... Fundida a negro Raquel Martos

A veces es porque es demasiado extrovertido. Otras por todo lo contrario. Unas veces porque tiene una pelusa a la altura del bigote que le hace parecer un chico. Otras porque usa gafas. Ser diferente, único, puede ser suficiente para que un niño o niña sufra acoso escolar. Ser diferente es su condena. Una condena que se puede traducir en meses de sufrimiento, de soledad…y que le puede marcar para el resto de su vida.
Sobre esto se habla poco y esto es parte del problema: que no se habla. El silencio es el mejor aliado para que ese sufrimiento se prolongue en el tiempo. Para que casi 2 millones de niños y niñas en España, una cifra muy lejana probablemente de la realidad, pero la última de la que se tiene datos oficiales, estén metidos en un túnel de amenazas, insultos, acoso y aislamiento.
El silencio es el mejor aliado de los acosadores. El silencio de la víctima, que tiene miedo a contar lo que le pasa, a verbalizarlo; el silencio de los testigos, de quienes ven lo que ocurre cada día, pero que callan también, y también por miedo, porque, quizás, si hablan, ellos pueden convertirse en el objetivo de las burlas, los insultos, los cuchicheos: pueden señalarle como el “chivato”, el peor adjetivo que te puede caer en un patio. Está también el silencio de los centros escolares, problema del que no se habla es problema que no existe y todos sabemos la mala propaganda que suele ser para un colegio que se le señale como un lugar en el que se producen situaciones de bullying. Pero también está el silencio de todos los demás, de la sociedad. Éste es un problema que nos afecta a todos, a educadores, a padres, a compañeros, a instituciones, a medios de comunicación, a familias. Hay que hablar del acoso escolar, hay que ponerlo en el centro del debate para empezar a abordar soluciones reales a una situación que puede marcar de por vida a esos niños. Se cree que el 60% de las personas adultas que sufren problemas emocionales han sufrido acoso escolar durante su niñez o adolescencia.
Se ha detectado que los casos de acoso escolar se producen en edades cada vez más tempranas: habitualmente era durante la adolescencia, cuando sus cuerpos cambian, cuando las diferencias se hacen más evidentes, cuando las inseguridades se traducen en vulnerabilidad… Pero empieza a preocupar el aumento de casos en primaria, en niños de sólo 9 ó 10 años. Niños que no entienden por qué les está pasando eso, que llegan incluso a pensar que es por su culpa. Una doble victimización que acaba por empeorar aún más la búsqueda de soluciones: si no piden ayudan, si no entienden que eso que les pasa cada día en clase, en el patio, no es normal, difícilmente podremos cambiarlo.
Muchas veces las familias no saben cómo abordar este problema: primero hay que romper la barrera del silencio de sus hijos, lograr que verbalicen lo que les está pasando; una vez que han roto este primer muro, queda otro, más difícil, el de buscar ayuda en el centro escolar. Convencer a sus tutores, profesores, directores, que, en esa clase, en ese grupo hay unas relaciones viciadas y tóxicas que hay que atajar. Expulsar al agresor o agresora no es siempre la mejor solución. Cuando vuelva seguramente lo hará con más ganas de hacer pagar a su víctima por su castigo. Las asociaciones y expertos piden trabajar con ese chico o esa chica, encontrar los porqués de su comportamiento, saber qué le está pasando para que actúe así. Él o ella, quizás, también es una víctima de otro tipo de acoso o agresión en su entorno.
Esto es un problemón que se vive como un auténtico infierno en muchas familias cada día. Ver que a tu hijo o hija lo están aislando, acosando, mermando en su autoestima y no puedas hacer nada o nadie haga nada, genera una frustración inmensa. Pero hay que empezar a andar este camino de la sensibilización, hablar de ello, romper esas barreras y muros de silencio para lograr ponerle luz a esos chicos y chicas que están metidos en un túnel de odio, insultos y soledad. Éste es un problema de todos, no tienes por qué ser padre o madre para implicarte. En esto estamos todos. Busquemos poner en valor la diversidad, una sociedad diversa es mucho más rica. Asumiendo esto, ya habremos avanzado mucho: aprenderemos que el diferente no es el raro, al revés, es un valor para poder aprender de sus singularidades, de sus particularidades.
Hablemos de acoso escolar. Es necesario. Ellos y ellas lo necesitan.
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