Iniciativas y firmas que salvan vidas Verónica López Sabater

Se hizo la luz y aparecieron en escena de inmediato tropecientos “expertos” sobre el sistema eléctrico, el ‘cero absoluto’, el mix energético, las oscilaciones del flujo de potencia, el deslastre, las diferencias entre tensión y frecuencia, el blackout, las consecuencias “aguas abajo” de una caída… ¡Bienvenidos sean! Cualquiera de ellos (como si no hubiera “expertas”, así seguimos) sabe infinitamente más del asunto que cualquier periodista analista ya sospechoso de “todólogo” (me incluyo, en primera persona). Pero estamos hablando y escribiendo no sólo de un complejísimo sistema energético y tecnológico, sino también de uno de los sectores que más volumen de dinero mueven y que mayor poder despliegan en este país desde que se instaló la primera central eléctrica.
Antes del aterrizaje de los fondos de inversión especulativos, entre los apellidos del Ibex se mantenían desde la época de la Restauración, pasando por la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la dictadura franquista y la democracia unos cuantos relacionados con los sucesivos monopolios energéticos (lean esto de Santiago Carcar, periodista especializado –que no experto– en energía, de impoluta independencia, publicado en infoLibre hace once años). La modernidad de la globalización hace que, tras el gran apagón del pasado lunes, el fondo internacional BlackRock haya cedido el puesto de primer accionista privado de Red Eléctrica a Amancio Ortega, propietario del imperio Inditex.
Bienvenidos, decía, expertos y expertas para poner luz en una materia absolutamente compleja y sobre la que la ciudadanía exige respuestas a la misma velocidad a la que vivimos, nos comunicamos y nos desinformamos constantemente. Sólo veo un problema, no menor. También desde muy primera hora, incluso desde antes de volver la luz, ya se pudo observar el despliegue de intereses multimillonarios que marcan las consecuencias del gran apagón. A las mismas puertas de la central nuclear de Almaraz, una portavoz del PP avanzó menos de una hora después del blackout (disculpen el anglicismo pelín pedante) que la culpa era en primer lugar de Sánchez, por supuesto, y después del empeño del Gobierno en apostar por energías limpias, verdes, renovables, en lugar de alargar la vida de las nucleares. Por la misma senda, obviamente, han transitado Alberto Núñez Feijóo y el PP entero, al servicio o para alegría de las grandes empresas interesadas en el negocio nuclear y en las centrales que siguen usando energías contaminantes. Importa un pepino la realidad científica del cambio climático y la necesidad urgente de volcar el consumo energético en fuentes limpias, naturales y baratas, orientadas además al autoconsumo. (En el último adjetivo está la clave: hay enormes intereses para que no se abarate el precio de la energía, aunque sea a costa de llevarnos el planeta por delante. ¡Que se jodan las siguientes generaciones!).
Como en cualquier otro tema complejo y necesitado del conocimiento experto, uno ha defendido siempre que en lugar de periodistas “todoterreno”, se dé voz en los debates a especialistas capaces de divulgar bien las respuestas rigurosas a incógnitas de interés público. Lo único que conviene exigir, además de conocimientos acreditados, es una transparencia total sobre los intereses que uno defiende o sobre las fuentes de ingresos de las que depende (lo cual, por cierto, también habría que aplicar a cualquier analista, incluidos periodistas que “asesoran”). En los últimos días, curiosamente, dabas una patada a la pantalla (por no hablar de rotativas y digitales) y salían veinte expertos alineados en las tesis que señalan como “presuntas culpables” del apagón a las energías renovables, sin aportar datos precisos que lo avalen (aún no los hay) y para añadir mensajes en defensa de la energía nuclear o incluso de las centrales de carbón. Pero, sobre todo, sin que se nos informe de su relación con determinadas empresas energéticas (muy interesadas en no hacerse cargo de las posibles indemnizaciones por el apagón) o con lobbys que concentran intereses multimillonarios.
Lo único que conviene exigir en los expertos, además de conocimientos acreditados, es una transparencia total sobre los intereses que uno defiende o sobre las fuentes de ingresos de las que depende
Hemos visto portadas de prensa y decenas de artículos en internet basados en las hipótesis de “expertos” que gozan de legítimos emolumentos provenientes de grandes operadores eléctricos, multinacionales energéticas o think tanks patrocinados por esos poderes. Sin problema, pero díganlo. Digámoslo. No se queden en “profesor de…”, “ingeniero especialista en…”, etc. Y esto vale también para algún “experto” defensor en su caso de las renovables y al tiempo socio de una empresa que vende e instala placas solares. De todo hay en la viña de la globalización.
La manipulación política de las catástrofes es una práctica desgraciadamente habitual en España y en el mundo. La pandemia, Filomena, la invasión de Ucrania, el genocidio en Gaza… son el magma en el que mejor se desenvuelve la desinformación, la propagación de bulos con una intencionalidad concreta. Un apagón total como el que ha sufrido España no escapa a ese catecismo trumpista. Recurriendo a todas las fuentes fiables posibles, uno procura tener presente que tras un accidente aéreo, la caja negra tarda en analizarse semanas o meses. Los datos pendientes de examinar sobre esos 15 segundos trágicos desde las 12:33 del lunes, y también los anteriores en horas, días o semanas para establecer una conclusión objetiva, ocupan unos cuantos megabytes. Es cierto que, siguiendo con el ejemplo del accidente aéreo, no se tarda mucho en conocer algunas hipótesis sobre la causa más probable. Bien: para ello conviene desconfiar de las que lance la propia compañía aérea, la aseguradora o el jefe de los controladores, en su caso. Mejor esperar a una investigación oficial e independiente. Están en marcha al menos tres.
Sabremos lo que pasó, cuál fue el origen de las dos oscilaciones que se produjeron en esos cinco segundos y por qué el sistema de REE (incluidos los operadores privados) no fue capaz de aislar el problema automáticamente, como tantas veces en las últimas décadas. Algo no funcionó como se espera o alguien no actuó como debía. O ambas cosas y con distintas responsabilidades. Lo tiene muy difícil Red Eléctrica para esquivar la suya, pero es bochornoso el intento de las grandes energéticas privadas –con beneficios, por cierto, una vez más casi obscenos– (ver aquí) de desviar el foco desde el minuto uno hacia las energías limpias con la inestimable ayuda de las derechas políticas. Y de ciertos expertos poco o nada independientes.
P.D. Al final, en cualquier actividad o servicio de interés público, la libertad está condicionada a los ingresos que la sostienen. Este sábado, 3 de mayo, es el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Como cada año, hemos conocido el informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) sobre las vidas perdidas violentamente en el ejercicio del periodismo y sobre el grado de libertad de los medios (ver aquí). Y la conclusión está resumida en este titular de infoLibre: ‘La precariedad económica de los medios lleva a la libertad de prensa mundial a su peor momento’. La clave está en un párrafo del documento: “Cuando los medios son económicamente frágiles, se ven arrastrados a la carrera por la audiencia a costa de la calidad y pueden convertirse en presa de oligarcas o de responsables políticos que los instrumentalizan”. De modo que no nos cansamos de insistir: necesitamos la aportación y participación de lectores que pongan en valor una información fiable. La suscripción es la única garantía para sostener un medio independiente (incluso a sus “expertos”). ¡Seguimos!
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