Buzón de Voz

Mientras tanto...

Corren tiempos en los que cada noticia dura lo que dura un estornudo. Cada revelación importante es fagocitada muy pronto por alguna filtración interesada. Vivimos a golpe de click y la política sucumbe a la potencia instantánea del marketing. Si nunca resultó fácil entender las estrategias  de líderes y partidos, ahora nos preguntamos con excesiva frecuencia: “¿Pero quién demonios asesora a estos dirigentes?” Al final el éxito se mide en votos, de modo que todo parece valer si la cosecha crece en la siguiente cita electoral. Incluso si los votos merman es posible también encontrar justificaciones y aseverar que “pudo ser mucho peor”. Cabe dudar si algunos aspiran de verdad a la presidencia del Gobierno o se conforman con liderar la oposición por muchos años.

El problema mayor es el “mientras tanto”. La clave del fracaso colectivo es el conjunto de pérdidas que se producen por el camino. Mientras el PSOE se desdibuja entre la “razón de Estado” y el miedo a su izquierda… Mientras Podemos desnuda sus conflictos internos en el peor momento imaginable... Mientras las derechas compiten ruidosamente por ver si Ciudadanos será primera y el PP segunda fuerza o viceversa…  Mientras tanto lo importante, preocupante o trascendente es, por ejemplo, lo siguiente:

 

  • La crisis constitucional provocada por los pasos unilaterales del independentismo catalán y la respuesta de la aplicación del 155 sigue completamente bloqueada. El Gobierno ha renunciado a hacer política y toda la fuerza del Estado reside en una sala del Tribunal Supremo que mantiene en la cárcel a ocho dirigentes acusados de rebelión. Que se forme gobierno o se repitan elecciones en Cataluña depende de las divergencias en el propio bloque separatista, cuyos equilibrios de fuerzas entre pragmáticos y legitimistas a su vez varían según el grado de dureza de cada decisión judicial. Ciudadanos también ha renunciado a cualquier iniciativa y las propuestas de acuerdos transversales planteadas desde En Comú Podem o el PSC han sido despreciadas por “equidistantes” o “buenistas”. (De toda la vida la equidistancia ha sido practicada por quienes pretenden quedar bien con los dos extremos de un conflicto, y no precisamente por quienes denuncian a esos dos extremos por su evidente cerrilismo, insolidaridad e incapacidad para encontrar salidas al laberinto).

El desmantelamiento del incipiente Estado del bienestar construido en España progresa adecuadamente. La educación pública continúa viéndose debilitada en beneficio de la concertada. La segregación por sexos en las aulas recibe el beneplácito legal del Tribunal Constitucional (con el voto afirmativo de un magistrado del Opus, organización religiosa propietaria de buena parte del negocio privado de ese tipo de enseñanza). La sanidad pública, y muy especialmente la atención primaria, sigue sufriendo recortes (basta con pinchar en estas mismas páginas los datos aportados por Elena Herrera). Los pensionistas pierden poder adquisitivo año tras año y, si expresan su indignación en las calles, reciben además la ración correspondiente de ofensas provocadoras por parte del portavoz parlamentario del PP. 38.000 personas dependientes murieron en 2017 sin recibir la prestación a la que tenían derecho, y en esa misma situación se encuentran más de 300.000 pacientes, según datos del último Dictamen del Observatorio de la Dependencia.

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  • La desigualdad económica y social, ese gran lastre que ha dejado la gestión neoliberal de la crisis financiera, continúa asentándose sin el menor asomo de rectificación. Los salarios no se han recuperado de los recortes, aunque sí lo han hecho los beneficios de las empresas. La carga fiscal sigue volcando el mayor peso en los trabajadores asalariados y no en los beneficios de las compañías, y ese reparto injusto del esfuerzo no se corrige en los Presupuestos pendientes de aprobación. Es muy significativo también el dibujo de las partidas presupuestarias no gastadas por el Ejecutivo en el ejercicio 2017, como recogía en infoLibre Begoña P. Ramírez hace unos días.

 

  • El retroceso en derechos civiles continúa paso a paso, inexorable. Afecta a las libertades individuales, pero también a las colectivas. Se han recortado el derecho de huelga, el de manifestación y reunión, mientras asistimos perplejos a los ataques a la libertad de expresión con interpretaciones radicales de un Código Penal que permite y facilita condenas. Un rapero, una tuitera, un actor o un periodista pueden acabar en la cárcel acusados de enaltecimiento del terrorismo, de incitar a la violencia, de ofensa a los sentimientos religiosos o de lanzar un discurso del odio. Todo ello por ejercer la sátira, por contar chistes de muy mal gusto… por opinar al fin y al cabo (por disparatadas y rechazables que nos parezcan algunas opiniones). Amenazan con legislar contra las llamadas fake news verdaderos expertos en difundir infundios, todo para lograr que en esta era de saturación informativa se vean contaminadas por la sospecha las informaciones críticas y rigurosas.

 

  • La radiotelevisión pública sigue siendo utilizada como cortijo privado del Gobierno y el partido político que lo sustenta. Casi dos años después de haber salido de las urnas un Parlamento cuatripartito, no ha habido forma de que se ejecuten los compromisos adquiridos ante las reivindicaciones de los profesionales que luchan por devolver la dignidad y la profesionalidad a RTVE. Y no es una causa menor, porque en estos tiempos de guerra del click, un medio público autónomo de calidad serviría como espejo en el que se reflejarían las vergüenzas de medios privados dedicados al gran negocio de desinformar o de explotar el morbo del suceso, alimentando de paso un modelo autoritario y protector del Estado.

Aún cabrían bastantes ejemplos más de una oscura realidad aderezada por escándalos como el del máster fantasma de Cristina Cifuentes, enésimo síntoma de una forma de concebir y ejercer el poder como si de una herencia particular se tratara. Las encuestas, y los poderes interesados en su efecto psicológico colectivo, llevan en volandas a Ciudadanos a suceder a un PP que actúa como un boxeador sonado pero soberbio, incapaz de asumir y superar su historial de corrupciones.

Los principales dirigentes de ese espacio político antes denominado izquierda, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias o Alberto Garzón pero también sus respectivos equipos de dirección, tienen ante sí la enorme responsabilidad de no permitir que este tremendo “mientras tanto” se haga indefinido. Es lo que reclaman amplísimos sectores de una sociedad civil muy fatigada ya de sectarismos y de mezquinas batallas de poder interno.

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