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F-35 y soberanía

Enrique Vega Fernández

Un par de reportajes aparecidos, no hace mucho, en El País sobre las actuales necesidades de las Fuerzas Armadas españolas y las posibles formas de satisfacerlas, nos informaba de que altos mandos militares opinaban que: “Lo primero que habría que hacer con los incrementos presupuestarios comprometidos por el Gobierno (aumentarlos al 2% del PIB entre 2023 y 2029) es tapar agujeros: no deberíamos comportarnos como nuevos ricos”.

Parece ser que hay una necesidad urgente de recuperar capacidades que se están perdiendo por falta de fondos para el adecuado mantenimiento o por haber alcanzado los materiales su capacidad de vida operativa o estar a punto de alcanzarla. Una de estas capacidades sería la de ataque y combate aéreo de los cazabombarderos F-18 (Hornet, C-15 en nomenclatura española) estadounidenses de McDonnell Douglas, desplegados en las Bases Aéreas de Torrejón (Ala 12), Zaragoza (Ala 15) y Gran Canaria (Ala 46).

Para subsanar este posible futuro déficit está previsto, al menos estaba hasta ahora, sustituir los F-18 por Eurofighters LTE (avión de sexta generación) del programa europeo Futuro Sistema de Combate Aéreo (FCAS), sistema combinado de cazabombarderos de sexta generación (NGF), drones y electrónica de mando, control e inteligencia, proyectado por Airbus (Unión Europea), Thales Group (Alemania), Indra Sistemas (España) y Dasault Aviation (Francia). Programa en el que España ya ha invertido unos 32 millones de euros (a Indra y Airbus), de los teóricos 2.700 millones que le correspondería inicialmente en total de aquí a 2027.

Un nuevo avión, el Eurofighter LTE, que tenía previsto entrar en servicio activo en 2040, aunque los retrasos que está sufriendo, al parecer por desavenencias entre Airbus y Dasault, hacen pensar que no estará realmente disponible hasta 2050 e incluso empieza a hablarse, supongo que interesadamente, de su inviabilidad. Tema que, precisamente, parece que ha sido debatido por las ministras de Defensa española (Margarita Robles) y alemana (Christine Lombretch) en la reciente cumbre hispano-alemana de Alto Nivel celebrada en La Coruña el pasado día 5 de octubre.

Ante esta tesitura, el Ejército del Aire y del Espacio ha presentado la posibilidad de sustituir los F-18, en vez de por el europeo Eurofighter LTE (de sexta generación), por el estadounidense (Lockheed Martin) F-35 Lightning II (de quinta generación), lo que supondría inclinarse, una vez más, por la industria estadounidense dañando a la europea y a la nacional (Indra), a pesar de que fuentes industriales advierten de que el F-35 es una caja negra en la que Estados Unidos no deja entrar a los países compradores.

España se enfrenta a la posibilidad de gastar 10.000 millones de euros (coste –sin contar el armamento– de los aviones, motores, simuladores y apoyo logístico) en los 80/100 aparatos a sustituir en los próximos años, sin ningún beneficio industrial ni tecnológico y quedando, una vez más, a expensas de las prohibiciones o limitaciones, puntuales o generales, que decida el aliado estadounidense.

Y ello a pesar de la incertidumbre que genera el propio F-35, como ya nos alertaba, en mayo de 2018 (infoLibre), el experimentado teniente coronel (retirado) del Ejército del Aire y piloto de caza y de líneas aéreas comerciales José Ignacio Domínguez: “Ahora van a vendernos sesenta F-35, avión cuestionado en los propios Estados Unidos”, con la excusa de que “el F-35 es el único caza de despegue vertical actualmente en el mercado para sustituir a los Harrier de la Armada del portaviones Juan Carlos I” y, ya puestos, “como el Ejército del Aire también tiene que renovar su flota, renovémosla también con ellos”.

Pero, explica el teniente coronel Domínguez con datos, sustituir el avión de ataque a tierra Harrier por el cazabombardero supersónico F-35 sería un derroche inexplicable, dada la gran diferencia de prestaciones y coste de ambos tipos de aparatos, y dotar al Ejército del Aire con aviones de despegue vertical es innecesario, ya que sus aparatos despegan habitualmente desde bases aéreas.

Que el F-35 es cuestionado en los propios Estados Unidos es explicado con contundencia por Sean McFate, analista de temas de defensa y exmilitar, que escribía, en Galaxia Militar en marzo de 2021, que los F-35 “son una ratonera del dinero de los contribuyentes”. Según él, Estados Unidos gasta en sus Fuerzas Armadas más que los siguientes diez países juntos, y se pregunta qué recibimos a cambio: por desgracia el F-35, el arma más cara de la historia. Cada uno cuesta 110 millones de dólares y cada hora de vuelo 44.000 dólares. Y resulta un fiasco. Cita al presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes estadounidense afirmando que “el F-35 es un fracaso a escala masiva”.

Teóricamente es polivalente, pero --comprobado y ratificado en simulacros de adiestramiento-- como bombardero es peor que el A-10 Thunderbolt, en el combate aéreo es sistemáticamente superado por el F-15 y es más lento girando y ascendiendo que el F-16. En las pruebas de comparación casi siempre es eliminado. Su capacidad de misión es del 69%, cuando el objetivo es alcanzar el 80%.

Es tan tecnológicamente complejo que los errores informáticos son frecuentes, como demuestra que los pilotos deban pulsar con frecuencia en pleno vuelo Ctrl+Alt+Supr para reiniciar el radar.

Por todo ello, toda la gama de F-35 tiene que estar recibiendo en estos momentos una actualización del software de 16.000 millones de dólares, que lleva dos años de retraso porque Lockheed Martin está solicitando un contrato de mantenimiento exclusivo.

De hecho, continúa, en los últimos veintiún años que Estados Unidos lleva de guerra permanente (desde septiembre de 2001), los F-35 no han participado en una sola acción de combate aéreo o posible combate aéreo real. Y, añade, el supercaro F-35 no fue diseñado para acabar a gran distancia con un alijo de armamento o un terrorista en un ciclomotor. 

Como alternativa a este dilema entre satisfacer, a más corto plazo, la recuperación de la capacidad de ataque y combate aéreo (F-35 Lightning) y la visión a largo plazo de fortalecer y asentar la capacidad de la industria de defensa española y europea y de posibilitar una mayor autonomía, española y europea, del amigo americano, es decir, de alcanzar mayores cotas de soberanía y capacidad de decisión en un área tan sensible como la defensa y protección de sus ciudadanos (Eurofighter LTE), ya ha empezado a plantearse la posibilidad de sustituir los F-18 por ambos tipos de posibles sustitutos, Eurofighter LTE y F-35 Lightning, en las proporciones que los tiempos de entrega y las necesidades nacionales vayan aconsejando, lo que beneficiaría, por una parte, a la soberanía nacional y europea, permitiendo, por otra, la interoperabilidad con Estados Unidos (la gran baza del Pentágono y la industria de defensa estadounidense para presionar a sus aliados para que compren sus materiales), al mismo tiempo que incrementaría la libertad de acción española, sin posibilidad de cortapisas externas, en el “flanco sur”.

¡Que, por una vez, prime la autonomía militar nacional sobre la obsesión de contentar a Washington! ¡Suerte!    

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Publicado el
12 de octubre de 2022 - 18:38 h
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