamar “síndrome del impostor”. Un “síndrome” forjado por quienes, durante siglos, nos han infantilizado o marginado, haciendo que apenas valoremos nuestras, por otro lado, extraordinarias cualidades.

Estas cualidades “extraordinarias” no son un “don” natural ni nada similar. No se trata de hacer una lectura esencialista por la cual caigamos en la trampa de normalizar que las mujeres somos “superheroínas” que “todo lo aguantan” y “todo lo pueden”. Estas cualidades, que habremos de poner en valor si queremos hacer justicia, han sido —y somos— resultado de un orden social que, por el contrario, habremos de transformar.

Las mujeres sostienen los barrios. Cuando digo esto me refiero a su extraordinaria capacidad para construir relaciones sociales de resistencia frente a las dinámicas individualistas que la sociedad capitalista impone. Las mujeres han sido y son auténticas maestras del “barrionalismo”. Tal y como sostiene Pedro Limón, el barrionalismo es “un tipo de identificación basada en un reconocimiento de horizontalidad social con respecto al otro, en una aceptación compartida de un origen común y, finalmente, en una delimitación espacial generalmente aceptada alrededor de un territorio reconocido y nombrado como propio, subsumido en la noción de barrio”. En otras palabras, un “sentido del lugar propio y delimitado en torno a cuestiones de clase social, experiencia cotidiana y socialización territorial”.

Las mujeres sostienen los barrios en tanto que expertas de la experiencia cotidiana y desde la conciencia de saberse parte de una misma realidad barrial. Hemos sido expertas no solo del cuidado familiar, sino también, y muy especialmente, del cuidado de la vida comunitaria y de las redes vecinales: sosteniendo, organizando y peleando por y desde los barrios.

Las mujeres sostienen los barrios. Lo hicieron antaño, siendo agentes fundamentales de la transformación urbana en los años sesenta y setenta del siglo pasado y encabezando algunas de las más importantes movilizaciones. En esos años las mujeres fueron protagonistas de la lucha contra la “carestía de la vida”, llegando a crear fábricas de pan para combatir la subida de los precios y desempeñando un papel fundamental en movilizaciones como las que tuvieron lugar en Vallecas, ante las inundaciones; en Zarzaquemada (Leganés), por la falta de agua corriente; o en Aravaca, contra el uso privado de una calle para los vecinos ricos, por citar algún ejemplo .

El lema “del barro al barrio” no se comprende sin nosotras. En los movimientos sociales, las mujeres no hemos estado libres de marginación, teniendo que crear o reivindicar espacios propios donde pudiéramos ser tomadas en cuenta. Pero hace años que exigimos un papel en igualdad de condiciones en áreas y espacios tradicionalmente definidos por voces masculinas, como el urbanismo o los derechos laborales.

Este 8 de marzo, reivindiquemos la sororidad y la resistencia en el barrio. Reivindiquemos las historias de las mujeres que no saldrán en los libros de Historia; de las mujeres que, como nuestra Conchi Barrios, apenas sabían leer o escribir, pero supieron levantar los barrios y se organizaron en colectivos vecinales.

Las mujeres siguen sosteniendo los barrios hoy. Son las que pasean, las que mantienen el comercio de proximidad y las manos que nos cuidan. Son las plañideras en los entierros de la sardina de estos días , un resquicio de la tradición popular carnavalesca en los barrios. Pero también, son3 las mujeres de los barrios quienes, en lo peor de la pandemia, cuidaban a los mayores en residencias por un pírrico salario y en condiciones laborales de gran precariedad. Son las que limpiaban los edificios públicos cuando vivíamos angustiadas por las posibilidades de infección. Son estas mujeres las que cruzaban de una punta a otra de la ciudad, las que después se confinaban en los barrios y municipios de la periferia madrileña, donde se registraba el mayor número de contagios.

Este 8 de marzo, reivindiquemos la sororidad y la resistencia en el barrio. Reivindiquemos las historias de las mujeres que no saldrán en los libros de Historia; de las mujeres que, como nuestra Conchi Barrios, apenas sabían leer o escribir, pero supieron levantar los barrios y se organizaron en colectivos vecinales. Y reivindiquemos el feminismo desde los barrios, muchos más "Vallecas con nombre de mujer". Luchemos por mujeres “de barrio” con empleos dignos, por barrios con comercio de proximidad y no solo “dormitorios”, por unos servicios públicos de calidad que reconozcan la dignidad del trabajo de cuidados. Por la conciliación real, para que los próximos 8 de marzo hayamos dejado de hablar de esas cualidades extraordinarias que estamos obligadas a desarrollar ante un sistema que aún nos discrimina.

Silvia González Iturraspe es responsable de Feminismos de la FRAVM

Sobre este blog

El barrio es nuestro es un blog colectivo alimentado por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). El nombre alude al viejo grito de guerra del movimiento vecinal que sirve para reivindicar el protagonismo de la vecindad en los asuntos que la afectan, a menudo frente a aquellos que solo ven en el territorio un lugar de negocio y amenazan su expulsión.

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Publicado el
6 de marzo de 2025 - 10:19 h
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